La educación a
distancia que impuso el coronavirus implica una revalorización de la tarea
docente. Los testimonios de los padres dan cuenta de que el ministerio de
Educación ayuda, pero los adultos manifiestan dificultades para transmitir el
conocimiento como se hace en la escuela de manera presencial.
El desafío de la
educación a distancia contados por padres de distintas clases.
Las madres de todas
las clases sociales reconocen el rol que el ministerio de Educación desarrolla
para que los estudiantes de todos los niveles puedan seguir aprendiendo en vez
de tomarse este parate en las clases presenciales como vacaciones. Pero no
es lo mismo vivir en un asentamiento de San Martín, en un PH de Caballito o en
un barrio residencial de Mar del Plata. Las problemáticas son
distintas y PáginaI12 recogió testimonios de familias de diferente
nivel socioeconómico para que cuenten sus experiencias en este nuevo oficio de
acompañar de otro modo la educación de sus hijos. Lo que queda
claro, más allá de las distintas situaciones, es la revalorización de la tarea
docente que suele ser mirada de reojo en tiempos "normales" por una
parte importante de la opinión pública.
Costa Esperanza, en San Martín
Cintia Navarro tiene
dos hijos en edad escolar, en primer grado y primer año del secundario. Viven en el barrio Costa
Esperanza, en el partido de San Martín, en una zona de asentamientos ubicados
entre el primer y segundo cordón del Conurbano. Los ingresos de la familia
provienen de la economía popular. Integrante de una organización social, Cintia trabaja
en uno de los comedores que hoy preparan viandas para los vecinos.
Para aprender en casa, sus hijos están completando los cuadernillos que
distribuyó a través de las escuelas de la provincia el ministerio de Educación
bonaerense, más una serie de trabajos prácticos. La tecnología
de que disponen en el hogar es un telefóno celular.
“Tengo dos chicos,
Santino de 6 años y Bianca de 12. Los dos están trabajando con
cuadernillos que fui a buscar al colegio, unos cuadernillos que mandó la
provincia. A Bianca, que está en primer año, los profesores le
encargaron además trabajos prácticos usando el celular, cuenta.
A la mañana trabaja
en el comedor, armando viandas para los compañeros que trabajan en las
cooperativas. Vive en el barrio Costa Esperanza, de Loma Hermosa, en el
partido de San Martín. "En casa vivimos mi marido, mi hijo mayor, mi nuera
y mis dos chicos", relata.
"En casa, los
más chicos están con mi hijo mayor, que se ocupa de hacerles el desayuno",
dice Bianca. Después, ella se pone con Santino para que haga sus
deberes, A la tarde, vuelve del comedor y después de que meriendan se ponen
a hacer otro poquito de tarea hasta que llega la hora de cocinar. "El
trabajo es más con Santi, porque está acostumbrado a salir a jugar y ahora con
todo esto tratamos de entrenerlo adentro", dice. A él le dieron seis
fotocopias. A Bianca, que está en primer año, le dieron mucho más, entre el
cuadernillo y los trabajos prácticos.
"En casa no
hay computadora, pero mi hijo tiene un teléfono celular. Igualmente lo
que tienen que hacer es completar los cuadernillos, que tengo que llevar
completados el 31 para que cierren las primeras notas", relata.
Y agrega: "Si
tenemos alguna consulta, hay un facebook en el que contesta la directora. Los
profesores hasta ahora solo mandaron los trabajos, pero cuando los fui a
buscar me dijeron que cualquier duda, el directivo iba a estar en el
colegio y que las maestras tenían horario para ir al colegio y contestar las
consultas".
"Yo hice hasta
la escuela primaria. Para ayudar a la mayor, si hay cosas que entiendo se las
explica mi hermana, que terminó la secundaria. Cuando vi todo lo que le pedían,
le pregunté si cuando va al colegio le daban tanto. Me dijo que sí. Yo no creí
que les dieran tanto contenido", se sorprende.
Santino estaba
empezando primer grado. Está trabajando con las vocales, su nombre, el
apellido, los números.
"No me parece
tan grave la suspensión de las clases. En casa hacen todo, la única diferencia
es que acá no tienen recreo. Después, todo lo que podían llegar a hacer en la clase, lo hacen
en casa.
En ese sentido no le
veo mucho la diferencia ni creo que estén perdiendo el año. Después, es como
estar en el colegio, pero con mamá y papá", resume.
Caballito: la tarea pierde contra la Play
Natalia Tróccolli es
de Caballito. Sus chicos van a un colegio privado, aunque es una escuela que no
cuenta con tecnología que lo diferencie de una estatal. De hecho,
indica ella, las tareas para hacer en casa están pensadas para resolver
en papel. La presencia de los docentes se limitó, hasta ahora, a enviar las
tareas que semanalmente los chicos deben resolver, en una casa donde tanto la
madre como el padre hacen teletrabajo.
"La escuela en
casa cuesta. Por lo menos a mi hijo, que no lo ve como algo obligatorio...
aunque a él le gusta hacer la tarea, de eso no me puedo quejar, el tema es
convencerlo de que se siente. Tiene siete años, lo que piensa es que está
de vacaciones, todo es vía libre: la play, la comida... todo se desorganiza con
esta cuarentena", dice.
Sobre la rutina de
los adultos, agrega: "Mi marido está haciendo home office y yo
también. Me pasa que hay cosas del trabajo que tengo que suspender para
hacer la comida, o porque los chicos me demandan algo y luego termino
trabajando más horas, porque todo se atrasa. No hay una rutina".
Respecto de la
dinámica del colegio, dice: "Nos manda las tareas semanales. El
tema es que la impresora de casa se quemó, entonces se nos está haciendo
complicado tener las tareas en papel. La metodología del colegio no está
tan buena, porque no permite que trabajen on line y no podés copiar en el
cuaderno de los chicos la cantidad de cosas que les mandan. Hay cosas que hace
a medias... la realidad es que yo tampoco me vuelvo loca, porque está en
segundo grado. Trato, sí, de que practique... pero ¡qué se yo! No es tan
fácil".
Su preocupación es
que "los docentes no están en línea. El colegio puso algunos canales
interactivos, donde los nenes pueden subir cosas, por ejemplo la maestra de
segundo grado nos encargó hacer un escudo familiar en contra del coronavirus y
subirlo a una página, pero no es en línea. De hecho, yo le subí la foto a la
página y le puse 'hola seño, te extrañamos mucho'... ni me contestó. A algunos
contesta, a otros no...".
Se queja de que "el
colegio de mis hijos es muy básico: no tiene mucha tecnología, no es doble
jornada sino jornada simple, no está muy modernizado, más allá de que todas las
informaciones sean por mail. Pero supongo que a los docentes todo esto los tomó
por sopresa y están haciendo lo que pueden. Es mi primer experiencia
con la escolaridad, porque mi hija menor tiene cuatro años, no tengo otros
colegios con los que comparar, qué se yo".
Sobre los contenidos
en tele, afirma: "De los recursos subidos por el gobierno a internet o la
tele, algunos usamos. Vimos programas de TV y mi marido entró a la página web
con el más grande. Igual, mi nene está en una edad bien complicada para la
escuela virtual: toda la sala, todo segundo grado está en la play.
Es así..."
Cuenta que "Nosotros
armamos una rutina. Nos levantamos a las 8, y si fuera por él a las 8 y un
minuto estaría conectado a la Play. Tuvimos que ponerle un poquito de
horarios, que juegue de doce a una, porque si no... y encima el Fornite
que no me gusta mucho... pero también es que no podés decirle que no: si
nosotros estamos trabajando, ¿él qué puede hacer? Está encerrado, no puedo entretenerlo
porque estoy trabajando... y bueno. Esperemos que esto termine y vuelva todo a
la normalidad".
Mar del Plata: "No es fácil lidiar con los berrinches y el
enojo"
"Cuesta un
montón porque las mamás no tenemos el vínculo pedagógico que tienen las
docentes, con otro distanciamiento: venimos atravesadas ya por todos los
conflictos que genera la cuarentena, los enojos y berrinches... generar un
espacio para sentarse a hacer las tareas no es fácil" apunta Claudia
Barrenechea, periodista de Canal 10, de Mar del Plata. Vive en un barrio residencial de La
Feliz en el que todos tienen conectividad plena y acceso a la tecnología y puso
tomarse licencia para cuidar a los hijos. Su hijo Iñaki está en primer grado de
una escuela privada: "no había llegado a completar la adaptación al nuevo
ciclo cuando le tocó, de sopetón, aprender en casa", define la mamá. Su
estrategia es disfrazarle de juego gran parte de lo que tiene que enseñarle.
"Hay que regular
el uso de los dispositivos electrónicos, que ahora están al alcance de la mano
las 24 horas, y hacerlo lidiando con otras angustias, como que extrañen al
papá, que es grupo de riesgo y como estamos separados vive en otra casa, o a
toda la red de cuidados que formaban parte de su cotidianeidad cuando yo iba a
trabajar. Ahora estoy en uso de la licencia que dio el gobierno para
cuidarles", detalla.
"Creo que ni los
docentes ni los padres teníamos las herramientas para abordar el aprendizaje en
casa. Es algo que se
va tratando de acomodarse sobre la marcha. Por ejemplo, estamos trabajando con
una plataforma, de la escuela, pero que ninguno de nosotros sabe usar, entonces
nos llegan los videos reenviados por otra familia, desde el grupo de padres en
whatsapp. Con dificultad y a cuentagotas nos llegan videos, planillas con
tareas, que nos piden que reenviemos por mail para hacer correcciones. Aula
virtual no hay.
"En general, lo
que mejor me funcionó es sacarme las dudas en el grupo de familias, en whatsapp
sobre cómo resolvieron las tareas. Al principio nos mandaban todo para
imprimir; yo, por ejemplo, vivo en un barrio alejado del centro de Mar
del Plata y no tenemos impresora en casa. Imprimir las hojas para
hacer las tareas era imposible, era ponerse a copiar a mano, pero los recuadros
para completar eran inviables... y estamos hablando de un sector social
en el que contamos con conexión a internet" sostiene.
"En casa, lo que
trato de hacer es adaptar los conceptos que mi hijo tiene que aprender a
situaciones de la cotidianeidad. Nosotros ya habíamos empezado a usar un almanaque
para orientarnos en tiempo y espacio y después nos mandaron tareas vinculadas.
También ejercicios de matemático. Yo trato de correr la situación de la
evocación áulica y proponer con escenas más cotidiana la reflexión; por ejemplo
cómo se mide el tiempo, o para que nos sirven los calendarios. Lo que veo es
que tengo que sacarlo de la planilla para que preste atención. Le estoy
dedicando unas dos horas por día a trabajar con lo que pide la escuela, aunque
no todos los días. Trato de que pasen, disfrazadas, muchas situaciones
de aprendizaje, como pedirle que me ayude a hacer el listado de lo que hay que
comprar", detalla.
Lo cierto es que en
todas las clases sociales, lo más probable es que la suspensión de clases por
la cuarentena haya resignificado para los padres el rol de los docentes, no
suelen contar con el apoyo de una parte importante de la opinión pública.
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