jueves, 30 de abril de 2020

5 consejos para favorecer el estudio en casa


El cierre temporal de los centros educativos en multitud de provincias como medida de control frente al Coronavirus obliga a los alumnos a seguir estudiando y formándose desde el hogar. La psicóloga Laura Carrillo Menor ofrece cinco pautas a los padres para favorecer un entorno de estudio en casa.




¿Cómo se puede mantener la motivación de los menores para que estudien en casa? ¿Cómo es un ambiente de estudio ideal? ¿Cada cuánto deberían descansar? Estas son algunas de las preguntas que se hacen las familias ante las próximas semanas de cierre de los centros educativos, que obligan a sus hijos a quedarse en casa y continuar desde ella con su formación

La psicóloga clínica experta en Educación Laura Carillo Menor expone aquí algunas pautas y consejos para que los padres favorezcan el hábito de estudio de sus hijos. 

Creando un ambiente de estudio en casa
Crear un ambiente adecuado en casa será fructífero en estos momentos por el Coronavirus, pero también puede ser el comienzo de un buen hábito de estudio tan importante para el futuro de los niños.

Los cerebros de los seres humanos funcionan mejor cuando tienen adquiridas unas rutinas y saben lo que tienen que hacer en cada momento; por ejemplo, cuando uno tiene asimilada la rutina de lavarse los dientes antes de acostarse, si un día no lo hace sentirá que le falta algo por hacer. 
Es por ello que es necesario comenzar a crear una rutina de clases en casa parecida a la que llevan a cabo en el colegio.
·         Despertarse todos los días a la misma hora: la alarma seguirá sonando, ya que no es adecuado que crean que están de vacaciones. Si se despiertan cuando quieran, se dormirán cuando ya no aguanten más.
·         Cuando comiencen su tiempo de trabajo, es imprescindible que haya silencio. La música clásica o sonidos de ambiente (como el piar de los pájaros) son una distracción. 
·         El lugar de estudio debería ser su dormitorio o un estudio en casa, nunca la cocina o el salón donde existen diversos elementos distractores que no facilitan una adecuada concentración o, incluso, no tienen una iluminación adecuada. En este sentido, es importante recordar que si el menor es diestro, la luz tiene que entrar desde la izquierda para que su propia mano no le haga sombra en el papel, y al contrario si es zurdo.
·         Está completamente prohibido el uso del móvil o de la televisión mientras realizan su trabajo.
·         No es adecuado que dispongan de comida encima del escritorio. Es importante que desayunen antes de comenzar, pero con un vaso de agua durante el estudio es suficiente, ya que tendrán tiempo de comer a mediodía.

Organizar el trabajo
Lo ideal es organizarse de tal manera que los menores puedan seguir con el hábito de estudio. Por lo tanto, puede hacerse un plan en el que comiencen todos los días por las materias que les gusten menos o que presenten mayor dificultad, ya que es el momento del día en que su cerebro está más descansado y mejor funciona. Así, las asignaturas que más gustan o menos esfuerzo requieren se dejarán para el final: el cansancio es mayor y la capacidad de esfuerzo del que disponen será menor.
Cuanto más pequeños sean, necesitarán descansar más veces; lo más adecuado es aprovechar esos momentos para abrir la ventana para ventilar el espacio y oxigenar la habitación. Pueden dar un paseo por la casa sin ir al frigorífico ni ver la televisión o usar el móvil. Esto no es adecuado porque reciben otra información que les puede resultar interesante o incluso preocupante antes de seguir estudiando y podría distraerlos de la siguiente tarea. Transcurridos 10 o 15 minutos, se cierra la ventana y deberán continuar con su trabajo.

Dejarles autonomía
Es importante que tengan la sensación de que sus padres confían en su responsabilidad. Sin reproches ni juicios, hay que empezar desde cero y darles autonomía y confianza para que tomen las riendas de sus propios estudios.

Al principio se puede hacer un registro de si están siguiendo el plan de manera adecuada. Si es que sí, se recomienda premiarlos con absoluta confianza en ellos. Si tienen la percepción de que sus padres confían en ellos, les consideran responsables y autónomos, ellos aumentarán su autoestima notablemente y disminuirá su frustración.

Reforzar positivamente
En nuestra sociedad estamos acostumbrados a decirnos las cosas malas o que no nos gustan de los demás, y no tanto a trasmitir lo que nos agrada de otras personas. Por supuesto vamos a seguir compartiendo con nuestros hijos las actitudes que nos parecen poco adecuadas ante los estudios (o ante cualquier hecho), pero vamos a mostrar más énfasis en lo positivo.

Por ejemplo, si ven a sus padres orgullosos del esfuerzo que han realizado, ellos solos serán los que quieran seguir desarrollando esa capacidad de concentración para que las emociones que sienten los padres hacia ellos sean positivas.

Disfrutar en familia
Cuando acabe el tiempo de estudio en casa, es fructífero reservar momentos para estar juntos porque no hay nada más enriquecedor para ellos que poder disfrutar del tiempo con sus padres.
Si hemos sido capaces de que sean los responsables de su formación, si han permanecido en su habitación sin precisar de atención constantemente y si se ha conseguido que existiera un ambiente relajado para un adecuado estudio en casa, es el momento de hacer el máximo ruido posible, jugar mucho y sobre todo, reír a carcajadas.



Por
EDUCACIÓN 3.0
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miércoles, 29 de abril de 2020

Cómo evitar el exceso de consumo de pantallas durante la cuarentena


 En la situación de confinamiento que estamos viviendo, es muy probable que tanto adultos como niños y adolescentes caigamos en un consumo excesivo de los dispositivos digitales. Gabriela Paoli, psicóloga y experta en adicciones tecnológicas, nos ofrece diversas pautas, ideas y consejos para evitarlo en los más jóvenes.




El uso de los dispositivos tecnológicos en estos días de confinamiento en casa a causa de la pandemia por el COVID-19 es un recurso muy socorrido y que en ocasiones resulta una auténtica tentación. A la necesidad constante de información sobre el avance de los contagios en todo el mundo, se une la actividad frenética de los grupos de mensajería, videollamadas con familiares y todo tipo de actividades de entretenimiento y estudio para cada uno de los miembros de la familia. Para que la situación no se vaya de las manos, Gabriela Paoli, psicóloga y experta en adicciones tecnológicas, ofrece diversas pautas y consejos para evitar el exceso de consumo de pantallas.
La tecnología puede ser nuestra aliada también para sobrellevar, motivar y entretener a todos los miembros de la familia. Lo más importante al respecto es tener en cuenta la edad, los intereses e inquietudes de cada niño, el tiempo de conexión y contenido al que se le da acceso.

Tecnología como aliada
Con los más pequeños de la casa, se pueden hacer múltiples actividades, desde buscar una receta de cocina, ver un vídeo, una película, realizar un fabuloso tour virtual, ver colecciones online de algún museo como el Museo Arqueológico de Atenas, el Museo del Prado de Madrid, o una biblioteca como la Biblioteca Nacional de España o la Biblioteca Digital Mundial.
Esto permitirá acompañarles y conectar con sus inquietudes, con lo que les gusta y, sobre todo, compartir un tiempo juntos y de forma más supervisada.
Controlar los contenidos y los tiempos
No hay que olvidar que no se debe dejar los dispositivos a los menores como forma de entretenimiento sin control y sin saber a qué contenido tendrán acceso. Es tan importante el tiempo de exposición a las pantallas como el contenido al que pueden acceder. 
Con los adolescentes es muy importante pactar y acordar tiempos. Hay que intentar programar y respetar los horarios y actividades que se han pactado, para evitar que el imán del sofá les atrape y así prevenir conflictos. 

Respetar las horas de sueño
En los adolescentes se vuelve muy importante respetar las horas de sueño. Hay que acostarse siempre a la misma hora, para evitar caer en verdaderos maratones de series, o larguísimas conversaciones por los grupos de mensajería o redes sociales y romper con el patrón del sueño. La merma de las horas descanso puede traer serias complicaciones en su estado de ánimo (más irritables, evasivos y solitarios…) y comportamiento (se vuelven más apáticos, cansados, sin ganas para hacer nada, etcétera).

Normas y tiempos pactados por escrito
Para que las horas de ocio digital (móvil, tablet, ordenador, y por supuesto también de televisión) sean controladas y pactadas conjuntamente, es recomendable redactar un sencillo documento para dejar esas normas por escrito. El objetivo es que no superen las horas de ocio en familia, de estudio o de otras actividades de la casa. Se puede hacer distinción entre días laborables y de fin de semana.
Es importante mantener al máximo ciertas rutinas y hábitos, y tirar de mucha imaginación y creatividad para mantenernos ocupados y con buen estado de ánimo dentro de casa. ¡Ánimo a todos!




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Subdirectora de EDUCACIÓN 3.0 y firme defensora de la necesaria presencia de la Educación Emocional en las aulas porque, como dice Francisco Mora, "sin emoción no hay aprendizaje". Me apasiona viajar, caminar, fotografiar y crear.
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martes, 28 de abril de 2020

Rafael Guerrero: “La pandemia afecta a la capacidad del niño de regular el miedo”


La capacidad de gestionar y regular las emociones en los niños es especialmente relevante en la situación de pandemia actual. El psicólogo Rafael Guerrero aporta ideas y actividades concretas para potenciar ésta y otras funciones ejecutivas del cerebro con el fin de proporcionar bienestar y seguridad en los más pequeños y sus familias.


Las funciones ejecutivas son el conjunto de capacidades cognitivas que emplea el cerebro para controlar y autorregular la propia conducta: memoria, concentración,  control de impulsos, flexibilidad cognitiva, planificación, solución de problemas, regulación emocional, velocidad de procesamiento y orientación espacial. 

En su último libro, ‘Cómo estimular el cerebro del niño’, el psicólogo y doctor en Educación, Rafael Guerrero, explica cuál es el papel clave en el desarrollo del niño y aporta 100 ejercicios prácticos, que serán especialmente útiles para ayudar a los niños a controlar sus impulsos, concentrarse o regular sus emociones en esta etapa de confinamiento en familia.

Pregunta: Teniendo en cuenta la situación actual, ¿qué propone para que los niños potencien funciones ejecutivas como la concentración, la memoria, la planificación… desde casa?
Respuesta: Nos brinda la posibilidad de trabajar y potenciar de manera directa las diferentes funciones ejecutivas como la concentración, el control de los impulsos, la memoria operativa, la planificación, la autorregulación emocional… Por ejemplo, algunas actividades que se pueden hacer para trabajar la concentración son los puzzles, los rompecabezas, las sopa de letras, ‘encontrar las siete diferencias’ o cualquier juego de mesa. 
Para potenciar el control de impulsos podemos jugar al ‘mundo al revés’: cada vez que el niño quiera decir sí, tendrá que decir no y viceversa. Si jugamos durante un buena parte de la mañana o la tarde al ‘mundo al revés’, estaremos potenciando su control de los impulsos, ya que enseñamos a su cerebro a ‘frenar’. También se puede practicar a través del uso imágenes en las que si, por ejemplo, aparece una zapatilla los niños tienen que dar una palmada y cuando se muestre la imagen de una manos aplaudiendo, los niños tienen que dar un pisotón. Para la memoria operativa podemos deletrear palabras al revés y para la planificación hacer laberintos. 

P: ¿Cómo afecta el confinamiento actual a algunas de estas funciones ejecutivas, como la regulación emocional?
R: Es evidente que influye sobre todos nosotros en mayor o menor medida. Al estar en una situación excepcional y rodeados de mucho caos, miedo e incertidumbre, nuestro funcionamiento cerebral se ve afectado. Quizás, una de las funciones ejecutivas que se ha visto más afectada es la regulación emocional. El hecho de no poder seguir con nuestras rutinas, no poder salir a la calle y tener a familiares o amigos afectados por el coronavirus (o con miedo de que se contagien) hace que la identificación y la regulación de determinadas emociones como el miedo, la tristeza o la rabia, se vean significativamente afectadas.
En estos días es habitual sentirnos más irritables y temerosos de lo normal, pues la situación extraordinaria y excepcional que estamos viviendo hace que dichas emociones afloren con mayor facilidad. 

P: En su libro analiza las funciones ejecutivas que permiten establecer objetivos a largo plazo y resolver problemas. ¿Cómo se puede conseguir la ‘atracción cerebral’ por una actividad (por ejemplo, el estudio entre los niños) que no les resulta motivadora?
R: Las funciones ejecutivas se ponen en marcha cuando la actividad es novedosa así que hay que tener en cuenta que dicha actividad debe resultar, en primer lugar, atractiva para el niño. Y para ello, se pueden llevar a cabo una serie de recursos, como el principio de incertidumbre (generar un clima de intriga y curiosidad en el alumno) o plantearles actividades o resolución de problemas que se parezcan a su día a día. 
De este modo, la clave la podemos situar de ‘fuera hacia dentro’ porque el proceso de aprendizaje es de fuera hacia dentro. La capacidad para mantener la concentración, la memoria, o la atracción de una tarea por parte del estudiante va a depender mucho de cómo el profesor (o adulto) se la muestre. Conforme el cerebro se va desarrollando (en el caso de los adolescentes), ya se les puede ir pidiendo un esfuerzo mayor por actividades que no quieran hacer o que no les gusten.

P: Los ejercicios que aparecen en su libro potencian la concentración, la memoria y otras funciones ejecutivas como el control de impulsos o el desarrollo de la planificación, ¿cómo se pueden aplicar para los estudiantes con necesidades especiales?
R: Todo hay que adaptarlo. Da igual si son niños o niñas, de Infantil o de Primaria, estudiantes con TDAH o con dislexia. En el libro aporto una serie de ideas para practicar las distintas funciones ejecutivas pero el principal objetivo es que luego el lector (padre, madre o docente) sea quien lo pueda ‘llevar a su terreno’. 

P: ¿De qué formas influye un desorden de las funciones ejecutivas en el desarrollo de trastornos como el TDAH?
R: El TDAH es un trastorno de las funciones ejecutivas, es decir, con el TDAH el cerebro se desarrolla mucho más lento y de forma diferente a lo que se considera ‘normal’. Por lo tanto, como las funciones ejecutivas están en la corteza frontal y es lo último que se desarrolla, con el TDAH se adquieren mucho más tarde. 
Aunque no es el único trastorno en el que las funciones ejecutivas no funcionan correctamente. En trastornos emocionales como la depresión o la ansiedad, a las personas que lo padecen le cuesta mucho concentrarse, planificarse, hacer cálculos matemáticos… 

P: Del cerebro emocional comenta que es involuntario, inconsciente y automático pero, en cambio, la regulación emocional debe aprenderse, no es genética. ¿Cómo pueden equilibrarse ambos procesos?  
R: Además de ser involuntario, inconsciente y automático, el cerebro emocional reacciona, que no es lo mismo que responder (procesar y valorar una respuesta a una acción determinada). Es lo que se denomina como el ‘cerebro caliente’. Mientras que la regulación emocional se aprende de alguien, es decir, se repite el proceso de ‘fuera para dentro’. Así, ambos procesos se pueden equilibrar con práctica y si en clase permitimos a nuestros alumnos que puedan legitimar y etiquetar sus emociones es todo un avance. De este modo, un niño necesita un ‘guía emocional’, un referente significativo (padre, madre, abuelo, docente…) para aprender a regular sus emociones. 




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Periodista cultural con gran interés en la educación y la innovación tecnológica en las aulas. El futuro pasa por la tecnología y ya está aquí. ¿Te lo cuento?
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lunes, 27 de abril de 2020

LOS TRUCOS INFALIBLES DE UNA ADOLESCENTE PARA ADAPTARSE AL “HOME-SCHOOLING”


La situación sanitaria que estamos viviendo en estos momentos está repercutiendo en la vida social y educativa de muchos estudiantes como Jimena.

Jimena es una adolescente madrileña de 16 años estudiosa y responsable, que se ha adaptado sin problemas al obligado “home-schooling” debido al coronavirus. Se sigue levantando a las 7:00, se asea, se viste, desayuna, y se pone a estudiar siguiendo los mismos horarios que lleva en su colegio. Curiosamente, lo hace vestida con “el chándal del colegio. Ponerme el uniforme en casa es una forma de delimitar el tiempo de estudio, con el de ocio de la tarde. Es un consejo que nos dieron en el colegio. Todos mis compañeros de clase lo siguen, lo veo cuando hacemos videoconferencias“. “La verdad es que no le ha costado el cambio -reconoce Rocío, su madre- en parte porque ya estudiaban con medios tecnológicos y, en parte, porque Jimena es muy consciente de que tiene que delimitar cuál va a ser el tiempo de trabajo, de ocio y el dedicado a tareas domésticas para una correcta organización de la rutina familiar”.


La situación sanitaria que estamos viviendo en estos momentos está repercutiendo en la vida social y educativa de muchos estudiantes como Jimena, y enfrentándonos a todos a nuevos retos, sobre todo el campo educativo, donde muchos colegios están adaptándose al “home schooling” que tan rigurosamente cumple esta adolescente. Ana Herrero, psicóloga y coordinadora del departamento de orientación del grupo Brains International Schools, comparte sus impresiones sobre las ventajas y desventajas del “home schooling” y ofrece algunos consejos para que otros padres, niños y profesores lo integren en su día a día.

Ana Herrero incide en la necesidad de realizar a primera hora una reunión familiar donde organicemos qué vamos a hacer en el día. En casa de Jimena, lo hacen durante el desayuno, que hacen todos los componentes de la familia. “En este momento tan excepcional, una correcta organización será clave para aumentar la motivación de los alumnos. Para ello, los padres deberán facilitar un espacio adecuado de trabajo, así como un horario en el que quede bien diferenciado el tiempo de estudio, el de descanso y el de ocio”, explica esta experta.

Rutinas familiares
En cualquier caso, el tiempo de ocio no debe faltar. De hecho, continua esta experta, dentro de la rutina establecida por cada familia, el tiempo de ocio debe ser igual de importante que el tiempo dedicado al estudio. “A los alumnos puede afectarles la ausencia de sus amigos, y echarán en falta la posibilidad de jugar con estos. Para ello, se les puede facilitar hablar con sus amigos a través de videoconferencias para que puedan contarse sus impresiones y ponerse al día”. Es lo que hace Jimena, aunque reconoce que echa de menos “el contacto con mis profesores y amigos de Brains””.
“Podemos aprovechar esta oportunidad para disfrutar del tiempo en familia, hacer una obra de teatro, manualidades, cocinar un bizcocho, etc.”, sugiere la psicóloga y coordinadora del departamento de orientación del grupo Brains International Schools.

Otra de las sugerencias de esta profesional es involucrar a los hijos en las tareas domésticas en función de sus edades. “Esto es siempre recomendable, y más cuando se pasa mucho tiempo en casa, para enseñarles a colaborar en familia. Además, el hecho de hacerles responsables de una tarea concreta cada día hará que los niños sientan que su participación es importante”.

Rutinas familiares
Qué duda cabe que pese a los numerosos incovenientes que atraviesan muchas familias, la tecnología está siendo un gran aliado para seguir las rutinas escolares… Y que, en caso de que la actual medida de prevención se extienda, las clases online seguirán siendo la mejor solución para muchos. “El profesorado tendrá el reto de seguir orientando al alumno en este nuevo proceso de aprendizaje, que es -según Ana Herrero-, una gran oportunidad para la comunidad educativa”. No obstante, concluye esta profesional, “que esta situación se alargue tiene también un problema, y es que el aprendizaje online no puede sustituir nunca a la escuela en el proceso de socialización de los niños y adolescentes.”




Por: Carlota Fominaya

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sábado, 25 de abril de 2020

Flexibilidad, cooperación y organización para estudiar en casa


Además de potenciar la comunicación entre familias y docentes, hacer partícipes a los estudiantes de las tareas de sus padres o flexibilizar la jornada son algunas de las medidas que propone Isaac Guerrero, maestro de Primaria especializado en Inglés, para garantizar un ambiente de estudio adecuado en los hogares.


Ante la situación de emergencia que está viviendo España se ha acentuado la necesidad de colaboración en todos los sectores y ámbitos de la sociedad. Uno de ellos, sin duda, es la educación. Debido a la COVID-19, los alumnos y alumnas se han visto forzados a seguir su educación desde casa y algunos padres y madres a teletrabajar y compaginar sus deberes con los de sus hijos e hijas.
Necesidad de comunicación

Eso ha conllevado que la comunicación entre docentes y familias se haya convertido en una pieza fundamental para la formación de niños y niñas.

Esta situación genera una convivencia escolar, en un ámbito que nunca antes habíamos vivido (la casa, sin maestros, sin horas programadas, sin recreo y… con los padres), lo que obliga a adaptarse, creando nuevas rutinas y estrategias organizativas y formativas, muy diferentes a las que estábamos acostumbrados.

Nadie podía imaginar este escenario y, pasadas algunas semanas y teniendo en cuenta que esta situación se puede alargar, no queda otra que intentar crear un ambiente educacional en casa que permita mantener los contenidos, habilitar nuevos hábitos y rutinas y que ayude a ‘no perder el curso’ y, sobre todo, que sea beneficioso tanto para los más pequeños como para los padres.

Jornada flexible
Dada la situación hay que tener flexibilidad. Es importante establecer una rutina que se cumpla de lunes a viernes, pero deberíamos intentar que no fuese tan rígida como en la escuela. Además, recomendamos que se organice mediante un consenso entre padres e hijos. Recordemos que las decisiones en las que tomamos parte son más propicias a cumplirse.

Para la creación de esta rutina proponemos invertir entre 15 o 20 minutos cada mañana para programar o decidir las tareas a realizar y así organizar el día.

Fomenta que tus hijos e hijas sean tus jefes
Es importante que durante el cuarto de hora que dedicamos al inicio de la mañana a establecer las tareas y objetivos del día, no solo sean los hijos e hijas los que comparten, sino también los padres.
Ellos deben conocer el trabajo que deben acometer durante el día, lo que permitirá visualizar su jornada, actividad y programación. Eso les hará más conscientes de lo importante que son la rutina, la concentración y encontrar un espacio idóneo y permanente.

Así pues, la consecución de las metas consensuadas cada mañana serán o deberán ser acicate para el tiempo libre. No puede existir sin el compromiso de los objetivos cumplidos cada día (un capítulo de lectura de un libro, los ejercicios de un tema, etc.). Y podría servir, para estrechar relaciones, juegos compartidos, además de su tiempo para que ellos decidan en que ocuparlo.

Además, son necesarios unos minutos para la ‘evaluación’. Será el momento para repasar si se han cumplido todos los objetivos y motivar a conseguirlos, felicitar los alcanzados y revisar si las ‘reglas de ese juego’ se han cumplido.

Establecer normas
Son esenciales para la convivencia intensiva que se está viviendo estos días. Al igual que con los estudios, las normas se deben acordar entre toda la familia para ciertos momentos del día: cuando se está trabajando/estudiando, cuando se juega y cuando es tiempo de relax y descanso.

Por otro lado, no debemos olvidar, sobre todo si hay niños y niñas pequeños en la casa, que no han salido a jugar y corretear al aire libre en muchos días. Eso hace que tengan sus baterías cargadas, estén llenos de energía y no se estén quietos. Aquí es importante la paciencia de los padres y la organización de actividades más explosivas como una guerra de almohadones, por ejemplo.

Organizar el espacio
Cuando trabajamos desde casa es complicado establecer barreras entre lo profesional y lo personal. Por ejemplo, es difícil ver la habitación o el salón como un espacio de trabajo, porque no estamos acostumbrados a ello.

Para ayudarnos a cambiar la mentalidad entre el trabajo y la vida personal podemos:
En el caso de tener una habitación libre, podríamos utilizarla a modo de despacho en la que solo estamos allí cuando trabajamos. Lo mismo para los niños y niñas, quienes podrían estar en el mismo espacio sabiendo las normas y el objetivo de estar ahí.

En el caso de no contar con ella, es importante organizar o distinguir el espacio de alguna forma diferente: ahora es lugar de ‘trabajo’, ahora es un espacio de ‘recreo’. Por ejemplo, si estamos en el salón podemos mover la mesa a cualquier otro punto de la habitación cuando estemos trabajando y volverla a poner en el sitio correspondiente cuando acabemos.

Otros consejos
Cada casa y cada familia es un caso diferente y estas consideraciones son unas bases generales desde las que partir en estos tiempos de ‘recogimiento’. Por ello, se pueden adaptar, mejorar y, sobre todo, darles un toque de ingenio, con el propósito de hacer de unos momentos desasosegantes un tiempo para la convivencia, las normas, la cotidianidad y la diversión.

Para fomentar el trabajo autónomo de los niños y niñas (dependiendo de la edad) podemos establecer estrategias para que intenten resolver sus propios problemas. Por ejemplo, podemos enseñarles en media hora cómo buscar en internet información que necesiten, no consultando tan solo una página web sino leyendo varias y creando una respuesta propia.

Del mismo modo, también es posible establecer un tiempo de preguntas en la que nuestros hijos podrán interrumpir nuestro trabajo para preguntarnos dudas. Aquí es importante enseñarles a apuntarse lo que no saben y pasar a otra tarea que sí que puedan continuar haciendo.

También es adecuado aprovechar el conocimiento de los hermanos mayores y crear en casa un aprendizaje multinivel, tal como se suele hacer en la escuela rural. Esto consiste en que alumnos y alumnas de diversas edades están en la misma aula y unos se ayudan y complementan a los otros.

Esperemos que esta situación ayude a ver la importancia de establecer una buena comunicación entre familias y escuela para el desarrollo integral de los niños y niñas que, en definitiva, es el desarrollo integral de todo un país.


Por
EDUCACIÓN 3.0
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lunes, 20 de abril de 2020

Consejos en época de pandemia, tercera parte

La búsqueda en Internet


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domingo, 19 de abril de 2020

Consejos para época de pandemia, segunda parte


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sábado, 18 de abril de 2020

Consejos en época de pandemia


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martes, 14 de abril de 2020

Hacer de la necesidad virtud: Bibliotecas virtuales públicas y equidad educativa


  • Odian leer -así lo dicen algunos de ellos-, pero hay tres condiciones que, bien combinadas, pueden abrir espacios para la lectura: la prescripción escolar, el aburrimiento y el acierto en la elección. Estamos ante una oportunidad única para impulsar el hábito lector pero, para ello, necesitamos el concurso de las bibliotecas públicas.


¿Por qué, en tiempos de pandemia y coronavirus, se habla tan poco de libros? Vengo dándole vueltas a esta pregunta desde que iniciamos la cuarentena. ¿Por qué, si el principal problema educativo que hemos detectado es la exclusión escolar, las bibliotecas no se consideran un servicio de primera necesidad, como las tiendas de alimentación o las farmacias?

En tiempos de brecha digital -de brecha social y escolar-, los libros son el amortiguador más sencillo y más inmediato contra la inequidad educativa. Hubiera bastado que los profes nos hubiéramos puesto de acuerdo en recomendar un puñado de buenos libros -libros informativos y libros de ficción, libros cuya lectura acompañaríamos y libros de los que no habría que rendir cuentas- para que el tránsito entre la educación en la escuela y la formación en casa no hubiera sido ni tan brusco ni tan injusto. Tendremos que darle una vuelta a nuestra lentitud de reflejos, a por qué los libros han desaparecido, incluso, de nuestro imaginario docente. Del hegemónico, al menos.

Ni siquiera la brecha digital hubiera sido tan abrupta con buenas bibliotecas escolares. Estas, allá donde funcionan, se ocupan también de la alfabetización mediática de estudiantes y docentes y tienen, cuando menos, detectados los problemas: quiénes disponen de dispositivos móviles y quiénes no, quiénes disponen de conexión en casa y quiénes no; qué aplicaciones y plataformas son fiables y cuáles no. Eso, tan solo, como punto de partida. Porque las bibliotecas escolares hace tiempo que dejaron de ser tan solo un espacio físico donde se alojan los libros, y son el verdadero agente dinamizador -que impulsa y coordina- todas aquellas prácticas vinculadas a la alfabetización del siglo XXI: desde cómo distinguir noticias fiables de fake news a cómo seleccionar, elaborar y comunicar información, entre otras muchas cosas. Claro que estos contenidos conciernen al profesorado de todas las áreas, pero mientras las rutinas docentes y las evaluaciones externas miren hacia otro lado pocos parecen darse por aludidos.

Necesitamos responsables en nuestras bibliotecas escolares -con formación y recursos, lo hemos dicho ya muchas veces- que vertebren iniciativas, especialmente aquellas medulares y que, sin embargo, el currículo disciplinar orilla o desdeña.

Pero hoy quisiera centrarme en la lectura de libros: de papel o electrónicos, pero en los libros. Y en por qué creo que, cuando se atenúen las condiciones de nuestro confinamiento, las bibliotecas públicas podrían y aun deberían ocupar un papel central en el tramo final del curso. Hablaré de secundaria, que es lo que conozco de primera mano, pero la tesis de fondo de estas líneas es aún más pertinente si cabe para los tramos de infantil y primaria.

Todos los años, al empezar las clases, dedico una o varias sesiones a hablar con mis alumnas y alumnos acerca de sus hábitos lectores y sus libros favoritos. Y todos los años me encuentro con tres perfiles diferenciados, aunque enormemente porosos entre sí.

En primer lugar, los refractarios a la lectura: «No leo nada. Nunca he leído nada que me guste». «Una vez leí un libro. Y no me gustó». «Yo no leo nada. Y si me mandan leer algo en el instituto o me veo la peli o me leo un resumen». «Antes leía. Ya no». «Me tiene que llamar mucho la atención el libro; si no, no me lo leo. He intentado leer algún libro, pero no». «Profe, yo solo leo el Marca«.

Pero incluso estos nos dejan un resquicio abierto: «No me gusta nada leer, pero una vez me leí un libro por mi cuenta y me gustó. Se llamaba El niño del pijama de rayas«. «No leo mucho, pero me gustan las curiosidades que leo en Instagram. Lo de ¿Sabías que…? Eso sí me lo leo». «No leo nada. Y ya. Pero me gustaría tener disciplina. Dormirme leyendo un libro». «A veces sí que leo, depende de lo que me aburra». «Leo cuando tengo tiempo». «No es que no me guste leer, me gusta algún tipo de libros, como Juego de Tronos». «Leer no es que me emocione, pero los libros que me mandan en el instituto sí que me los leo». «Con los libros del instituto al principio no me gustan, pero luego me voy enganchando». «Me gusta mucho leer, pero no libros. Revistas, moda, cosas de actualidad».

Odian leer -así lo dicen algunos de ellos-, pero hay tres condiciones que, bien combinadas, pueden abrir espacios para la lectura: la prescripción escolar, el aburrimiento, y el acierto en la elección.
Luego están los lectores ocasionales, aquellos que leen a rachas. «No me gusta mucho leer. Mi libro favorito es El señor de los anillos«. «No es que no me guste leer, pero no suelo hacerlo». «Me gusta leer, pero no leo mucho». Añoran los tiempos en que sí eran ávidos lectores. «Cada vez leo menos». «Antes leía un montón». Son quienes sí leen lo prescrito en el instituto, pero poco más. Este grupo aumenta según nos adentramos en la adolescencia. Porque es entre los más pequeños del instituto donde encontramos los lectores más fervientes.

Y ahí están los lectores compulsivos: quienes se han leído todo Roald Dahl, Laura Gallego, Harry PotterPercy Jackson, John Green. Fans de un título, un autor, un género, cuesta sacarlos de ahí. Se nos perderán en cuanto no acertemos a establecer el tránsito entre las tramas fantásticas o adolescentes y otros géneros que los saquen de la espiral en que andan confinados. No podemos pretender que salten sin red de ahí al Poema del CidEl Lazarillo de Tormes o San Manuel Bueno Mártir. Hay literatura juvenil para la segunda adolescencia y hay clásicos universales para los jóvenes lectores. Solo hay que ir a buscarlos.

Pero es que, además, están los refractarios a la narrativa de ficción (aunque a lo mejor sí se atreven con la novela gráfica) pero sí son lectores ocasionales de poesía. Están también quienes no quieren saber nada de literatura pero les entusiasman las biografías; quienes, puestos a leer, prefieren hacerlo con un libro de historia o de ciencia o hasta con un título de economía. Están -y estos son lectores en auge- quienes buscan en los estantes lo que haya de feminismo o ecología, y lo devoran con fruición y no hacen sino recomendarlo.

Todos ellos, lectores y no lectores, lectores de literatura y de libros informativos, necesitan de la escuela para impulsar sus hábitos y ampliar sus itinerarios de lectura. Muchos -si no todos- dependen de las prescripciones de la escuela, tan denostadas -y es verdad que tantas veces hechas con muy poco acierto-. Contamos ahora con un momento excepcional para aprovecharlo. La lectura sostenida y continuada, la lectura por placer, es también factor determinante en la mejora de la competencia lectora, esa que luego tanto echamos en falta.

Pero para que ello sea posible, y para no abrir más brechas en la equidad entre quienes pueden acceder al préstamo electrónico de libros -porque tienen dispositivo, conexión, y carnet de la biblioteca municipal- y quienes no pueden hacerlo, necesitamos que las bibliotecas públicas vuelvan a abrirse cuando el cese el estado de alarma, puesto que los centros escolares seguirán probablemente cerrados mucho más tiempo. Abrirlas siquiera exclusivamente al préstamo; con ventanilla y distancia social, con guantes y mascarillas, pero abrirlas.

Y necesitamos -profes, esto va por nosotros- volver a poner los libros en el centro de nuestro imaginario pedagógico y pensar -¡colectivamente!- qué puñado de libros podrían conformar ese plan lector de urgencia para una cuarentena.


Por
Guadalupe Jover es profesora de Educación Secundaria
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