¿Tienes dudas sobre
cómo abordar la vuelta a la normalidad con tus hijos? ¿Cómo puedes ayudarles a
canalizar los sentimientos que les despierta? Las psicólogas de The English
Montessori School, Ana Ciruelos y Natalia Guijarro, proponen hacerlo de manera diferente
según su edad. Estas son sus recomendaciones.
Poco a poco nos
adentramos en el camino hacia la ‘nueva normalidad’; un
proceso que sabemos será largo y costoso y que, para los que estamos con
nuestros hijos en casa, hace que nos asalten constantemente un millón de dudas:
¿Cómo podemos explicarles la nueva realidad para que sean capaces de darle
sentido a la desescalada? ¿Cómo podemos ayudarles a canalizar todos sus
sentimientos negativos? ¿Y ayudarles a exprimir los positivos? Del mismo modo,
¿cómo podemos hacer que sigan sus rutinas y se interesen por los nuevos métodos
de aprendizaje?
Sus sentimientos son importantes
La respuesta a
todos estos interrogantes depende, por supuesto, de muchos factores. Como
medida general y en cualquier caso, en primer lugar, es necesario reconocer y
validar sus sentimientos, cualesquiera que sean. Tienen derecho a estar
enfadados, tristes, cansados… Es una situación en la que se ha limitado su vida
social y se han introducido muchos cambios en muy poco tiempo. Incluso nosotros
como adultos nos hemos visto afectados y nos está costando gestionar en
ocasiones dichos sentimientos.
Sabemos que debemos
acompañarles en este proceso y explicarles, paso a paso, qué cambios se
producen en cada momento y qué esperamos de ellos. Sin embargo, la edad en la
que se encuentran nuestros hijos es clave para tratar de un modo u otro la
situación. Es decir, la forma en el que afrontemos la comunicación y les
ayudemos a gestionar sus emociones, incorporar paulatinamente las nuevas
rutinas, supervisar y apoyar su proceso de aprendizaje en cada periodo de
tiempo, variará en función de su edad.
Los consejos para la desescalada
Por ello, hemos
elaborado una serie de tips y consejos para los diferentes grupos.
De 0 a 3 años
En esta edad no son
plenamente conscientes del significado de esta nueva situación, pero sí se dan
cuenta del cambio de rutinas que se produce a su alrededor. Aunque no han
adquirido la madurez suficiente para comprender las implicaciones sociales o
biológicas de la enfermedad y no comprendan el concepto de virus, sí que se dan
cuenta de que no van a la guardería, no pueden ver a sus amigos, o salir a la
calle con la misma normalidad que antes. Esto puede hacer que aumenten sus
rabietas o busquen constantemente su figura de apego.
Además, en esta
etapa muchos de ellos no han conseguido desarrollar un lenguaje suficientemente
amplio para comunicarse con claridad, por lo que resulta en ocasiones muy
difícil saber qué le pasa a nuestro hijo. Para ayudarles a reconocer las
emociones más básicas, expresarlas y gestionarlas, podemos tener en cuenta los
siguientes consejos:
·
Ayudarnos de cuentos y dibujos para explicarles la situación. Dibujar
las emociones y asociarlas a distintos colores y situaciones también puede
facilitar que nos enseñen cómo se sienten en un determinado momento.
·
Es necesario planificar de antemano las salidas y explicarles que si se
encuentran a un amigo, no podrán acercarse a él para jugar, ofreciéndole una
serie de alternativas como saludarnos con la mano y hablar un ratito, hacer una
videollamada cuando lleguemos a casa, o hacerle un dibujo.
·
Para prevenir conductas agresivas, es importante que el establecimiento
de límites se trabaje desde muy pequeños, puesto que les proporciona seguridad.
Para ello, debemos apoyarnos en el afecto, pues los límites son parte del
cariño. Es fundamental en este caso anticiparnos a estos comportamientos. Por
ejemplo, si aparecen cuando tiene hambre o sueño, nos encargaremos de
adelantarnos a cubrir estas necesidades.
En definitiva, los
aprendizajes en esta etapa deben ser lúdicos, a través de juegos y cuentos
podemos aprender los colores, las formas, pero también aprovechar actividades
de la vida diaria para desarrollar estos aprendizajes y otros más, como la
motricidad, la memoria o la atención. Cocinar, plantar una semilla o elaborar
la lista de la compra, son actividades que nos pueden servir para ello.
En la actualidad
contamos con numerosos recursos y propuestas para trabajar con los niños
online, lo importante es tener claro qué queremos hacer y programarnos para no
sobreexponerles a las pantallas ni volvernos locos con la gran cantidad de
oferta.
De 3 a 6 años
A esta edad ya son
capaces de comprender ciertos aspectos del virus, pero no todos. Hay un mayor
reconocimiento emocional, pues muchas veces saben que están tristes o
enfadados, sin embargo, no saben cómo controlar dichas emociones. Si no se
gestionan bien, podemos encontrarnos con regresiones en algunas conductas como
el control de esfínteres, rabietas o miedos que ya habían sido superados. Por
lo que es importante:
·
No exponerles a información o noticias que no sean capaces de comprender,
ya que les generará miedos e inseguridad. Tampoco mentirles, ni ocultar
información. Debemos adecuar las explicaciones a su nivel de madurez.
·
Enseñarles a reconocer sus propias señales corporales en relación a las
distintas emociones: cuando me estoy enfadando siento presión en la cabeza, no
puedo parar quieto, y tengo ganas de gritar y de apretar algo muy fuerte.
·
Ayudarles a identificar qué situaciones les hacen sentir así, para que
cuando vuelvan a ocurrir puedan responder de una manera diferente, pensando en
una alternativa más positiva. Así podemos trabajar con él qué puede hacer
cuando empieza a sentir esas señales para evitar esas conductas.
·
Destacar aquellos momentos que nos hacen sentir bien: el abrazo de papá,
escuchar música, leer un cuento, jugar al fútbol con mamá… Se trata de centrar
la atención en aquellos aspectos positivos, y retirar el foco de los negativos.
·
Si observamos que empiezan a presentar algunas conductas agresivas, es
importante ayudarles a descargar la emoción que presentan en ese momento,
desviar su atención de la situación que ha desencadenado el problema para
después hablar sobre qué ha ocurrido y cómo se han sentido.
En esta etapa, que
coincide por lo general con el inicio de la lectoescritura, aún se hace
necesario el acompañamiento de los padres en las tareas escolares. Por norma
general, el acceso a los métodos de aprendizaje online, suelen ser muy
motivadores y atractivos para los alumnos, pero hay que acompañarlos, tratar de
que participen y escuchen a sus compañeros.
De 6 a 12 años
Los menores de esta
edad son más autónomos, y también necesitan profundizar en las explicaciones.
Surge el sentido de lo injusto y ciertas conductas oposicionistas, por lo que
es preciso trabajar con ellos las rutinas diarias, dando tiempo al
entretenimiento, a las tareas escolares y a los momentos en familia. Es
importante:
·
Conocer qué información saben y, a partir de ahí, explicarles y darles
la información que ellos requieran. Actualizar la información que vamos
teniendo y compartirla con ellos.
·
Responder a sus dudas e inquietudes con sinceridad y con optimismo.
·
Establecer un sistema claro de límites y normas, en el que ellos
participen. Anticipar las consecuencias a cada una de esas normas.
·
Hacerles partícipes de algunas decisiones familiares. Planificar con
ellos las salidas y las nuevas rutinas que vamos incorporando en nuestro día a
día, para que sientan que se les tiene en cuenta.
·
Hablar sobre el futuro más inmediato, sobre sus expectativas a corto y
medio plazo y los cambios que podemos esperar. Debemos trabajar con ellos la
anticipación de distintos escenarios. ¿Qué puede pasar si…?
·
Hablar con ellos de sus miedos y sus preocupaciones, escucharles y
reconocer la importancia que para ellos tiene.
·
Trabajar actividades de relajación, respiración… En esta etapa ya
podemos trabajar técnicas de relajación guiada y los diferentes tipos de
respiración.
·
Crear un ‘Rincón de la Calma’ al cual pueden acudir cuando se sientan
nerviosos, tristes o enfadados. Podemos utilizar materiales que previamente
habremos elaborado con ellos, por ejemplo, botella de la calma (donde podemos
meter dibujos, notas…), mandalas, cuentos
relajantes o materiales sensoriales.
·
Analizar con ellos qué aspectos positivos hemos sacado de esta
situación. Qué cosas creen que han cambiado a mejor, y qué aspectos necesitamos
seguir trabajando.
Para poder hacer
frente a las emociones negativas y reforzar aquellas positivas, debemos crear
nuevas oportunidades: nuevos hobbies, proyectos a largo plazo… Es necesario
hablar con ellos, y clarificarles qué conductas son las esperadas, y cuáles no
van a ser toleradas. Debemos mantener diálogos frecuentes con ellos y
preguntarles cómo suelen reaccionar ante situaciones conflictivas que se les
presentan en el día a día, y enseñarles otras opciones que pueden utilizar que
sean más adaptadas.
Si hemos
identificado aquellas situaciones por las que suele desarrollar los
comportamientos agresivos, se puede emplear una tabla de progresos
estableciendo dos o tres objetivos a trabajar, y acordando con el niño las
recompensas ante el cumplimiento de los mismos. Siempre intentando que sean de
tipo social, evitando las materiales. Es decir, jugar a un juego, ver una
película en familia, o elegir un postre pueden ser alternativas de recompensa.
En último lugar,
aunque siguen necesitando nuestro apoyo para organizarse y resolver algunas
dudas, empiezan a ser más autónomos. Los padres podemos orientarles en la
búsqueda de información y ayudarles en las dudas que se vayan generando. Es
importante supervisar la realización de tareas y comprobar que hayan entendido
las instrucciones y explicaciones dadas, dando pie a que empiecen a ser ellos
los protagonistas de su aprendizaje.
De 12 a 18 años
En esta etapa, por
norma general, les cuesta asumir las normas impuestas y suelen cuestionar las
decisiones. Pero también es una etapa en la que se pueden mantener
conversaciones más adultas y compartir información de una manera enriquecedora
para ambos.
La necesidad del
grupo social, la limitación de todos aquellos “privilegios” que habían ganado
con la edad, pueden llevarlos a un “permanente estado de enfado”. En esta etapa
se hace esencial la escucha activa, sin juzgar. Es importante que se sientan
escuchados y valorados, que participen en las decisiones familiares. Debemos
aceptarles tal y como son y ayudarles en la toma de decisiones, intentar
aconsejarles pero no abusar de la imposición. Hay que mostrarles afecto, pero
al mismo tiempo fijarles normas y límites claros. Hacerles sentir que son
importantes para nosotros y que puede contar con nuestra ayuda.
Durante estas
edades hay que hablar con ellos sobre sus sentimientos, interesarse en su día a
día, vigilar los cambios de humor o comportamiento y no menospreciar sus
problemas ya que para ellos son importantes.
Para los padres,
puede ser un desafío lograr que sus hijos cumplan el distanciamiento social.
Por ello, es necesario transmitirles la idea de que no se trata tanto de ellos,
como de que cualquier persona puede contagiarse y ser portadora, contagiando a
otras personas que sí pueden sufrir efectos muy negativos en su salud. Resulta
conveniente:
·
Compartir información sobre la nueva situación, probablemente ellos
sepan incluso más que nosotros.
·
Respetar ciertos momentos en los que deseen estar solos, darles su
espacio y su tiempo, con cuidado de que no se asilen.
·
Establecer conversaciones periódicas con nuestros hijos, interesándonos
por cómo se sienten, preguntando directamente sus preocupaciones y sus
necesidades actuales.
·
Invitar a nuevos espacios de reunión familiar, sin obligarles. Crear un
momento para hablar, jugar, o simplemente estar todos en familia.
·
En esta etapa los amigos son muy importantes, los vínculos que
establecen con sus compañeros es uno de los aspectos fundamentales de su
desarrollo personal y social. Ahora que ese contacto se ha reducido, debemos
ser algo más flexibles en cuanto al uso de móviles y nuevas tecnologías, pero
estableciendo siempre unos horarios y unas normas de uso.
·
Interesarnos por sus gustos, sus hobbies, es un buen momento para
conocer sus gustos y participar en ellos.
A la hora de
prevenir conductas de riesgo en adolescentes, la familia es clave. Es
fundamental una comunicación continua y frecuente con ellos, practicando la
escucha activa, no abusando de los imperativos y órdenes, y negociando con
ellos. Usar el ‘estar’ en lugar del ‘ser’, por ejemplo cambiar el mensaje ‘eres
un desordenado’ por ‘la habitación está desordenada’; no debemos etiquetar ni
comparar.
Al estar más tiempo
en casa y ser las redes sociales su principal vía de comunicación con los
amigos, es importante estar atentos al tiempo diario que dedican a jugar a
videojuegos, o al uso del móvil, ya que pueden engancharse más fácilmente que
en otros momentos. Limitar el tiempo de uso de los aparatos electrónicos y un
control parental en el los dispositivos son cuestiones fundamentales que los
padres deben tener en cuenta. No se trata de imponer, si no de pactar y acordar
con ellos un uso razonable, tampoco de entrar en su intimidad, puesto que poco
a poco se van haciendo adultos y hay que respetar su espacio y depositar la
confianza suficiente para que sean personas autónomas.
Por último, a esta
edad son suficientemente autónomos para seguir las rutinas escolares
establecidas. Sin embargo, podemos ayudarles a organizar su agenda semanal, y a
resolver sus dudas. Solo si ellos nos lo piden, ayudarles a repasar y a
estudiar. Es un momento importante en el que pueden desarrollar la capacidad de
gestionarse en relación a los estudios. La labor de los padres aquí, es de
supervisión y acompañamiento y solo en aquellos casos en los que nuestro hijo
demuestre que no es capaz de organizarse y está faltando a la entrega de
tareas, es necesario intervenir y supervisar sus trabajos.
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