La capacidad de
gestionar y regular las emociones en los niños es especialmente relevante en la
situación de pandemia actual. El psicólogo Rafael Guerrero aporta ideas y
actividades concretas para potenciar ésta y otras funciones ejecutivas del
cerebro con el fin de proporcionar bienestar y seguridad en los más pequeños y
sus familias.
Las funciones
ejecutivas son el conjunto de capacidades cognitivas que emplea el cerebro para
controlar y autorregular la propia conducta: memoria, concentración,
control de impulsos, flexibilidad cognitiva, planificación, solución de
problemas, regulación emocional, velocidad de procesamiento y orientación
espacial.
En su último libro,
‘Cómo estimular el cerebro del niño’, el psicólogo y doctor en Educación, Rafael Guerrero, explica cuál es el papel clave en
el desarrollo del niño y aporta 100 ejercicios prácticos, que serán
especialmente útiles para ayudar a los niños a controlar sus impulsos,
concentrarse o regular sus emociones en esta etapa de confinamiento en familia.
Pregunta: Teniendo en cuenta la situación
actual, ¿qué propone para que los niños potencien funciones ejecutivas como la
concentración, la memoria, la planificación… desde casa?
Respuesta: Nos brinda la posibilidad de trabajar
y potenciar de manera directa las diferentes funciones ejecutivas como la
concentración, el control de los impulsos, la memoria operativa, la
planificación, la autorregulación emocional… Por ejemplo, algunas actividades
que se pueden hacer para trabajar la concentración son los puzzles, los
rompecabezas, las sopa de letras, ‘encontrar las siete diferencias’ o cualquier
juego de mesa.
Para potenciar el
control de impulsos podemos jugar al ‘mundo al revés’: cada vez que el niño
quiera decir sí, tendrá que decir no y viceversa. Si jugamos durante un buena
parte de la mañana o la tarde al ‘mundo al revés’, estaremos potenciando su
control de los impulsos, ya que enseñamos a su cerebro a ‘frenar’. También se
puede practicar a través del uso imágenes en las que si, por ejemplo, aparece
una zapatilla los niños tienen que dar una palmada y cuando se muestre la
imagen de una manos aplaudiendo, los niños tienen que dar un pisotón. Para la
memoria operativa podemos deletrear palabras al revés y para la planificación
hacer laberintos.
P: ¿Cómo afecta el confinamiento
actual a algunas de estas funciones ejecutivas, como la regulación emocional?
R: Es evidente que influye sobre
todos nosotros en mayor o menor medida. Al estar en una situación excepcional y
rodeados de mucho caos, miedo e incertidumbre, nuestro funcionamiento cerebral
se ve afectado. Quizás, una de las funciones ejecutivas que se ha visto más
afectada es la regulación emocional. El hecho de no poder seguir con nuestras
rutinas, no poder salir a la calle y tener a familiares o amigos afectados por
el coronavirus (o con miedo de que se contagien) hace que la identificación y
la regulación de determinadas emociones como el miedo, la tristeza o la rabia,
se vean significativamente afectadas.
En estos días es
habitual sentirnos más irritables y temerosos de lo normal, pues la situación
extraordinaria y excepcional que estamos viviendo hace que dichas emociones
afloren con mayor facilidad.
P: En su libro analiza las funciones
ejecutivas que permiten establecer objetivos a largo plazo y resolver
problemas. ¿Cómo se puede conseguir la ‘atracción cerebral’ por una actividad
(por ejemplo, el estudio entre los niños) que no les resulta motivadora?
R: Las funciones ejecutivas se
ponen en marcha cuando la actividad es novedosa así que hay que tener en cuenta
que dicha actividad debe resultar, en primer lugar, atractiva para el niño. Y
para ello, se pueden llevar a cabo una serie de recursos, como el principio de
incertidumbre (generar un clima de intriga y curiosidad en el alumno) o
plantearles actividades o resolución de problemas que se parezcan a su día a
día.
De este modo, la
clave la podemos situar de ‘fuera hacia dentro’ porque el proceso de
aprendizaje es de fuera hacia dentro. La capacidad para mantener la
concentración, la memoria, o la atracción de una tarea por parte del estudiante
va a depender mucho de cómo el profesor (o adulto) se la muestre. Conforme el
cerebro se va desarrollando (en el caso de los adolescentes), ya se les puede
ir pidiendo un esfuerzo mayor por actividades que no quieran hacer o que no les
gusten.
P: Los ejercicios que aparecen en su
libro potencian la concentración, la memoria y otras funciones ejecutivas como
el control de impulsos o el desarrollo de la planificación, ¿cómo se pueden
aplicar para los estudiantes con necesidades especiales?
R: Todo hay que adaptarlo. Da igual si
son niños o niñas, de Infantil o de Primaria, estudiantes con TDAH o con
dislexia. En el libro aporto una serie de ideas para practicar las distintas
funciones ejecutivas pero el principal objetivo es que luego el lector (padre,
madre o docente) sea quien lo pueda ‘llevar a su terreno’.
P: ¿De qué formas influye un desorden de
las funciones ejecutivas en el desarrollo de trastornos como el TDAH?
R: El TDAH es un trastorno de las funciones ejecutivas, es
decir, con el TDAH el cerebro se desarrolla mucho más lento y de forma
diferente a lo que se considera ‘normal’. Por lo tanto, como las funciones
ejecutivas están en la corteza frontal y es lo último que se desarrolla, con
el TDAH se adquieren mucho más tarde.
Aunque no es el
único trastorno en el que las funciones ejecutivas no funcionan correctamente.
En trastornos emocionales como la depresión o la ansiedad, a las personas que
lo padecen le cuesta mucho concentrarse, planificarse, hacer cálculos
matemáticos…
P: Del cerebro emocional comenta
que es involuntario, inconsciente y automático pero, en cambio, la regulación
emocional debe aprenderse, no es genética. ¿Cómo pueden equilibrarse ambos
procesos?
R: Además de ser involuntario,
inconsciente y automático, el cerebro emocional reacciona, que no es lo mismo
que responder (procesar y valorar una respuesta a una acción determinada). Es
lo que se denomina como el ‘cerebro caliente’. Mientras que la regulación
emocional se aprende de alguien, es decir, se repite el proceso de ‘fuera para
dentro’. Así, ambos procesos se pueden equilibrar con práctica y si en clase
permitimos a nuestros alumnos que puedan legitimar y etiquetar sus emociones es
todo un avance. De este modo, un niño necesita un ‘guía emocional’, un
referente significativo (padre, madre, abuelo, docente…) para aprender a
regular sus emociones.
Por
Periodista cultural con gran
interés en la educación y la innovación tecnológica en las aulas. El futuro
pasa por la tecnología y ya está aquí. ¿Te lo cuento?
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