El derecho de los menores a la educación está consagrado en diversos
instrumentos y normas. Entre ellos, la Convención sobre los Derechos del Niño
tradujo un cambio de paradigma y señaló la igualdad de oportunidades como
puerta de acceso a su efectivo ejercicio. En los próximos días, en coincidencia
con un nuevo aniversario de su adopción por las Naciones Unidas, se
desarrollará en Buenos Aires el Congreso Internacional “Vulnerabilidad e
Inclusión, Hacia la Resignificación de los Derechos de la Niñez”, organizado
por la Universidad Austral. Una buena oportunidad para reflexionar sobre
conceptos como igualdad de oportunidades y equidad educativa, que calan hondo
en sociedades altamente fragmentadas, como la argentina.
El propósito de la inclusión atraviesa el vínculo que se establece hoy
entre los diferentes actores implicados en la educación de nuestros niños. Es
por ello que, amén del diseño de políticas macro, debemos favorecer el
despliegue de acciones micro, potenciales transformadoras de escenarios y gestoras
del cambio. Desde este enfoque, cobran especial relevancia las alianzas
educativas que en el seno de las sociedades se tejen, pues está probado que
mediante el trabajo coordinado de las diferentes agencias comunitarias es
posible revertir situaciones complejas, con la mirada siempre puesta en
garantizar una educación inclusiva y de altas expectativas.
Está claro que un entorno vulnerable por pobreza no debe ser sinónimo de
baja calidad en los aprendizajes. Y es aquí, justamente, donde la participación
de la comunidad juega un papel central. Esto es así porque la trascendencia de
la educación para una sociedad supone el compromiso de personas e instituciones
que operen como nodos interdependientes, con la clara conciencia de que, como
en todo proceso colaborativo, los resultados no pueden ser explicados de manera
aislada. La pregunta será cómo lograr implicar a todos en la tarea de educar a
las futuras generaciones de argentinos.
Bajo esta visión, escuelas, familias y comunidades locales deben
articular esfuerzos, sabiéndose parte de un sistema que, puesto en movimiento,
beneficia a todos y cada uno de sus componentes. La labor no es fácil, pero
condiciona de tal forma el éxito educativo que merece concentrar ánimos y
decisiones. Cuanto más si nos situamos en contextos vulnerables y participamos
de colectivos que sufren la exclusión en carne propia.
Lo cierto es que esta lógica es diferente de la imperante, es
contracorriente. Estamos en tiempos en los que la ruptura del enlace y de la
idea misma de asociación se patentiza. En este marco, sin embargo, las
instituciones educativas que generan alianzas estratégicas las instalan como
pilares sobre los que descansa la eficacia de su pedagogía.
En todos los casos, es preciso tomar la iniciativa. No dar excusas. Así
lo han demostrado experiencias puntuales y valiosas, nacidas espontáneamente
del conjunto social: comunidades de aprendizaje, sistemas de tutorías
voluntarias, uniones con empresas locales, alternancia pedagógica, son sólo
algunos ejemplos de desarrollos exitosos que apuntan a la mejora mediante el
empoderamiento de sus miembros.
La consigna es sumar voluntades y para ello se realizará el Congreso
Internacional “Vulnerabilidad e Inclusión, Hacia la Resignificación de los
Derechos de la Niñez los días 21 y 22 de noviembre.
Hace falta una tribu para educar a un niño, reza un proverbio africano.
Sólo la actitud proactiva de los integrantes de cada comunidad posibilitará
progresar hacia modelos y configuraciones que amalgamencalidad e inclusión.
Haciendo propia una propuesta verdaderamente formativa y a la altura de las
nuevas demandas.
Por: Mariángeles Castro Sánchez
Fuente: http://www.eldia.com/nota/2017-11-18-3-50-51-sumar-las-voluntades-de-una-tribu-para-educar-a-un-nino-opinion