En otras dos ocasiones, cuando su padre lo fue a
recoger, lo encontró en el bote de basura, intentando pillar algo
“interesante”. De inmediato y de un jalón de orejas lo sacó de ahí. El niño no
entiende de “buenos modales” y menos quiere escuchar a sus padres.
En clase hace aviones de papel, no acepta hablar con las niñas y se molesta si
no se hace lo que él quiere. Incluso, lo trataron de expulsar del colegio hace
un par de años, pero al final conmovió a los maestros y logró quedarse.
Pese a todas esas experiencias, él sigue igual. Llora y hace berrinche por
todo. Héctor tiene dos hermanos menores (un varón y una mujer), ellos no se
tiran al suelo por un capricho, escuchan a sus padres y son niños aplicados en
la escuela.
Mauricio e Isabella, son los padres, ellos creen que son los culpables del
comportamiento de su hijo, pues cuentan que como fue el primero, estuvieron
solos con él por casi cuatro años y lo consentían en todo.
“Siempre tenía lo que quería. Lo alzábamos para dormir desde bebé, si se
antojaba algo se lo comprábamos, pasábamos casi todo el día con él, jugando y
atendiéndolo, siempre a su disposición, pero hablándole, porque creíamos que si
actuábamos así sería lo mejor”, explica Isabella.
Primero se pensó que el niño tenía un problema de hiperactividad, es decir, un
trastorno de la conducta, que lo orillaba a desarrollar una intensa actividad
motora, traducida en el moverse continuamente, sin que toda esta actividad
tenga un propósito.
Sin embargo, luego de algunas revisiones y charlas con psicólogos se llegó a la
conclusión de que Héctor había sido muy mimado y no tuvo reglas ni límites
claros durante sus primeros años de vida. Esto desencadenó en que asuma tal
comportamiento.
Los errores y la educación hoy
Javier Urry, pedagogo y psicólogo, explica que los padres en la actualidad,
sobre todo los primerizos, tienen muchas inseguridades y angustias al momento
de cuidar y educar a sus hijos. Por lo general, estos problemas son
transmitidos a los menores y ocasionan que éstos adquieran comportamientos no
deseados. Sobre todo, que se pongan en una posición de dar órdenes en vez de
obedecer.
Aclara que no existen fórmulas ni reglas establecidas e infalibles para educar
a los niños; sin embargo, identifica algunos errores que son usualmente
cometidos y que ocasionan malos hábitos y comportamientos en los menores.
De tal manera, asegura que “la sobreprotección” es uno de ellos. Según dice,
los padres asumen muchas tareas de los hijos, estudian con ellos, les disculpan
ante el profesor, intervienen antes de verles sufrir las consecuencias de una
mala decisión, les dicen constantemente lo que han de hacer, organizan toda la
vida familiar a su alrededor a fin de evitarles disgustos.
“Esta sobreprotección resulta muy perniciosa porque forma ciudadanos
dependientes y a veces muy tiránicos, porque crecen pensando que el mundo gira
a su alrededor, que son los reyes de la casa, no uno más de la familia”,
advierte.
Añade que esto además se traduce en personas inseguras, incapaces de tomar
decisiones y de enfrentar las dificultades y contratiempos diarios, seres que
no saben asumir las consecuencias de sus actos y con problemas de autoestima.
Victoria Gómez es orientadora familiar y explica que otra de las grandes fallas
al momento de educar es la “falta de unidad de criterio” entre las figuras de
autoridad, ya que si el niño recibe de entrada mensajes contradictorios, es
decir, si sus progenitores se desautorizan entre ellos, el menor no sabrá a
quién hacer caso y se sentirá perdido, sin referencias claras.
Así, a medida que crezca, aprenderá a utilizar esas discrepancias o diferencias
de criterio para hacer lo que quiera. “Siempre es mejor equivocarse juntos que
acertar por separado”, añade.
En otro error, cita la falta de continuidad como otro fallo habitual de los
padres, quienes se dejan llevar por su estado de ánimo a la hora de educar, de
modo que permiten o no determinadas conductas en función de que estén más o
menos cansados, contentos o enfadados. “Hay que tener conciencia de que estamos
educando siempre, no en momentos concretos”, señala Gómez.
Dice también que otro de los errores continuos en los que muchos padres caen es
el de “castigar mal” o poner sanciones desproporcionadas y sin lógica, imponer
castigos imposibles, hacer promesas inalcanzables o que no se cumplen.
Si los castigos no se aplican por imposibles o por dejadez, los padres pierden
autoridad y transmiten la idea de que sus normas pueden quebrantarse
fácilmente. Por eso el psicólogo Julio Fernández recomienda “ser moderado en el
castigo y llevarlo a la práctica. En lugar de castigar al adolescente sin salir
todo un mes o exigirle que estudie cinco horas diarias, limitarle a una hora la
conexión a las redes sociales”.
Finalmente, prometer y no cumplir; las comparaciones entre hermanos; no poner
límites ni poner normas mínimas; ser malos ejemplos y estar constantemente
negativos, son otros de los errores que también se cometen usualmente en la
actualidad.
¿A la antigua, lo mejor?
Para Fernando, quien tiene 59 años de edad y es padre de tres hijos- todos
profesionales- las familias jóvenes de hoy transitan por un abanico de consejos
y estudios sobre cómo educar a los niños, que a su entender, en vez de
ayudarlos los confunden.
Dice que le ha tocado ver a muchos hijos de sus familiares y amigos que se
levantan tarde de la cama, que hay que llamarlos varias veces para que vayan a
desayunar o ir al colegio. “No se ocupan de que su ropa esté limpia y mucho
menos, ayudan a poner orden en su hogar. Se levantan irritados, pues se
acuestan muy tarde hablando por teléfono, viendo tele o conectados al
Internet”, añade.
Uno de los peores defectos que ha visto en los menores y adolescentes de hoy es
que “sacan pecho” por sus amigos y viven poniéndoles “defectos” a sus padres, a
quienes además los acusan de “sus traumas”. “No hay quién les hable de
ideologías, de moral y de buenas costumbres, pues consideran que ya lo saben
todo”, explica.
Por todo esto, Fernando cree que los métodos de hoy no son positivos ni buenos
para las familias de la actualidad, ya que no forman personas con carácter y
los hace desobedientes.
Recuerda que los horarios estrictos eran una regla inquebrantable en su hogar.
Habían horas establecidas para levantarse de la cama, desayunar, ir al colegio,
retornar de clases, almorzar, hacer las tareas, jugar, ver tele y dormir.
Del mismo modo, era prohibido levantar la voz o cuestionar las decisiones de
los padres, puesto que en caso de hacerlo, el castigo no era tan solo una
prohibición. De hecho, los chicotazos eran el principal temor y
básicamente era lo que obligaba a los hijos de su época a pensar más de tres
veces antes de cometer alguna travesura.
Fernando cuenta que así fue criado y agradece a sus padres por aquello, ya que
según dice, gracias a esa forma de educar que asumieron sus padres él pudo ser
un hombre de bien, lograr una profesión, pero sobre todo, tuvo un buen modelo a
seguir para poder criar y educar a sus tres hijos.
Empero, reconoce que la dureza y restricciones para con sus hijos bajaron de
tono, en relación a lo que él tuvo que pasar durante toda su infancia, sin
embargo, asegura que siguió el modelo que conocía y por ello, recomienda a las
familias de hoy aplicar el mismo.
Un nuevo punto de vista
La tendencia en la educación actual es dejar que los chicos exploren y
desarrollen todo su potencial, sin restricciones, para que en un futuro sean
adultos exitosos. Muchos padres dejan la educación en manos de los docentes,
porque el trabajo y las actividades no les dejan tiempo para ocuparse de los
niños, pero se refugian en “estamos tranquilos porque va una de las
mejores escuelas del país”, ¡gran error!
Por otro lado están las viejas enseñanzas, en las cuales las mamás “acosaban” a
sus hijos para que cumplieran con sus tareas, revisaban cada aspecto de la vida
de sus hijos (sus cuadernos, sus amistades, qué programas ve en la televisión,
qué busca en Internet, etc) y los mantenían muy bien guardaditos en su casa
para que no se “juntaran” con las malas amistades. Si llegaban a desobedecer se
les daban unos buenos chicotazos para que “aprendieran” disciplina.
Para la psicóloga, Carla Tapia, ni lo uno ni lo otro es lo adecuado. El
dejar crecer a los pequeños con tantas libertades, permisos, sin una
orientación adecuada ni el fomento de valores, sólo ocasionará que se convierta
en un monstruo, pues no conoce de límites, no sabe lo que es el respeto ni por
él ni por los demás.
Según afirma, se puede crear un nuevo modelo de educación, al aplicar
inteligentemente las viejas usanzas con las actuales. Por ejemplo: estar al
pendiente de lo que al pequeño le ocurre en la escuela, revisar sus tareas y
trabajos escolares, platicar ¡sin gritar! para saber si se encuentra bien o
algo le preocupa.
Cinco debilidades al criar a los niños de hoy
1. Tenemos miedo de nuestros hijos
“Acostumbro hacer una prueba en la que observo cómo los padres sirven el
desayuno a sus hijos en la mañana. Si el niño dice: ‘¡quiero la taza rosa, no
la azul!’, aunque la madre ya haya vaciado la leche en la azul, la cambia por
temor al berrinche”.
2. Hemos bajado las expectativas
“Cuando los niños se portan mal, ya sea en público o en privado, los padres
sólo se encogen de hombros, como si dijeran: ‘así son los niños”‘. Te aseguro
que no debe ser de esa forma. Los niños son capaces de mucho más de lo que los
padres generalmente esperan de ellos en cuanto a sus modales.
3. Hemos perdido las costumbres locales
Hace tiempo se acostumbraba que los maestros y otros padres de familia tuvieran
carta abierta para corregir a los niños maleducados. Eran los ojos y oídos de
los padres cuando los niños se portaban mal, hoy no aceptan que maestros u
otras personas hablen de sus hijos y menos que los corrijan.
4. Nos apoyamos en los atajos
Creo que es maravilloso que los padres tengan todo tipo de aparatos
electrónicos para ayudarlos durante los vuelos o los largos recorridos para ir
al consultorio del médico. Pero los atajos también pueden ser un terreno
resbaladizo.
Ellos deben aprender a entretenerse por su cuenta. Los bebés deben aprender a
tranquilizarse solos en lugar de sentarlos en una silla vibradora cada vez que
estén de mal humor.
5. Los padres ponen las necesidades de los
hijos por encima de las suyas
De manera natural, los padres tienden a cuidar a sus hijos primero, y eso es
bueno para la evolución. Pero los padres de ahora han ido muy lejos, sometiendo
completamente sus propias necesidades y salud mental a la de sus hijos. Así, es
frecuente ver a muchas madres levantarse una y otra vez de la cama para
satisfacer los caprichos del niño, o padres que dejan todo y corren de extremo
a extremo del zoológico para traer una bebida a su hija.