sábado, 26 de agosto de 2023

La violencia estructural para con la infancia y la adolescencia está en todas partes”

La violencia estructural para con la infancia y la adolescencia está en todas partes”

La infancia y la adolescencia vive, generalmente, a la sombra del mundo adulto, en esa espera hasta que se hacen adultos. Hablamos con Tania García de la necesidad de que niñas, niños y adolescentes sean vistos como sujetos de derechos en el presente y sean tratados como tales y no con herramientas como el control o el miedo.


Tania Garcia es educadora social e investigadora. Ha elaborado un método al que ha llamado Educación Real y con el que pretende enseñar a madres, padres, docentes y, en general, adultos que tienen algo que ver con la crianza y educación de niñas, niños y adolescentes (NNA) a tratar a este grupo de población con respecto y teniendo en cuenta sus emociones, como las propias también.

García defiende que el adultocentrismo es un problema a la hora de entender a la infancia y la adolescencia, puesto que se las mira desde una posición elevada, como si esta población tuviera que ganarse el derecho a tener derechos. Esta educadora social defiende la necesidad de que el mundo adulto conecte con sus emociones para evitar repetir patrones aprendidos en su propia infancia y así acercarse a las NNA de forma respetuosa e igualitaria.

¿Cuáles son las causas, a tu modo de ver, para que madres y padres a veces no puedan hacer frente a sus criaturas con la calma necesaria?

Las dos causas principales, y que, de alguna manera, una envuelve a la otra, son el adultocentrismo y la falta de conocimiento emocional propio, aunque en realidad, ambas van unidas.

En primer lugar, el adultocentrismo, esa idea social, invisibilizada e integrada, que nos hace, de alguna manera, creernos superiores a la infancia y adolescencia, sin darnos cuenta de que ya son personas hoy, seres humanos hoy, y han de ser acompañados según sus necesidades cerebrales de hoy, no de mañana.

El adultocentrismo, por tanto, nos impide adoptar una perspectiva de respeto, ética y equidad real hacia las niñas, niños y adolescentes. Esto nos lleva a tener expectativas erróneas hacia ellos y perder la paciencia con facilidad, al no reconocer sus necesidades individuales, nuestra capacidad para acompañarlos de manera adecuada se ve limitada, y ellos, a su vez, asumen la sumisión, la represión, y la manipulación como algo natural en las relaciones, teniendo como consecuencia grandes problemas sociales y de salud graves, como son el acoso escolar y/o el abuso sexual infantil y adolescente.

En segundo lugar, es importante destacar que muchos padres y madres no han recibido un acompañamiento emocional adecuado durante su propia infancia y adolescencia, este adultocentrismo con el que crecieron, hizo que reprimieran sus emociones, que no las conocieran, y por eso, educan y guían con esta idea errónea de las emociones y de las necesidades emocionales y, por ende, psicológicas de la infancia y adolescencia. Carecen pues de la comprensión necesaria sobre sus propias emociones, lo cual dificulta ponerlas en perspectiva, analizarlas, conocerlas, y expresarlas sin causar daño, y sin impactar de lleno en el desarrollo de sus hijos e hijas.

No sé si el hecho de, en verano, tener tantas horas “libres”, multiplicar el tiempo que pasa toda la familia junta, en ocasiones, es parte del detonante de situaciones más o menos conflictivas, de nervios…

A medida que se acerca el verano, muchos padres y madres se sienten abrumados y se preguntan qué van a hacer con sus hijos e hijas.

Aunque no lo admitamos abiertamente, la idea de pasar mucho tiempo con ellos, atendiendo sus necesidades, nos genera ansiedad. Esto se debe en gran medida a que no comprendemos nuestras propias emociones, tampoco entendemos las suyas, y mucho menos sus necesidades reales. Por lo tanto, el tiempo adicional que pasamos con nuestros hijos e hijas pone de manifiesto estas dificultades y las intensifica.

El adultocentrismo que te comentaba, desconecta, y hace que veamos el pasar más tiempo con nuestros hijos e hijas como un sufrimiento, un “demasiado”, cuando en realidad debería ser lo natural.

¿Qué pueden hacer las familias en estas situaciones?

Conocer sus necesidades reales, comprender que necesitan sumergirse en su mundo de juego y descansar de la agitada vida que llevan durante el curso escolar. Por lo tanto, es importante dejar de exigirles, ser flexibles, amables, éticos y afectuosos con ellos y ellas, trabajar en esa conexión, comprendiendo que son seres humanos que necesitan ese descanso, esa libertad y ese estar en familia.

¿Qué papel juega la sociedad en la que vivimos, cada vez más presionada por el mundo laboral, en la relación entre quienes forman la familia?

Es evidente que la sociedad ejerce influencia en las relaciones familiares debido no solo a la presión laboral y por ende al sistema, una estructura que piensa en la producción y hace que, como personas, desconectemos de nuestras propias necesidades, emociones, sensaciones y deseos, sino también por la idea incorrecta que hemos integrado sobre la infancia y adolescencia, en la que el adultocentrismo nos ha hecho creer que respetarles es libertinaje o sobreproteger, evitando así que las niños, niñas y adolescentes reciban el acompañamiento adecuado, generando estrés y afectando a su salud mental.

Sin embargo, es importante destacar que, a nivel familiar y personal, cada individuo tiene la capacidad de decidir cómo participar en el sistema y establecer sus propias prioridades de acuerdo con sus valores. Además, los adultos somos responsables de nuestro propio bienestar emocional y tenemos la responsabilidad autocuidarnos para poder cuidar óptimamente.

En tu web hablas de que enseñas a las y los adultos, familias, docentes, a tratar a niñas y niños con respeto, “sin control ni disciplina”. ¿Control y disciplina no son buenas?

El control y la disciplina son la antítesis de lo que necesita un cerebro en etapas de desarrollo, lo que necesita es ética, coherencia, respeto y conexión. El control se basa en el miedo y la desconfianza, mientras que la disciplina proviene de una autoridad. Creando entonces ese ambiente en el propio hogar y normalizando las relaciones basadas en el poder y la sumisión.

Estos conceptos son opuestos a lo que implica la Educación Real, la cual se fundamenta en el respeto hacia los niños, niñas y adolescentes, en atender sus necesidades cerebrales reales y en promover sus derechos. Esta filosofía reconoce la importancia de establecer una relación igualitaria y de confianza, y está muy alejada de la “permisividad” y el libertinaje, simplemente, los niños, niñas y adolescentes son personas, y pueden aprender y vivir sus vidas sin dañar ni ser dañados, precisamente sin ser dañados.

El conductismo tampoco te parece una buena guía. ¿Por qué?

El conductismo se enfoca en la modificación de comportamientos a través de estímulos y recompensas, basados, además, en animales antes que en personas, en cerebros diferentes. Como decía, la infancia y adolescencia no funcionan a través de la manipulación, los premios o los castigos, eso es reducir a un ser humano a lo más bajo de la especie, además de una forma de violencia simbólica y normalizada, ya que implica la manipulación de las emociones y necesidades cerebrales reales de los niños y niñas y adolescentes, con el propósito de obtener los resultados deseados como adultos, en función de las necesidades adultas y sin tener en cuenta sus propias necesidades y sus derechos. Se puede enseñar sin dañar, de hecho, se debe.

Entre tus áreas de conocimiento está la violencia simbólica hacia la infancia. ¿Me podrías explicar de qué se trata?

La violencia simbólica es una forma de violencia que se reproduce culturalmente y, en consecuencia, la familia puede respaldarla y contribuir a su perpetuación. Se trata de un tipo de violencia sutil que no se percibe como tal, pero que se acepta comúnmente y es una forma más de control con sus correspondientes consecuencias negativas.

Un ejemplo de ello es cuando vas al supermercado y la cajera le dice a tu hijo o hija: “Si tu mamá dice que te has portado bien, te daré un caramelo”. A simple vista, puede parecer inofensivo, pero en realidad implica un chantaje emocional encubierto y normalizado, asumido por ese adulto que ni tan siquiera conoce al niño o niña en cuestión, donde se establece un intercambio de poder y se manipulan las emociones del niño o niña para obtener un resultado deseado. Un resultado, además, que obvia las necesidades cerebrales reales de la infancia y adolescencia, que son correr, saltar, hablar alto, moverse, expresar emociones, estar cansados, aburridos… en fin, eso no es portarse mal, es ser un ser humano en una etapa cerebral diferente a la adulta.

¿Cuántas prácticas que se entienden como educativas en la familia parten de esta violencia simbólica?

La mayoría, por no decir todas; en la educación no existen trucos, métodos o prácticas infalibles.

Muchas de las acciones que los padres y las madres intentan implementar, aunque sea de manera inconsciente, están enraizadas en esta violencia simbólica. Es decir, en la manipulación encubierta de las emociones y acciones de sus hijos e hijas para obtener lo que se espera de ellos y en función de las necesidades adultas. Solo hay que echar un vistazo al día a día, desde pórtate bien o los Reyes te traerán carbón, hasta el vete al rincón a calmarte, tienen manipulación, que no haríamos en ningún caso con una persona adulta ¿por qué sí lo hacemos con personas en una etapa en la que todo esto daña sus circuitos cerebrales dejando una huella de por vida?

Has vivido en Madrid, Barcelona y Londres. Por tu experiencia, ¿dónde dirías que se trata mejor a la infancia?

Actualmente vivo en Portugal. Y puedo afirmar que la violencia estructural para con la infancia y adolescencia está en todas partes, además, realizo investigaciones sociales por todo el mundo, y todo está contagiado, es como un virus que se ha propagado y que cada vez va a peor, silenciando a la infancia y adolescencia, teniendo como consecuencia a la sociedad desconectada de estas etapas que tenemos hoy. Es momento de actuar, cuanto antes, para salvar a generaciones actuales y venideras, así como a la sociedad en general.

Pablo Gutiérrez de Álamo

Periodista especializado en educación. Director de El Diario de la Educación. Antes en Periódico Escuela 

 

Fuente

https://eldiariodelaeducacion.com/2023/06/27/tania-garcia-la-violencia-estructural-para-con-la-infancia-y-la-adolescencia-esta-en-todas-partes/

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martes, 15 de agosto de 2023

Orientaciones para mejorar la convivencia

Orientaciones para mejorar la convivencia

El Estudio estatal sobre la convivencia en los centros de educación primaria, elaborado sobre la base de más de 33.000 encuestas entre la comunidad educativa de todo el país ofrece un decálogo de orientaciones con las que lograr mejoras en el clima de los centros escolares.



La convivencia no parece ser un gran problema, al menos, en los centros de primaria, según el estudio realizado para el Observatorio Estatal de la Convivencia, en cuyo pleno, presidido por Pilar Alegría, ministra de Educación y FP, se han presentados sus datos y conclusiones.

Más allá de que los casos de acoso o de violencia en los centros son una minoría (menos del 10 % del alumnado dice haberse sentido acosado en su colegio), sigue habiendo margen de maniobra para la mejora de estas cifras. Desde un aumento de la formación inicial y continua del profesorado en estas manterias o la difusión de buenas prácticas pasando por la generalización de proyectos de alumnado mediador o ayudante.

Os dejamos aquí el decálogo de elementos que podrían suponer una mejora de la convivencia en todos los centros de primaria. El último de los puntos, el número 11 en realidad, se refiere a la publicidad tanto entre la comunidad educativa como entre la sociedad en general, de las conclusiones del estudio.

Orientaciones

La convivencia, según muestra el estudio y en opinión de quienes están todos los días en las aulas y pasillos de los colegios, es buena. Pero prevalecen ciertas situaciones graves que, en cualquier caso, están haciendo sufrir a muchas y muchos niños. Esto es lo que hace necesario que se implementen medidas, en diferentes niveles del sistema, para conseguir mejoras. El estudio plantea hasta 10, 11 si contamos con la última, que es dar difusión a los resultados y conclusiones del propio informe.

La primera de ellas habla de la necesidad de que las decisiones docentes se planifiquen de manera coordinada y haya trabajo en equipo. En este sentido se habla de la necesidad de crear un modelo de gestión de la convivencia con un enfoque restaurativo aunque se tiene en cuenta la falta de tiempos y espacios para poder planificar la gestión de la convivencia. Como pasos iniciales se plantea que el Observatorio Estatal de la Convivencia defina convivencia para dar orientación a los centros, al mismo tiempo que se entiende que el Plan de Convivencia y el Proyecto Educativo de Centro deberían contener escenarios reales de práctica educativa y propuestas de convivencia efectivas.

Reducir y agilizar la carga burocrática en la gestión de la convivencia es otra de las conclusiones. Tanto las direcciones como el profesorado y los equipos de orientación coinciden en que la burocracia es un problema para el que necesitan ayuda y asesoramiento a la hora de diseñar, desarrollar y evaluar los documentos institucionales de convivencia, como planes, protocolos o medidas preventivas.

También se pone sobre la mesa la necesidad de profundizar en metodologías y evaluación colaborativas dentro del currículo para crear destrezas cooperativas que se conviertan en actitudes de convivencia. Es decir, “a convivir se enseña desde la práctica planificada, programada y evaluada”, asegura el estudio. Por eso la importancia de profundizar en aspectos curriculares y de evaluación que mejoren las actitudes de convivencia.  En este sentido se señala la creación de un currículo específico que explicite competencias y contenidos que promuevan la convivencia: conocer y comprender los conflictos y la violencia; gestión pacífica de conflictos; no discriminación, aceptación, colaboración, cooperación, solidaridad, etc.

El desarrollo la práctica de la convivencia desde el enfoque restaurativo, preventivo y de calidad es otra de las apuestas del estudio. La creación de medidas preventivas puede prevenir problemas como la sustracción o el deterioro de los materiales (uno de los problemas más señalados por el alumnado) o el maltrato entre iguales. Según las y los autores, las administraciones deben generar estructuras participativas de gestión de la convivencia, como podrían ser los observatorios de la convivencia escolar en los territorios. Además, se señala que el propio alumnado hace hincapié en las medidas restaurativas como elementos para potenciar la responsabilidad entre chicas y chicos.

La colaboración escuela-familia en temas de convivencia y participación sería otro punto destacado. El estudio, dicen sus autores, confirma la importancia del papel de la familia y de su colaboración para atender los conflictos. En entorno familiar influye en la convivencia en el centro, al tiempo que las familias tienen en buena consideración el trabajo del profesorado en estas cuestiones.

La elaboración de las normas de aula con la participación y dentro del marco de la acción tutorial. Las normas tienen mayor impacto si tratan de responder a las necesidades del grupo, de manera que su participación en la elaboración es interesante. Ahora bien, “resulta irrenunciable crear condiciones horarias sostenibles en los centros que garanticen una buena acción tutorial”.

Desde el estudio se resalta la necesidad de integrar los programas de alumnos ayudantes y los programas de mediación escolar ante la constatación de que no son conocidos entre el alumnado que no participa directamente en ellos. Este tipo de programas con “oportunidades de educación y desarrollo moral siempre que sea al servicio de la justicia restaurativa”, asegura el estudio que insiste en su extensión por “lo mucho que aportan al desarrollo de una cultura de la convivencia pacífica”. Por eso se aboga por una mejora de la difusión y comunicación de este tipo de prácticas.

En un sentido similar se ve la obligación de intensificar la formación inicial y permanente desde la práctica de la reflexión. El estudio defiende el desarrollo y difusión de formación anual sobre convivencia para directivos, coordinadores de bienestar e integrantes de consejos escolares de centro, así como la difusión de buenas prácticas de convivencia de manera sistemática.

La evaluación es importante, así al menos lo dicen quienes han participado en el estudio al pedir que se generen herramientas para evaluar la convivencia. Con ellas se podría hacer que el Plan de Convivencia fuera más ajustado a las necesidades que se detecten en cada centro educativo. Por esto, se aboga por la creación de proyectos de diagnóstico y asesoría para centros educativos desde algún tipo de plataforma web.

Para terminar este apartado, se pide la implementación de una estructura de convivencia que genere una escuela conectada con la comunidad. Según los resultados del estudio, hay una necesidad imperiosa de que los centros sean instituciones abiertas al entorno: a los servicios sociales, municipales o sanitarios, por ejemplo.

 

Por: Pablo Gutiérrez de Álamo

Periodista especializado en educación. Director de El Diario de la Educación. Antes en Periódico Escuela

 

 Fuente

https://eldiariodelaeducacion.com/2023/05/03/orientaciones-para-mejorar-la-convivencia/

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