domingo, 7 de septiembre de 2014

Hay que acostar a los niños leyendo un libro y no mirando televisión


Es reconocido que la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989, establece que los estados que la suscriben "reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes" En la siguiente publicación, el autor reflexiona sobre la forma de permitir el ejercicio de ese derecho ¿Cuáles son los mejores juguetes?


El pedagogo Francesco Tonucci dictó una conferencia en el ministerio de educación. “Hay que acostar a los niños leyendo un libro y no mirando televisión" Docentes, bibliotecarios y profesionales vinculados con la primera infancia colmaron el salón Maestro Alfredo Bravo del Palacio Sarmiento para escuchar al pensador italiano.

El artículo 31 de la Convención sobre los Derechos del Niño, de 1989, establece que los estados que la suscriben "reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes". En ese sentido, para el pedagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci, "es jugando como el niño se desarrolla, y por eso le es reconocido como un derecho".

Y para jugar, no es necesario gastar un dineral en los juguetes más avanzados a nivel tecnológico. No. "Los buenos juguetes cuestan muy poco", explica Tonucci durante la presentación de la conferencia "Más juego, más movimiento: más infancia" que brindó ayer en el salón Maestro Alfredo Bravo del Palacio Sarmiento, invitado especialmente por la Biblioteca Nacional de Maestros (BNM), en una iniciativa compartida entre el Ministerio de Educación de la Nación y la Fundación Arcor.

"El barro es el príncipe de los juguetes –continuó Tonucci–. El barro no es nada y puede ser todo. Y a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido un material que ha servido para hacer infinidades de cosas. Es un material riquísimo. Y en manos de los niños…" Tonucci no termina la frase y dibuja con su mano abierta un rulo en el aire. La metáfora tiene una explicación: "Un buen juguete es lo que se presta a muchos usos, con distintas condiciones sociales", agrega el pedagogo, que luego enumera y clasifica como buenos juguetes a la pelota y a la muñeca, chiches que todo niño y toda niña han tenido alguna vez y que sirven para muchas cosas.

Pero Tonucci deja para el final la referencia a otro "buen juguete": el libro. "A mí me gusta mucho pensar que algún día un padre le dará dinero a su hijo, lo llevará a una librería y le dirá: 'Elige un libro'." Ese libro, seguramente, se irá a una casa, de la mano de ese niño, esperando ser leído. Y para Tonucci ahí nace la relación que generará un nuevo lector: "Creo que lo más importante es ofrecer a los niños la experiencia de la escucha. No se puede aprender a leer bien y con gusto sin haber vivido, sin haber tenido una experiencia de gozar con la escucha de un adulto que lea al niño. Pero como no todas las familias pueden acceder a ese derecho, es obligación de la escuela hacerlo para todos los niños, de manera que todos tengan una experiencia básica fundamental para pasar a la parte técnica del aprendizaje de la lectura". Para "Frato", como lo apodan al pensador y dibujante italiano, "un niño debería empezar a leer porque desea leer; porque vivió la experiencia fascinante de la escucha de la lectura de libros que un adulto le regaló a lo largo de días y días", y considera que esto debería ser costumbre en las escuelas, con una franja horaria establecida para tal fin. "Esta es la única garantía de que en esos niños pueda surgir el deseo de aprender a leer. Una vez hecho esto, lo más importante ya estará conseguido, y después el aprendizaje instrumental de la lectura es una cosa que los niños hoy en día aprenden solos", agregó.

Además del pedagogo y dibujante  invitado, participaron de la conferencia la socióloga Cristina Diéguez, y especialistas de la Dirección de Educación Inicial del Ministerio de Educación de la Nación. La propuesta ha sido declarada de interés educativo por el Ministerio, y tuvo como eje central el derecho a jugar, buscando interpelar a los adultos sobre las genuinas oportunidades que tienen los niños y las niñas en relación con el juego y el movimiento.

Finalmente, para arrojarse a la práctica de la lectura con un niño, Tonucci recomienda "leer sin temor, sin pensar que se está perdiendo el tiempo o que se podría hacer algo de mayor importancia". Y antes de ir a la cama "acompañar a los niños a dormir leyendo un libro y no mirando la televisión, lo que constituye las bases de la lectura". Esto, siempre, con la idea de jugar con el chico, porque en términos de jugar, para Tonucci "nunca se deja de ser un niño". «



Fuente; Tiempo Argentino
Autor Esteban Schoj

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jueves, 3 de julio de 2014

Comunidad, familia y custodia: el adiós a la tradición


Muchas condiciones de socialización y control de la infancia que imperaban en la sociedad tradicional, han desaparecido. Entonces se trataba de una tarea compartida, hoy la sociedad debe recurrir a que tiene más a mano, de allí que se piense en la escuela para cumplir esa función. Aparecen entonces nuevos interrogantes ¿Cómo combinar enseñanza y custodia, para que ambas sean formativas?


Los niños adoran ir de vacaciones al pueblo, pues para ellos representa un espacio en el que pueden moverse libremente, sin verse encerrados ni en las escuelas —son vacaciones— ni en los hogares —la vida se hace en la calle—. Los padres, aunque quizá preferirían el Caribe —sin niños—, también, pues el pequeño tamaño del lugar, el hecho de que todo el mundo se conozca y la probable inflación de parientes adultos en la casa permiten una socialización no institucionalizada de los cuidados infantiles: se les da de comer a las horas —o ni siquiera eso— y se les deja sueltos el resto del día. Estas vacaciones retro, tan poco atractivas en otros muchos aspectos, tienen, aparte de funciones varias, la espectacular virtud de reproducir las condiciones ya desaparecidas de socialización y control de la infancia en la sociedad tradicional. Por un lado, una comunidad pequeña, en la que todos se conocen directa o indirectamente a través de generaciones —todo el mundo es el hijo de…— y saben a qué familia pertenece cada niño, lo cual permite un control difuso de toda la infancia por toda la generación adulta. Además, los límites son reducidos y accesibles, no hay extraños, los vehículos a motor no tienen otro remedio que circular despacio, etcétera. Por otro lado, una familia extensa en la que se reúnen varias generaciones de adultos y ramas coetáneas del mismo tronco que el resto del año viven separadas, los jóvenes también están libres de escuela y trabajo y pueden cooperar en algunas tareas domésticas —debería decir las jóvenes—, los varones adultos están en casa o cerca de ella —como cuando sólo se alejaban hasta el huerto o el pequeño taller artesanal—, etcétera. En este entorno, el control de los niños y los adolescentes es una carga relativamente liviana y compartida.

Para bien y para mal, esta forma de vida tradicional se ha ido para no volver, aunque reaparezca de manera folclórica en las vacaciones. Ya apenas quedan familias extensas, con más de dos adultos (abuelos, hermanos o primos de los padres…), con un rosario de hermanos entre los que los mayores cuidan de los menores y con la madre permanentemente en casa, al tanto de todo. En lugar de eso tenemos familias nucleares, sin más adultos que la pareja de progenitores, o tal vez con uno solo de ellos (generalmente la madre, aunque las familias de padre y niños son hoy las que más rápidamente crecen), en las que todos tienen un empleo remunerado fuera del hogar aunque sea a tiempo parcial y con una media de menos de dos hijos, es decir, la mayoría con uno o dos hijos —y, aun en este caso o en el caso de tener más, de edades tan próximas que ninguno está en condiciones de cuidar de otro—. El cambio más importante sin duda es la salida de la mujer al mercado de trabajo, incluso cuando tiene lugar en condiciones precarias o de dedicación parcial. El propio magisterio, con su espectacular nivel de feminización, es el mejor testimonio de ello, aunque las maestras no deberían olvidar que no todas las mujeres consiguen trabajos de jornadas cortas y vacaciones largas ni, menos aún, que coincidan minuto a minuto con los horarios y calendarios escolares de sus retoños.

Por otra parte, también han desaparecido las pequeñas comunidades tradicionales (aldeas, pueblos, incluso barrios urbanos en los que las mismas familias han vivido por generaciones) en las que el conocimiento era general y los niños podían sentirse protegidos —y controlados— por todos los adultos. Las ha barrido del mapa la gran ciudad, en la que nadie conoce a nadie, primero, por el número y, segundo, por la intensa movilidad geográfica —y social y profesional, lo que constituye un obstáculo adicional para las relaciones entre los vecinos, que pueden no tener en común otra cosa que la residencia—, tanto inter como intrageneracional. Con ella llegaron las ventajas de la densidad demográfica, la multiplicación de las opciones y las oportunidades, la libertad del anonimato, pero también la anomia, el riesgo, la violencia… Para las familias con hijos, la calle deja de ser la extensión del hogar para convertirse en un lugar más temido que otra cosa.

No estoy lamentando nada, ni mucho menos sugiriendo que cualquier tiempo pasado fue mejor. Se podría hacer una nutrida lista de las ventajas traídas por esta evolución: mayor libertad personal, mayor diversidad social, mayor riqueza cultural, desaparición del agobiante control de las pequeñas comunidades, emancipación progresiva de la mujer, etcétera. Pero resulta igualmente claro que la custodia de la infancia, antes asumida sin problemas por la gran parentela y la pequeña comunidad, ha pasado de no ser problema alguno a constituir el gran problema de muchas familias. Ciudades inabarcables y hostiles y hogares exiguos son ya parte del problema al menos tanto como parte de la solución. En estas circunstancias, la sociedad se vuelve hacia lo que tiene más a mano, y en particular hacia esa institución más próxima a la medida de los niños, a menudo ajardinada y que cuenta con una plantilla profesionalizada en la educación: la escuela.

Aunque entre el profesorado son frecuentes los reproches hacia la “dejación” de responsabilidades por parte de la familia (quieren desembarazarse el mayor tiempo posible de los niños, ven en la escuela una guardería o un aparcamiento, etcétera), nada hay de chocante en este proceso. Se trata, valga la redundancia, de una socialización de la custodia análoga a la de cualquier otra actividad para la cobertura de nuestras necesidades. Los hogares son cada vez menos autosuficientes, y todos consumimos lo que no producimos y producimos lo que no consumimos, como corresponde a una sociedad basada en el intercambio. Además, la mayor parte de lo que producimos lo hacemos en cooperación, lo cual genera notables economías de escala y garantiza cierta normalización, es decir, cierta calidad. Se confía (en parte) la custodia a la escuela como se confía la producción del pan al panadero, la de la leche al lechero, etcétera. Resultaría sencillamente impensable la salida de las mujeres a la esfera pública (o la de los hombres, si no fuera porque ya salieron a costa de las mujeres) sin esa socialización, es decir, sin esa manera colectiva de asumir la custodia. La escuela complementa hoy a la familia como ayer lo hacía la pequeña comunidad entorno.

Lamentarse de este desplazamiento de las funciones de custodia de la infancia hacia la escuela es absurdo. Si los padres tuvieran más tiempo para estar con sus hijos a todas horas, muchos de ellos podrían, simplemente, prescindir de la institución y de quienes trabajan en ella. No es tanta ni tan obvia la superioridad de los maestros sobre las familias a la hora de la educación infantil y primaria. Ya menudean, por cierto, los movimientos desescolarizadores, o por una educación sin escuelas, en los que basta, por ejemplo, el acuerdo de cinco familias conformes y con hijos de una misma edad para sustituir por turnos a la escuela con evidentes ventajas y con desventajas no tan evidentes. La escolarización es un todo que comprende, además de la enseñanza, la custodia y otras funciones, y nunca antes se habían ofrecido por separado. De hecho, cuando el profesorado reclama el apoyo del público general o de su clientela particular para obtener de las administraciones medios que, a la vez, son mejoras de sus perspectivas profesionales (la ampliación de la escolaridad obligatoria o de oferta asegurada, la creación o financiación de más grupos-aula, etcétera) no entra en esos distingos, que sólo llegan después, una vez que ya se ha conseguido lo que se quería. De lo que se trata es, simplemente, de estudiar cómo combinar enseñanza y custodia asegurando que ambas sean formativas.




Extraído de
Educar es cosa de todos: escuela, familia y comunidad
Mariano Fernández Enguita
Universidad de Salamanca

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jueves, 12 de junio de 2014

La escuela y la comunidad: una relación cambiante


En los siguientes párrafos, el autor hace una breve referencia histórica sobre los grandes cambios sociales al justificar las modificaciones de las exigencias sociales hacia la escuela. Desde su punto de vista explica la crisis de la relación entre las familias y la escuela.


Creo recordar que fue Octavio Paz quien dijo que la historia de España y América era la de un encuentro, un desencuentro y un reencuentro. La secuencia resulta particularmente sugestiva para la escuela, pues el símil entre la educación (de los individuos) y la civilización (de las sociedades) no es nuevo en modo alguno. El descubrimientode América por los españoles y la colonización europea del África subsahariana y de los mares del Sur alimentaron una idea de la evolución de la humanidad, de la barbarie a la civilización, que pronto se proyectaría sobre la escuela. El niño, decía por ejemplo Hegel, debe recorrer en su educación las sucesivas fases que ha seguido la humanidad en su proceso de civilización. La ontogénesis —el desarrollo del individuo—, diríamos hoy, debe seguir los pasos de la filogénesis —el desarrollo de la especie—. El Emilio de Rousseau no era sino una transposición del buen salvaje, conducido suavemente por su mentor hacia la madurez, es decir, hacia la civilización.

El periodo de expansión de la escolarización fue y todavía es un poco como la conquista de América. También se ha dicho del encuentro entre los dos mundos que fue más bien un encontronazo, y lo mismo cabría predicar de la escolarización: familias carentes de educación en vez de indios ajenos a la civilización, aldeas o barrios de absorción en vez de asentamientos, maestros en vez de misioneros, escuelas en vez de iglesias o misiones, la letra —que con sangre entra— en vez de la cruz —pero, generalmente, mezclada con ella—, la obligatoriedad escolar en el lugar del repartimiento y la encomienda… Las familias, por un lado, no podían resistirse a esa invasión, y, por otro, no veían por qué hacerlo, dado que, al fin y al cabo, también abría para sus hijos un mundo de oportunidades inéditas y prometedoras. En el mejor de los casos, la generalización de la escolaridad puso a la institución en contacto con un mar de familias deferentes, situadas y percibidas por ambas partes un escalón por debajo de aquélla en la escala de la cultura, de la civilización, de la modernidad, del progreso. Al mismo tiempo, sin embargo, la escuela presuponía a la familia, contaba con ella como base de apoyo, si bien el profesorado, en su ámbito de actuación, sustituía con plenos derechos a los padres (in loco parentis).

Todo eso ha cambiado de forma radical. La familia ya no está en el lugar asignado o, por lo menos, ya no es la misma familia, con las mismas posibilidades y funcionalidades que antaño desde el punto de vista de la escuela. Esto supone un desplazamiento de la familia a la escuela, en primer lugar, de las funciones de custodia, y, segundo, de la socialización en su forma más elemental. Por otra parte, la familia ya no acepta con facilidad una posición de subordinación deferente frente al profesorado, lo cual produce un tercer problema: el de quién controla a quién.


Extraído de
Educar es cosa de todos: escuela, familia y comunidad
Mariano Fernández Enguita
Universidad de Salamanca
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viernes, 16 de mayo de 2014

La participación de las madres y los padres en los centros escolares


La familia es la máxima responsable de la educación de los jóvenes, pero no la única, la escuela tiene funciones que cumplir, también la administración política. Todos tenemos en común la búsqueda de calidad en el sistema educativo, e indiscutiblemente la participación es uno de los factores más importantes ¿De qué manera puede participar la familia en los centros escolares?


Los padres y madres somos los máximos responsables de la educación de nuestros hijos y tenemos el deber de velar por su formación integral. A partir de una determinada edad, delegamos en los maestros una parte de esta labor educativa: en la escuela se instruye y se educa, se aprenden conocimientos y se transmiten valores. La Administración, por su parte, es la responsable última de procurar una educación para el conjunto de la ciudadanía, proporcionando un marco que facilite esta tarea: leyes, espacios, recursos, gestión, la formación de los maestros y profesores, y el control de calidad de todo el sistema. Pero todavía tiene una tarea más importante: crear las condiciones para que la educación sea un elemento compensador de las desigualdades.

La participación es un factor de calidad para el sistema educativo y un instrumento básico para la formación de ciudadanos y ciudadanas autónomos, libres, responsables y comprometidos con los principios y valores de la Constitución.

Una escuela de calidad es aquella que sabe dar respuesta a las necesidades específicas de todos y cada uno de los alumnos, que es capaz de potenciar sus capacidades de manera individualizada y coordinada con las familias, que decide sus objetivos y que es gestionada con el máximo consenso de toda la comunidad educativa, que establece canales regulares de comunicación con las familias, que es capaz de enseñar a ser y de formar ciudadanos a todos sus alumnos sin exclusión, que es capaz de mejorar en función de esta evaluación. Éstas son también algunas de las características esenciales de la escuela basada en la participación.

Formas de participación de las familias en los centros escolares
Los padres y las madres tenemos diversas maneras de participar en los centros escolares. La familia puede participar en la vida y gestión de los centros docentes tanto de forma individual, a través de las tutorías, como de forma colectiva, a través de las asociaciones de madres y padres del alumnado y de los Consejos Escolares. Un primer nivel, el más básico, implica estar informados de lo que acontece en la escuela, interesarnos por todo lo que hacen nuestros hijos, asistir a las reuniones de clase o de tutoría, o establecer una coordinación entre nuestra actividad educadora y la del centro.

La participación individual
Esta participación tiene su propio instrumento: las tutorías. La tutoría y la orientación son parte esencial de la función docente. La función tutorial y orientadora del alumnado se desarrollará a lo largo de todas las etapas y enseñanzas. Cada alumno y alumna tiene asignado un tutor o tutora que conoce su expediente académico y su situación personal en el centro escolar y se ocupa de la relación con su familia.

En la actualidad la tutoría abarca un conjunto de actuaciones plenamente integradas en la función docente, actuaciones que no pueden limitarse al mero seguimiento del progreso académico del alumnado, sino que deben ser entendidas como la manera de alcanzar un mayor conocimiento de los alumnos y las alumnas y con ello mejorar su integración escolar y social y su proceso de enseñanza y aprendizaje.

La relación de los tutores y tutoras con las familias del alumnado se lleva a cabo habitualmente a través de entrevistas individuales, que se realizarán previa cita y en horario de tarde. Será necesario realizar varias entrevistas a lo largo del curso escolar, con objeto de mejorar el conocimiento por parte de las familias y tutores y tutoras del progreso personal y académico del alumnado.

Asimismo, los tutores y tutoras podrán convocar a todos los padres y madres del alumnado del grupo que tienen a su cargo para informarles de aquellos aspectos que consideren relevantes en relación con su tutoría. Con carácter preceptivo convocarán una reunión general de padres y madres antes de la finalización del mes de noviembre de cada año para exponer el plan global de trabajo del curso, la programación y los criterios y procedimientos de evaluación, así como las medidas de apoyo que, en su caso, se vayan a desarrollar.

Un segundo nivel aparece después de tomar conciencia de formar parte de un colectivo que tiene unas necesidades comunes (comedor escolar, actividades extraescolares, etc. ) y unos mismos objetivos: conseguir una enseñanza de calidad. Para todo esto debemos ser socios de la asociación de madres y padres de alumnos (AMPA), en donde las madres, padres o tutores legales, de manera colectiva, trabajamos para dar respuesta a estas inquietudes y necesidades.

La participación colectiva
La participación de las familias puede hacerse también a través de sus entidades representativas, las asociaciones de madres y padres del alumnado (AMPA), lo que permite abordar de manera colectiva los problemas y organizar soluciones y actividades para conseguir unos fines comunes.

El marco legal vigente hasta ahora nos proporciona una tercera posibilidad: los consejos escolares (de centro, municipales, autonómicos y estatales). En el caso de los consejos escolares de centro, la participación implica capacidad de toma de decisiones y en el resto, capacidad de opinar y asesorar a las administraciones.
En el ámbito de la participación, las madres y los padres del alumnado tienen reconocidos, entre otros, los siguientes derechos:

-          Estar informados sobre el progreso del aprendizaje e integración socioeducativa de sus hijos e hijas.
-          Participar en el proceso de enseñanza y aprendizaje de sus hijos e hijas.
-          Participar en la organización, funcionamiento, gobierno y evaluación del centro educativo.
-          Ser oídos en aquellas decisiones que afecten a la orientación académica y profesional de sus hijos e hijas.

Por otra parte, como primeros responsables de la educación de sus hijos, hijas, a las familias les corresponde:

-          Adoptar las medidas necesarias, o solicitar la ayuda correspondiente en caso de dificultad, para que cursen las enseñanzas obligatorias y asistan regularmente a clase.
-          Proporcionar, en la medida de sus disponibilidades, los recursos y las condiciones necesarias para el progreso escolar.
-          Estimularles para que lleven a cabo las actividades de estudio que se les encomienden.
-          Participar de manera activa en las actividades que se establezcan en virtud de los compromisos educativos de los centros con las familias para mejorar su rendimiento.
-          Conocer, participar y apoyar la evolución de su proceso educativo, en colaboración con el profesorado y el centro.
-          Respetar y hacer respetar las normas establecidas por el centro, la autoridad y las indicaciones u orientaciones educativas del profesorado.
-          Fomentar el respeto por todos los componentes de la comunidad educativa.

La cultura de la participación en el ámbito educativo puede ayudar a reducir los conflictos que se producen en los centros docentes, conflictos que, por otra parte, son inherentes a cualquier actividad humana, así como resolverlos en el caso de que aparezcan. Establecer mecanismos de prevención y resolución pacífica de los conflictos forma parte de la educación para una formación integral, una educación que contempla el desarrollo de la autonomía del alumnado y de su espíritu crítico, su capacidad para tomar decisiones, trabajar en equipo, convivir e integrarse socialmente.


Extraído de
La participación de las madres y padres en los centros escolares
Francisco Montañés
Junta Directiva de CEAPA

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lunes, 7 de abril de 2014

Dificultades para la participación en las escuelas



Es totalmente reconocida, la necesidad del involucramiento familiar en las escuelas, como también las dificultades de su concreción ¿Cuáles son las causas de la falta de participación? ¿Qué barreras hay de derribar? ¿Cómo mejorar la cultura participativa? ¿Afecta el individualismo?


 ¿Por qué no se involucran los padres y por qué no se favorece esta participación?
Martínez Cerón responde a estos interrogantes destacando tres causas:

• la ausencia de una cultura participativa.
• el individualismo y ausencia de pertenencia a una comunidad.
• la falta de información y formación.

En cuanto a la primera causa,  Sarramona y Rodríguez Neira subrayan que la participación es una característica fundamental de la democracia. Ahora bien, para que la ciudadanía se implique ha de experimentar sus beneficios, no puede consistir en una mera posibilidad.

Según Martínez Cerón un motivo de esta ausencia de cultura participativa se debe a que aún “en muchas escuelas no existe la convicción de que se debe aceptar que los padres y madres entren en el centro. Se sigue pensando que son unos intrusos y que invaden un terreno que no les pertenece” Esta realidad es fruto de la  falta de formación del profesorado en el amplio campo de la educación familiar en la que debe incluirse cómo atender a los padres en los centros educativos, cómo formales para su participación y cómo colaborar con ellos en la educación de sus hijos. Esta asignatura pendiente del profesorado conlleva graves situaciones de desencuentro con las familias.

“(...) la creación de una cultura participativa en los centros educativos pasa por mejorar la implicación de las familias, mejorando los canales de comunicación, coordinación e información, al mismo tiempo que se ofrezcan verdaderas oportunidades de acceder a cuestiones de fondo que sobrepasan los límites de la apariencia y lo superficial” (Murillo).

Construir una “cultura de participación” supone reconocer por todos los miembros de la comunidad escolar que la participación es un valor esencial para educar a una ciudadanía activa, informada y responsable. (Bolivar).

La segunda causa se ciñe a uno de los problemas más graves de nuestra sociedad: el individualismo, el yo frente a todo bien colectivo. (Ruiz Corbella).

Prima el bienestar particular, los derechos de cada ciudadano, frente a los derechos de un colectivo, o los deberes para con él. Lógicamente, este sentimiento individualista no favorece una cultura participativa. Ahora bien, ese individualismo es capaz de ser superado si se logra favorecer un sentimiento de pertenencia al grupo, a una comunidad. (…) resulta esencial subrayar el sentido de pertenencia, ya que si se habla de colaborar, participar, cooperar, etc. en la  construcción y desarrollo de un centro educativo, o de cualquier comunidad, es lógico que se apoye en un sentimiento de pertenencia al mismo, que cada uno se sienta parte de ese grupo y del proyecto que se está llevando a cabo. Si no se crea esa identidad, será difícil que se quiera colaborar en el desarrollo de proyectos comunes. Se podrá hablar de derechos, no de deberes, de yuxtaposición de individualidades y no de un auténtico sentido de convivencia, en el que no cabe el desarrollo de un Proyecto de Centro. (Pérez Corbella)

Lógicamente, será necesario desplegar y consolidar la identidad en todos los órdenes. Sin este ese sentido de pertenencia, será absurdo pretender una participación activa, ya que “no son las estructuras formales básicas de una democracia las que dan fuerza y estabilidad a una democracia, como se creyó durante mucho tiempo, sino las virtudes cívicas y participación activa de sus ciudadanos los que dan vigor democrático a las instituciones y las hacen sostenibles” (Bolivar).

El sentido de pertenencia no sólo nos brinda la posibilidad de identificarnos con las señas de identidad propias de nuestra comunidad escolar, sino también de ser portadores de ellas” (Martínez Cerón).

De aquí la relevancia de que las familias participen en el desarrollo del Proyecto de Centro, síntesis de influencias y resultado del equilibrio entre las exigencias del sistema educativo y las demandas del contexto próximo, marco directriz que dará coherencia a las actuaciones educativas de cada centro.(Pérez Corbella).

(…) De ahí que resulte esencial que el Proyecto de Centro sea realmente un documento vivo y conocido por todos, a la vez que favorecer la participación en su mejora, en su evaluación y desarrollo. (Pérez Corbella).

La tercera causa que Martínez Cerón considera para la falta de participación de los padres en la comunidad educativa es la ausencia o deficiencia de información y formación. Tanto una como la otra son necesarias para que esta participación se materialice. Ahora, entre las dos destaca la información como elemento clave para poder intervenir en igualdad de condiciones y comprender el sentido de esa acción. Si se desconocen los contenidos básicos del funcionamiento de un centro (el Proyecto de Centro, su organización, el sistema educativo, los contenidos curriculares y organizativos de la etapa que cursan sus hijos, etc.), difícilmente podrá sentirse parte de ese proyecto, difícilmente podrá involucrarse en el logro de los objetivos que se hayan propuesto, difícilmente se podrá tomar decisiones. (Pérez Corbella).



Extraído de
La participación de las familias en el sistema educativo.
Nieves Sánchez Domínguez.
Tutor: José Carlos Fernández Sanchidrián.
Trabajo Fin de Máster en Profesor de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanzas de Idiomas. Especialidad Biología y Geología.
Universidad de Valladolid.


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domingo, 2 de marzo de 2014

Padres de familia: aliados estratégicos de la escuela


Uno de los desafíos de la docencia consiste en la creación de canales de comunicación para efectivizar la alianza con los padres ¿Qué ámbitos pueden ser apropiados para la colaboración? ¿Cómo mejorar la cooperación?


El inicio de un ciclo escolar es siempre la mejor oportunidad para plantear estrategias concretas que nos permitan mejorar la práctica docente. Muchas veces estas estrategias están directamente relacionadas con nuestro trabajo, con los estudiantes, o con las actividades dentro de los centros educativos. Sin embargo, cada vez dejamos de planificar más el trabajo y las actividades con los padres de familia.

Celestín Freinet sostenía que los padres de familia son parte fundamental de la educación formal de sus hijos, y que son los maestros los responsables de ayudarlos a ser miembros activos de esta labor. Como docentes debemos tener claro que no podemos simplemente asumir que los padres de familia están muy ocupados, que no les agrada apoyarnos, y que por ello no hay mucho que hacer al respecto. Todo lo contrario: es nuestra obligación como profesores orientar y crear los espacios de comunicación adecuados y las diferentes instancias en que los padres pueden ser nuestros aliados estratégicos. A continuación detallamos varias áreas en las que los profesores podemos trabajar en conjunto con los padres para lograr mejores resultados en la educación de nuestros niños y jóvenes.

Hace poco mientras esperaba el autobús del recorrido con mis hijos, vi a uno de los niños del condominio que venía corriendo. Creía estar un tanto atrasado para tomar su bus; cuando llegó y nos vio supo que todavía tenía unos minutos. En sus manos traía un envase de cartón con un jugo artificial, tan lleno de colorante que sus dientes se veían rojos cuando sonreía. Le pregunté que por qué tomaba esos dulces tan temprano, que podría dolerle la barriga, y su respuesta fue: “Es mi desayuno”. Este “desayuno” lleno de azúcar, químicos y carente de todos los nutrientes que requiere un niño que va a estudiar de 7 a 8 horas, tiene incidencia directa en su rendimiento escolar.

Somos los profesores los responsables de explicar a los padres de familia que un desayuno adecuado es la base de un buen inicio para que los niños aprovechen sus jornadas escolares. Ingerir proteínas, carbohidratos, vitaminas es vital no solo para el desarrollo corporal, sino también para el desarrollo intelectual (Restak). De nada servirán los mejores recursos didácticos, ni la mejor planificación académica si el niño no está apoyado desde la parte nutricional para aprender.

Lo mismo ocurre con otros aspectos, como el tiempo de dormir. La mayoría de padres considera que el sueño es importante para descansar, recuperar energías y crecer. Lo que la mayoría desconoce es que el sueño es vital para la consolidación de la memoria; si un niño no duerme de manera adecuada, si pasa mala noche, simplemente su memoria no podrá almacenar adecuadamente todo lo que ha aprendido en el transcurso del día.

¡Y ni qué hablar del área emocional! Debemos evidenciar a los padres de familia que si discuten, pelean o peor, si se agreden física o sicológicamente frente a sus hijos, esto los afecta por la descarga hormonal y el estrés que sufren.

Y no es solo en el momento en que esto ocurre, sino que los niños quedan afectados, lo cual incidirá obviamente en su rendimiento escolar.

Con la guía adecuada de un buen profesor, los padres de familia pueden ser aliados estratégicos. Lo primero es que el profesor cree buenos espacios de comunicación, informe el porqué de sus pedidos a los padres, y logre de ese modo un trabajo mancomunado. No es lo mismo decirles “no dejen que los niños vean mucha televisión” a decirles “de acuerdo a varios estudios realizados por universidades, los niños que ven de dos a tres horas diarias de televisión van perdiendo habilidades y destrezas de tipo intelectual como por ejemplo su tiempo de concentración, su atención, su capacidad de retención, entre otras” (Murkoff).

Una recomendación bien argumentada no solo hará que los padres trabajen con los profesores en la formación de buenas rutinas y hábitos, sino que confíen en el profesor para desde el hogar puedan mantener reglas similares que apoyen una buena formación tanto humana como académica. Empecemos este año lectivo ofreciendo a los padres guías claras sobre crianza para lograr el potencial de aprendizaje en sus hijos.


Extraído de:
Padres de familia: aliados estratégicos de la escuela
Por: Nancy Crespo

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domingo, 2 de febrero de 2014

Aprendizaje, factores que influyen y mecanismos


En el siguiente artículo se presentarán algunas de las definiciones de aprendizajes en boga, considerando además los factores que inciden en los mismos y desde la perspectiva constructivista respondiendo a la pregunta ¿Cómo se aprende?
 


Definición de Aprendizaje:
El aprendizaje se constituye como una variable fundamental dentro de la presente investigación. El fenómeno de aprender, implica la adquisición y transformación de conocimientos, habilidades, estrategias, creencias, actitudes y conductas y por otra parte, exige capacidades lingüísticas, motoras y sociales.(Shunk D.)

Adscribiendo al énfasis en los aspectos cognoscitivos presentes en el fenómeno, en particular respecto a las estrategias y creencias de los sujetos, entenderemos que Aprender “es considerado como un proceso por medio del cual existe una construcción del conocimiento de las personas partiendo de las experiencias adquiridas con el entorno, en ciertas ocasiones estas pueden ser de gran manera significativas de acuerdo con su nivel de desarrollo. Vigotsky (1931) plantea que en el proceso de construcción del conocimiento se debe enseñar a pensar, enseñar a aprender y enseñar a crear. Por ende es importante impartir conocimientos teóricos, pero aun más relevante aprender teniendo en cuenta el aprendizaje es la cultura y la sociedad”. (Shuell)

De este modo, el aprendizaje es un proceso interno del niño o la niña, que le permite construir y modificar conocimientos, habilidades, estrategias, creencias, actitudes y conductas; que se traducen en conductas observables, acciones o verbalizaciones. Estas construcciones deben ser duraderas y transferibles hacia otros ámbitos diferentes desde los cuales se aprende.

Factores que influyen en el aprendizaje:
Continuando con la teoría sociocultural, expuesta por el psicopedagogo Lev Semiónovich Vigotsky, se enfatiza la relación activa del niño o niña con su ambiente, de modo que el entorno social y cultural juega el rol fundamental en el proceso de aprendizaje. De hecho, se llega a afirmar que el desarrollo de las funciones psicológicas superiores, tales como el lenguaje, la capacidad de planificar y otras competencias metacognitivas, es el resultado del proceso de aprendizaje y de la instrucción. (Vygotsky).

Este proceso de aprendizaje se da a partir de las acciones emprendidas en la llamada Zona de Desarrollo Próximo o Zona de Desarrollo Potencial que corresponde al área en la que el aprendiz desarrolla una tarea que no está preparado para enfrentar sólo, pero que logra resolver con la ayuda de un mediador. Por tanto, desde la perspectiva sociocultural de aprendizaje, estos se generan en espacios de mediación, es decir, ambientes relacionales en los cuales el o los sujetos establecen un tipo de interacción particular de enseñanza – aprendizaje con otro u otros. La mediación, implica que el adulto estaría puesto en el proceso de guía, por el hecho de dominar ciertas competencias, frente a aquel que no lo hace o lo hace a un nivel menos avanzado. Dichos espacios y relaciones parecen ser un componente natural en la interacción humana, tanto a nivel íntimo familiar, como a nivel general, como por ejemplo, en el sistema educacional.

Desde este sentido, el aprendizaje además de ser concebido como la construcción de conocimiento de una manera sistemática y organizada; también en esta construcción intervienen factores determinantes como lo son las actitudes, las aptitudes y los contenidos (La Francesco), de estos se deriva la formación en el ser, en el pensar, el hacer y el saber. Dando lugar a los llamados aprendizajes significativos los cuales son de gran importancia para que exista un completo proceso cognoscitivo. Por lo anterior se evidencia que en el proceso de aprendizaje intervienen múltiples factores, así mismo en la adquisición del conocimiento en los estudiantes se ven involucrados otros componentes, uno de ellos es la memoria en la cual el adolescente experimenta múltiples cambios siendo más racional debido que para la construcción, asimilación y apropiación de contenidos utiliza procesos como la comparación logrando asociaciones más complejas en forma sistemática.

A su vez, es importante destacar factores: Interpersonales: Los cambios evolutivos que tienen lugar durante el aprendizaje pueden ser cognitivos, emocionales y corporales, otro factor es la competencia instrumental como el conjunto de conocimientos que el sujeto posee que son “llave” para afrontar nuevas tareas. Así mismo, son necesarios conocimientos previos, las estrategias de aprendizaje y memoria, y el estilo de aprendizaje. De igual forma, la motivación para aprender es necesaria para que se puedan producir nuevos aprendizajes.

Se propone entonces factores que implican directamente la relación con el contexto social, el cual influye en el aprendizaje más que las actitudes y las creencias; tiene una profunda influencia en el cómo se piensa y en lo que se piensa.

Mecanismo de aprendizaje:
Desde la perspectiva Constructivista, para lograr aprendizajes que favorezcan el desarrollo integral del niño o la niña, se plantea, la necesidad de generar un proceso de enseñanza–aprendizaje significativo, como lo sustenta David Ausubel, en su teoría aprendizajes significativos, es decir, que responda a su contexto, sus intereses, que promueva la activación de sus conocimientos previos y la posibilidad de transferencia hacia otros ámbitos desde los cuales se enseña.

Cabe destacar que el proporcionar aprendizajes significativos, requiere del de- sarrollo de estrategias de enseñanza y de aprendizaje. Estas corresponden a procedimientos flexibles y adaptables a diferentes situaciones.

Dicho en otras palabras, las estrategias se contextualizan, en función de captar el interés del educando y permitir la transferencia de la nueva información.

Desde esta perspectiva, las estrategias de enseñanza, se entienden como procedimientos o recursos que el agente de enseñanza maneja para desarrollar aprendizajes significativos. De lo que se desprende que la responsabilidad del diseño de la estrategia recae, en el docente o agente educador. Por otro lado, una estrategia de aprendizaje es un procedimiento (conjunto de pasos o habilidades) que un niño o niña adquiere y utiliza de forma intencional como instrumento flexible para aprender significativamente y solucionar problemas y demandas académicas. Los objetivos particulares de cualquier estrategia de aprendizaje pueden influir en qué se selecciona, adquiere, organiza y por otro lado en la modificación del estado motivacional. Estas estrategias corresponden a una serie de “ayudas” internalizadas en el aprendiz, que éste decide cuándo y por qué aplicarlas, de modo que se adquieren como mecanismos de autorregulación.

La relevancia de las estrategias de aprendizaje, se relaciona con que permiten una mayor eficacia para aprender, es decir, para desarrollar un cambio perdurable de conductas. A continuación, se establece la relación escuela y familia para lo cual, se presentan definiciones de escuela y por ultimo su articulación con la familia para contribuir en los procesos de aprendizaje. 



Extraído de:
Acompañamiento Familiar en los procesos de Aprendizaje
Yuli Tatiana Lan Fuentes
Diana Marcela Blandón Restrepo
Mónica Marcela Rodríguez Valencia
Luz Edelia Vásquez Raigoza
Universidad de San Buenaventura Seccional Medellin
Facultad de Educación
Licenciatura en Lengua Castellana
Medellin 2013
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martes, 14 de enero de 2014

¿Problemas entre los hijos y el colegio?



En la vida escolar de los hijos es esperable que surjan problemas ¿Qué actitud de los padres es considerable como positiva? ¿Qué hacer ante las quejas de los hijos sobre el colegio? ¿Qué motivos de quejas son los más frecuentes? ¿Qué hacer cuando el colegio se queja del niño?


Los padres, en ocasiones, se enfrentan a la educación de sus hijos con temores de no poder estar a la altura de los tiempos y los métodos educativos. Pero no hay por qué sentirse así, no hace falta ser una persona de gran cultura, ni gran nivel intelectual ni adquirir métodos de aprendizaje especiales. Lo más importante que debemos tener es una actitud positiva y unas expectativas razonables.

Existe un objetivo primordial: desarrollar en los hijos un fuerte deseo de aprender acompañado de un sentido de la responsabilidad y confianza en sí mismo para llevar a cabo las tareas escolares. Los padres deben ser defensores de los hijos, guiarlos, apoyarlos y saber también quedar en la sombra para que ellos asuman sus responsabilidades en el colegio.

Si un hijo quiere aprender y está convencido de que el colegio es importante, el éxito está garantizado. El objetivo de los padres debe dirigirse a fomentar una actitud positiva en los hijos y a darles motivaciones para tener éxito en el colegio, cuanto antes, mejor.

La actitud de los padres ante el colegio y el modo de comunicarla ejercen una fuerte influencia en los sentimientos de los niños. Aún así, existen algunos problemas que trataremos de resolver. Uno de ellos surge cuando el hijo se queja del colegio; otro, cuando es el colegio el que se queja del niño; y, por último, podemos hablar de cuando el profesor y el niño no se llevan bien, es decir, no hoy entendimiento entre ellos. Analicemos cada uno de estos supuestos.

La primera cuestión que nos podemos plantear es cuando el hijo se queja del colegio. En primer lugar hay que tener cuidado a la hora de interpretar sus quejas, asegurarse que no existe una razón de fondo mas grave. Las quejas obedecen a diversas razones:
·      Algo o alguien le molesta.
·      Quiere encubrir algo más serio.
·      Quiere llamar la atención de los padres.
Algunas quejas reflejan luchas infantiles morales que forman parte del desarrollo sano de cualquier niño. Los padres deben escuchar las quejas para que el niño no piense que no se le toma en serio y aprender o distinguir si surgen de un problema real en el colegio o no. La mayoría de los niños no son capaces de describir con exactitud lo que les molesta y utilizan el colegio como un todo ya que así es un objetivo fácil. Si se quejan de algo que nadie puede comprobar pueden obtener comprensión, desviando la atención sobre el colegio en general, frente al cual los padres ejercen poco control.

Otro motivo de queja es la injusticia. Cuando el niño es uno más entre centenares y tiene que ajustarse a un complejo sistema de normas y reglas, es raro que no se sienta injustamente tratado en algún momento de su vida escolar Una situación injusta que se suele dar en los colegios es la que se llama "de reacción posterior": un niño hace algo a posteriori en reacción a algo que le han hecho a él. Lo podemos describir mejor con un ejemplo: un niño le hace algo a otro (el profesor no mira). El segundo niño reacciona atrayendo la atención del profesor quien ve la segunda reacción pero no quién la provocó. El segundo niño recibe el castigo. Los profesores son humanos y tienen sus defectos como cualquier otro profesional. Uno de ellos consiste en la humana tendencia de tratar a los niños de forma desigual. En ocasiones el profesor ''etiqueta" al niño al que le resulta difícil librarse de ella.

Existen otros motivos por los que el niño puede quejarse, como son:
·      El niño tiene dificultades con el profesor, con algunas asignaturas o con las normas del colegio.
·      Algún/os niño/s se ensañan con él, le toman el pelo, le excluyen del juego o maltratan.
·      Síndrome de separación: cuando pasa de la guardería al colegio. En este caso el niño se quejará de todo e incluso puede ponerse enfermo.
·      Hay niños que dominan la frustración mejor que otros. Cuando no se consigue puede aparecer esto: "el profesor la ha tomado conmigo".
·      Los niños que han dejado de ser dirigentes ya sea por haber perdido a sus amigos (cambio de colegio) o ven que su papel no es valorado, empiezan a quejarse de todo y a culpar al profesor o al colegio de su "marginación".
·      El niño se queja del colegio para llamar la atención de sus padres.
·      El niño siente temor al fracaso aún cuando tenga éxito. Como el colegio provoca tensión, lo consideran responsable de sus males.

 En muchos casos si el profesor conociera la situación tendría capacidad de solucionarla, pero él no es adivino... Solución: hay que transmitirle al niño la necesidad de que comunique sus necesidades y sentimientos.

Ya hemos visto diversos tipos de quejas que puede hacer el niño en relación con el colegio. Es necesario que llegado a este punto analicemos ¿Qué pueden hacer los padres?. Explicaremos las distintas posibilidades a través de los siguientes puntos:

1. Hablar y escuchar. Aceptar lo que dice el niño sin juzgarlo y animarle a hablar libremente para obtener una visión global de los motivos de la queja.

2. Proporcionar directrices. Si le preguntamos: ¿qué crees que debes hacer?, ¿cómo puedes solucionar el problema?, ¿lo has discutido con tus amigos del colegio?, etc., guiaremos al niño a la raíz del problema y a que acepte la responsabilidad de resolver por sí mismo el problema.

3. ¿Qué quieres que haga?. Hay que conocer los deseos del niño ya que a veces quieren quejarse pero no que los padres intervengan.

4. Consultar en el colegio. Dependerá de la gravedad de la queja y de si el niño ha pedido nuestra intervención. Si la queja es seria y tiene fundamento hay que concertar una cita con el profesor, el niño y los padres.

5. Investigar el problema. La reunión no debe centrarse en adjudicar culpas sino en investigar el problema.

6. Trazar un plan. Ayudar al niño a averiguar lo que debe hacer en la siguiente ocasión.

7. Preguntar. Hablar con el niño de vez en cuando para saber cómo van las cosas. Esta medida es preventiva y de esta forma garantizamos estar debidamente informados lo que tranquiliza a todos, tanto al niño como a los padres.
Hasta el momento hemos analizado la situación que se produce cuando el niño se queja del colegio y qué pueden hacer los padres. Es necesario también reflexionar sobre la situación que se produce cuando el colegio se queja del niño. Se produce la queja cuando la actuación o conducta del niño dificulta el funcionamiento de otros alumnos o el niño no respeta ciertas normas. Ante esta realidad los padres deben tomarse en serio estas quejas:
·      El niño se resiste a la autoridad.
·      Maltrata a otros.
·      Muestra falta de respeto a los adultos.
·      Lleva objetos o sustancias prohibidas a las aulas.
·      Destruye propiedades del colegio.
·      Muestra incapacidad para dominar sus impulsos.

Como sugerencias para solucionar estos problemas tanto si se está de acuerdo con el colegio como si no, podemos dar las siguientes:
·      Oír ambas partes para llegar a la raíz del problema.
·      Fijar el objetivo de conciliar las opiniones de todos los implicados en la situación.
·      Procurar no culpar a alguien en concreto, y si la situación requiere un castigo no eximir a las partes culpables de las consecuencias (tampoco al niño).
·      Los padres deben averiguar de qué es responsable su hijo y admitirlo. El niño debe tomar conciencia de su responsabilidad y el colegio evitar que se convierta en víctima al niño.
·      Llegar a acuerdos y soluciones.
·      Establecer líneas de comunicación; qué hacer en casa y qué en el colegio.

 Si los padres consideran justo el castigo, no prolongarlo en casa. Si hay que reforzar con restricciones en casa hay que hacerlo en un periodo limitado.

 Si los padres piensan que el colegio trata la situación de forma injusta o erróneamente no hay que someterse. Esto demuestra que no se han establecido relaciones adecuadas.

 Más vale mantener el tipo y la sonrisa. Que el colegio conozca a los padres equivale a tener una póliza de seguros.

Por último, cabe hablar de otro tipo de conflictos que nacen de las relaciones interpersonales y son aquellas situaciones que se resumen en que el profesor y el niño no se llevan bien. Generalmente los profesores sienten un profundo cariño por sus alumnos y los niños les recuerdan durante toda su vida. Pero existe la posibilidad de que no se entiendan. Son varias las razones que originan el conflicto:
·      La relación empezó mal.
·      Hay "conflicto de caracteres".
·      Hay postura punitiva del profesor injustamente.
·      El profesor ha herido con sus palabras al niño.
·      El niño se ha esforzado por adaptarse sin conseguirlo, etc.
·      El niño reta al profesor para llamar la atención.
·      Al niño le cuesta vivir las normas de funcionamiento del grupo-clase.
·
Para resolver la situación hemos de tener en cuenta a la apreciación de todas las partes implicadas, es decir, el profesor y el niño. Los padres deberán ser los defensores de la verdad de la situación, y si es su hijo la causa principal del conflicto elaborar la respuesta educativa correcta en colaboración con el centro educativo. De igual manera colaborar con el centro para introducir los cambios oportunos en el profesorado.

El primer paso es hablar con el profesor y en segundo término con el tutor, jefe de estudios e incluso el director. Esta reunión será entre padres, profesor y tutor-jefe de estudios-director (depende de la complicación del caso e implicación del equipo directivo). Normalmente estas actuaciones nos llevarán a feliz término pero si no fuera así, habría que valorar otras opciones: Posibilidad de que pasara con otro profesor, consultar con el Consejo Escolar...

Como resumen diremos que si cubrimos las necesidades de la Educación Preescolar, Infantil y Primaria estaremos ayudando a que nuestros hijos triunfen en el colegio ya que ésta época es fundamental en la vida escolar y a menudo no es atendida y valorada por los padres. No olvidemos que el niño que necesita ayuda en la Educación Secundaria quizá no recibiera la guía paterna desde el principio y en esto consiste la base de todo.


Fuente
Escuela de Padres
MEC
Ministerio de Educación de España


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