Unos 300 millones de menores entre dos y cuatro años en
el mundo sufren castigos físicos o psicológicos en casa. Un informe de Unicef
desvela los tipos de violencia actuales contra la infancia y la adolescencia.
— “Una cosa es moler a palos a un crío y otra, pegarle un azote suave en
el culo”.
— “Hay veces en las que un bofetón a tiempo evita males mayores”.
— “Creo que la violencia física debe usarse, pero como última opción”.
¿Cuántas de estas afirmaciones se han escuchado en una conversación
cualquiera con adultos? ¿Con cuántas ha estado de acuerdo? Si cree que con una,
o con más de una, lea y piense en estas otras: 300 millones de niños de dos a
cuatro años de todo el mundo —es decir, unas tres cuartas partes— sufren
castigos físicos y/o psicológicos por parte de sus cuidadores en el hogar. En
30 países, otros seis de cada diez de un año de edad están sometidos a algún
tipo de disciplina violenta de manera sistemática en casa. Y cerca de uno de
cada 10 recibe un golpe o una bofetada en la cara, la cabeza o los oídos. Los
adultos, parece ser, tenemos la mano muy larga y dan fe de ello niñas
como Jenny, que son solo tres
años vive en un hogar de acogida en El Alto (Bolivia) tras ser encontrada
viviendo en las calles después de haber sido maltratada por sus padres.
Estos datos pertenecen, con otros muchos, al último informe mundial del
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), publicado este
miércoles. Su título es Una situación
habitual: violencia en las vidas de los niños y los adolescentes e
intenta arrojar luz sobre la magnitud de los distintos tipos de violencia que
los menores sufren en todas las etapas de su infancia y en todos los entornos.
Su contenido no da respiro. Lo que demuestra es un hecho rutinario y aceptado:
según este estudio, al menos 1.100 millones de cuidadores —o algo más de uno de
cada cuatro— creen que el castigo físico es necesario para criar adecuadamente
a un pequeño pese a que la Convención de Derechos del Niño de
las Naciones Unidas, de 1989, enfatiza que ninguna forma de violencia
es admisible. Las metas 5 y 16 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible también
mencionan la necesidad de acabar con el maltrato infantil.
MORIR EN BRASIL POR EL COLOR DE LA PIEL
PATRICIA PEIRÓ
El riesgo de ser asesinado en Brasil se multiplica por tres para los
negros y mestizos, y es uno de los cinco países del mundo con la tasa de
homicidios adolescentes más alta (59 muertes por cada 100.000 habitantes). En
lo más alto de esta clasificación le acompañan otras cuatro naciones
latinoamericanas: Venezuela (97), Colombia (71), El Salvador (66) y Honduras
(65). La mitad de las muertes violentas de jóvenes entre 10 y 19 años que se
registraron en 2015 en todo el mundo sucedieron en la región latinoamericana y
caribeña, a pesar de que estos territorios comprenden tan solo un 10% de la
población adolescente global.
Si la violencia en el hogar por parte
de los cuidadores está a la orden del día, no es menos preocupante la que se
ejerza en los centros escolares. Aún hoy, la mitad de la población de niños en
edad escolar —732 millones— vive en países donde el castigo corporal en la
escuela no está completamente prohibido. El bullying,
por su lado, afecta a unos 130 millones de adolescentes de entre 13 y 15 años.
En el último cuarto de siglo se registraron 59 tiroteos en las escuelas de 14
países y casi tres de cada cuatro fueron en Estados Unidos.
Las muertes violentas por homicidio o a consecuencia de un conflicto
armado también se tienen en cuenta: cada siete minutos, un adolescente es
asesinado en un acto violento en el mundo. Aunque las cifras globales
disminuyen, en la región de América Latina y el Caribe la tendencia es la
contraria, y en 2015 casi la mitad de todos estos homicidios se dieron allí. El
estudio llama la atención sobre la importancia de la raza o el sexo a la hora
de ser víctima de un asesinato. Ejemplo clarificador es el de Estados Unidos,
donde los varones negros no hispanos de 10 a 19 años tienen casi 19 veces más
probabilidades de ser asesinados que los blancos no hispanos de la misma edad.
De hecho, en 2015, el riesgo que tenía un adolescente negro no hispano en
Estados Unidos de ser asesinado por homicidio era el mismo que tenía un adolescente
de Sudán del Sur de ser asesinado debido a la guerra que sufre el país.
Honduras es ejemplo paradigmático de los riesgos que sufren los
adolescentes para ir a la escuela, que ya no son lugares de aprendizaje seguros
sino que se han convertido en territorios de reclutamiento para las pandillas.
Muchos menores corren el riesgo de ser reclutados, amenazados, maltratados,
atacados e incluso asesinados. El ciclo de violencia aumenta las tasas de
deserción escolar, ya que los niños temen continuar su educación. Javier y Jesús, ambos de San Pedro
Sula, sufren a diario esta realidad. El primero, de 10 años, vive
con su abuela después de que su padre y sus cinco tíos fueran asesinados por
una banda. Él no ha sido amenazado pero tiene amigos que sí. Jesús, de 15 años,
iba a un colegio situado en un barrio donde las peleas entre pandillas rivales
son frecuentes. A los 12 fue agredido y eso le llevó a dejar los estudios. Poco
después, su mejor amigo murió asesinado. Ahora asiste a un centro ubicado en el
límite entre los dos territorios de estas bandas, donde puede aprender el
currículo escolar a través de internet.
Estamos aún en proceso de asumir que
un niño tiene que estar protegido de cualquier violencia, incluida la de la
familia
BLANCA CARAZO, UNICEF
Por último, el informe se ocupa de la violencia sexual. En 38 países de
ingresos bajos y medianos, 17 millones de mujeres adultas reconocieron haber
sido forzadas a mantener relaciones cuando eran niñas. Y solo en 28 países
europeos, alrededor de 2,5 millones de mujeres fueron violadas o agredidas
antes de los 15 años. Nueve de cada diez, además, dijeron que habían sido
forzadas por personas de su entorno (familiares, pareja…). También hay rostros
y dolor real detrás de estos números. El de Rosie, nombre ficticio
para una jovencita de la República Dominicana que sufrió abusos sexuales por
parte del novio de su madre. Al cabo de los años, ya adolescente, tuvo valor
para contarlo y hoy sigue tratándose sus heridas psicológicas. Ella al menos no
quedó embarazada, como sí le ocurrió a la sierraleonense de 14 años Mery, nombre
falso también. Fue violada por un hombre mayor de su pueblo y ha tenido que
dejar la escuela hasta que dé a luz. “No me siento bien porque soy solo una
niña pequeña”, dice.
¿POR QUÉ SEGUIMOS PEGANDO A LOS NIÑOS?
Pegar es un problema de arraigo cultural y de reproducción de patrones
experimentados en el seno familiar desde la infancia. “Aunque ahora haya otros
mensajes, si los adultos actuales vivieron los castigos corporales como algo
normal, sigue quedando esa pautas en el comportamiento”, indica Blanca Carazo,
del Comité Español de Unicef. Otro apunte: la madre de uno de cada cuatro niños
—unos 176 millones— es víctima de violencia por parte de su pareja.
Además, apunta la experta, no en todos los países existen mensajes
claros sobre la disciplina violenta. “El discurso es reciente, la declaración
sobre los derechos del niño, también; estamos aún en proceso de asumir que un
niño tiene que estar protegido de cualquier violencia, incluida la de la
familia”, denuncia la experta.
SIN DATOS DEL ALCANCE REAL
El informe pone de relieve que se progresa en la concienciación y en la
reducción de la violencia contra los niños. No obstante, la falta de
información dificulta conocer el verdadero alcance del problema. Aunque
aumenta, la disponibilidad de información sigue siendo muy baja, así que es
difícil obtener una imagen fiable de la evolución. Para Carazo es algo que se
retroalimenta: “Como no hay datos, no es fácil visibilizar la problemática y
lograr que se destinen recursos a combatirla. Y como no está en las agendas
políticas, no se prioriza y seguimos sin tener datos”. “Se trata de un tema muy
delicado, son tabúes o a los que no se da importancia”, explica otra de
las expertas del Comité Español, Almudena Olaguibel. “A los niños no se les
suele creer, o se minimiza lo que cuentan”. Prueba de ello es que solo un 1% de
las niñas que han sufrido violencia sexual se atrevieron a buscar ayuda. Al
final, el resultado es que se justifican comportamientos hacia un menor que no
se tolerarían en un adulto.
SIETE DE CADA DIEZ PADRES ARGENTINOS
SON VIOLENTOS CON SUS HIJOS
MAR CENTENERA
Cada día se registran 85 denuncias por maltrato infantil de media en la
provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 40% de la población de
Argentina. La mayoría son por casos graves —palizas, abusos sexuales y
abandono— y no contemplan otras formas de violencia invisible, ejercida contra
los niños en millones de hogares. Gritos, bofetones, insultos, azotes y
sacudidas forman parte de los métodos de de disciplina aplicados por los padres
a sus hijos en siete de cada diez familias argentinas. >> Sigue leyendo
¿QUÉ HACER?
Para paliar estas carencias, la organización ha desarrollado varias
acciones en los últimos años, entre ellas la nueva #STOPViolenciaInfantil, y la más veterana #EndViolence,
en la que han participado ilustres como David Beckham y que dispone de una
herramienta en Internet para denunciar agresiones. En la actualidad, se ha
logrado que el número de países con datos comparables sobre disciplina violenta
haya aumentado de 39 a 79 desde 2005, por ejemplo.
Eliminar todas las formas de violencia contra los niños pasa por
preguntarse si de verdad un castigo físico es efectivo. Para Carazo, sucede al
contrario: “Las víctimas de castigos físicos no
se desarrollan bien. Posteriormente sufrirán problemas para
relacionarse y tenderán a replicar esos comportamientos violentos. Y no hay
nada que avale que un castigo físico es más eficaz que otro”.
Unicef aboga por cambiar las normas. Para ello es importante promover y
dar a conocer a los padres otras formas de disciplina basadas en el refuerzo
positivo y en transmitir lo que está bien y lo que está mal desde la no
violencia. “También nos sirve a los mayores, pues en nuestra manera de resolver
conflictos en la vida diaria no siempre es pacífica”, opina Carazo. Una de las
claves es el tiempo, tiempo para transmitir valores y conocimientos a los hijos
y alumnos; para hablar, razonar, y crear un clima de intercambio de opiniones
en el que los niños se puedan expresar.
Desde el punto de vista institucional, es importante fortalecer los
marcos jurídicos promulgando nuevas leyes y haciéndolas cumplir para proteger a
los niños. Unicef también destaca la necesidad de fijar estrategias de
prevención, entre ellas la limitación del acceso a las armas de fuego, e
implementar más servicios sociales para responder a las necesidades de niños y
adolescentes.
Devuelven el optimsmo ejemplos como el de Edward, de Uganda. Su
padre no le prestaba ninguna atención y su madre era demasiado estricta. Él
tuvo una infancia complicada pero, al menos, rompió la maldición y hoy es un
solícito progenitor con su hijita Vera Edna, de siete años, y el resto de su
prole. Cuando miro a mis hijos, los tomo como mi tesoro. Me aseguro de que
su entorno en el hogar y la escuela sea seguro”, afirma.
27.100 MENORES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA EN ESPAÑA
La violencia en España existe, igual que existe en el resto del mundo.
Unicef maneja cifras del Registro Unificado de Maltrato Infantil (RUMI), una
base de datos en la que se recogen notificaciones de sospecha de violencia en
el ámbito familiar por parte de profesionales que tienen contacto con menores,
como servicios sociales, policía, educadores y sanitarios. En 2015 se
notificaron 13.818. Más reciente es la información extraída del Ministerio de
Interior: en 2016, 27.100 niños fueron víctimas de delitos que implican algún
tipo de violencia, según las denuncias recogidas por los cuerpos de policía
nacional y autonómicas y la Guardia Civil. De estas, 5.523 fueron víctimas de
delitos graves en el ámbito familiar. “Hay que poner estos datos en relación
con los del RUMI, que son sospecha, frente a estos que son denuncias firmes”,
detalla Almudena Olaguibel, del Comité Español de Unicef.
Otros 4.393 menores fueron victimas de delitos contra la libertad e
indemnidad sexual en España, que engloba acoso, agresión, pornografía y otros a
través de redes sociales con componente sexual. “Llama la atención que los
niños y adolescentes suponen casi la mitad de todos los delitos contra la
libertad sexual e indemnidad, cuando no son ni la mitad de toda la población
española”, resalta la experta. Por último, otros 26 menores murieron a causa de
agresiones y otros 28 fueron localizados como víctimas de trata con fines de
explotación sexual, dos de explotación laboral y tres que iban a ser casadas a
la fuerza
Estas cifras aumentan con relación a las recogidas en periodos
anteriores, pero para la experta de Unicef no es algo negativo. “Tenemos cada
vez más datos, y aunque hay que cogerlos con pinzas, vemos que ocurre lo mismo
que con la violencia hacia la mujer: tener más casos no significa que haya
aumentado el maltrato, sino que los mecanismos de denuncia se van poniendo en
marcha”.
Por: Lola Hierro
Fuente: https://elpais.com/elpais/2017/10/31/planeta_futuro/1509452811_194730.html
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