Especialista en tecnología y seguridad informática, Sebastián Bortnik acaba de publicar “Guía para la crianza en un mundo digital”, un libro que aporta respuestas las preguntas que se les plantean a padres y docentes al acompañar a chicos y chicas en el uso de la tecnología.
Sebastián Bortnik es especialista en tecnología y
seguridad informática. Fundador y expresidente de la ONG Argentina Cibersegura,
Bortnik es un referente en cuestiones relacionadas con el buen uso de las
tecnologías. Conversó con Agenda Educativa con motivo de la
publicación de su libro Guía para la crianza en un mundo digital (Siglo
XXI), una obra pensada para apoyar a los adultos en la búsqueda de respuestas
para las preguntas nuevas –y no tan nuevas– que se les plantean a padres y
docentes a la hora de acompañar a chicos y chicas en el uso de la tecnología.
–¿Cómo llegaste a especializarte en
la “crianza digital”?
–Como experto en seguridad informática yo fui parte
del grupo fundador y luego presidente de la ONG Argentina Cibersegura,
un proyecto dedicado a divulgar ideas para cuidarse en Internet. En esos años
recorrimos muchos colegios, hablamos con familias, chicos, chicas y
adolescentes. En 2018, después de 8 años como presidente de la ONG, me tomé una
pausa y surgió la idea de poner en papel lo que había aprendido en ese tiempo.
En el camino aprendí un montón: busqué papers, hice entrevistas a
profesionales, investigué.
Aunque el libro tiene un montón de consejos y
buenas prácticas, querer aplicarlas todos juntos de un día para el otro puede
ser abrumador porque implica muchos desafíos. Hay aspectos que requieren deconstrucción,
cambiar nuestros hábitos, dar el ejemplo. Muchas ideas son orientadoras,
aportan parámetros pero no respuestas concretas. Por ejemplo, yo no recomiendo
las pantallas antes de los dos años. Pero si una familia le quiere dar a su
hijo una tablet antes, bueno, dársela al año es mejor que a los tres meses.
–¿Cómo debería ser el rol adulto
frente a la tecnología? ¿Con qué palabras lo definirías?
–Primero, involucrarse. Yo siempre digo
que milito para que los adultos analógicos que están criando niños digitales se
involucren. Creo que esa la primera gran definición del rol adulto, y no hablo
solo de papá y mamá, sino también de docentes, pediatras, etc. Algunos te
dicen: “Yo veo que mis hijos la tienen clarísima con la tecnología”. Aunque nos
confunde a veces ver que los chicos se manejan muy naturalmente en el mundo
digital, necesitan de los adultos para cuidarlos. Muchas veces los cuidamos en
un montón de temas, y nos olvidamos del mundo digital. Por ejemplo, no sería
descabellado que un pediatra, además de decirte qué tiene que comer el nene,
también te dijera cuánto tiempo puede estar en la pantalla.
Aunque nos confunde ver que los
chicos se manejan naturalmente en el mundo digital, necesitan de los adultos
para cuidarlos. A veces los cuidamos en un montón de temas y nos olvidamos de
este
Sebastián Bortnik
El segundo paso es el diálogo. Algunos
padres preguntan: “¿Qué herramienta me recomendás para espiar?”. Pero la gran
herramienta que tenemos como adultos es el diálogo, una vez que asumimos que
ayudar a los chicos a relacionarse de manera sana y segura con la tecnología es
nuestra responsabilidad. Yo lo comparo mucho con la educación sexual integral:
el principal recurso siempre es el diálogo.
El tercer eje es la progresividad. Si
yo quiero resolver todos los problemas que plantea el libro, no voy a poder. Si
yo creo que mi hijo va a aprender a usar el celular de un día para el otro
porque lo senté y le di dos horas de explicación, eso es como el viejo mito de
la educación sexual: “la charla” a los 13 años. Hoy se sabe que la educación
sexual empieza en la primera infancia y es progresiva. Acá es lo mismo. Cuando
tu hijo tiene 4 o 5 años, tu manera de comportarte con la tecnología, el hecho
de dársela progresivamente en vez de usarla como chupete, va a impactar mucho
en cómo él la usará después, cuando sea adolescente.
–¿Cuánto sirven las estrategias
basadas en espiar lo que hacen en las redes o pedirles las contraseñas?
–Entre poco y nada. En algunos eventuales
escenarios pueden servir, cuando los niños y niñas son muy pequeños. En muchos
casos, a medida que los chicos crecen, como saben que sus padres los quieren
espiar, dedican esfuerzo a evitar que sus padres los espíen, en lugar
de dedicar esfuerzo a evitar a las personas malintencionadas en las redes.
No se trata de juzgar, sino de entender que no estás ayudando a tu hijo. La
idea es que los chicos sientan que confiamos en ellos y darles las herramientas
para que se empoderen. Vale la analogía con la educación sexual, aunque sea
medio burda: ¿qué papá o mamá quisiera estar ahí cuando su hijo tiene sus
primeras experiencias sexuales, viendo si lo hace con cuidado? Ninguno.
La clave, como decía, es la progresividad. Cuando
los chicos son chiquitos y vienen a jugar a tu casa, vos no los dejás que
cierren la puerta. En ciertas instancias, el control sirve. Pero a medida que
crecen, los chicos tienen que poder cerrar la puerta, jugar y saber cómo
cuidarse. Si no, no estamos criando personas independientes. Si un chico o
chica llega a la adolescencia pensando que la única forma de cuidarse es
esperar a que su mamá o su papá se den cuenta de que los están maltratando en
las redes, van a tener dificultades para hablar si están en problemas, porque
sienten que no es su rol pedir ayuda. Hay muchos perjuicios y pocos
beneficios en espiar, y rara vez eso permite evitar un incidente.
El otro día un pediatra me leía un mensaje de texto
de una madre que decía: “Ayer mi hijo estaba jugando al Among Us, dejó el
celular, y vi que alguien le había preguntado por chat si quería masturbarse
con él”. El nene tenía 8 años. El mensaje seguía así: “Automáticamente lo obligué
a desinstalar el Among Us”. Ese chico no va a aprender a cuidarse. Mañana,
cuando alguien le pregunte lo mismo desde otro juego, no va a tener
herramientas para responder, porque en su casa le prohibieron el Among Us, no
le prohibieron hablar con adultos que le preguntan si se quiere masturbar con
ellos. No tiene sentido poner de enemigo al Among Us en vez de a los
pedófilos. Era una gran oportunidad para que esa mamá se sentara con su
hijo y le explicara que ese mensaje es peligrosísimo, además de decirle que, si
llega a recibir otro mensaje como ese, lo primero que tiene que hacer es
mostrárselo a sus papás. Hay que aprovechar esas oportunidades para el
diálogo.
A medida que los chicos crecen, como
saben que sus padres los quieren espiar, dedican esfuerzo a evitar que los
espíen, en lugar de dedicarlo a evitar a las personas malintencionadas en las
redes
Sebastián Bortnik
–El libro también subraya la
importancia de la autonomía. ¿Cuándo se empieza a construir esa autonomía?
–Al final del libro hay un anexo con una síntesis
de las cinco etapas en las que podemos dividir la crianza digital: de 0 a 2
años, de 3 a 5, de 6 a 8, de 9 a 12 y de 13 a 17. Para cada etapa, describimos
algunos conceptos clave, los principales riesgos y los ejes para el diálogo.
Definitivamente, en la adolescencia el concepto clave es la autonomía.
Y en la preadolescencia, uno de los conceptos clave es la transición desde
un uso supervisado o semi supervisado, a un uso autónomo de la tecnología. Esta
es una etapa fundamental. Entre los 9 y los 12 años, si no trabajamos para que
los chicos puedan ser autónomos con la tecnología, criaremos personas que no
estarán preparadas para cuidarse, y tarde o temprano no podremos espiarlos más.
Ningún chico de 15 o 16 años se deja espiar el
celular por la familia. Hay demasiados casos de familias que creen que
están espiando a sus hijos, y en realidad no lo están haciendo. Padres que
te dicen: “Le espío la cuenta de Instagram”, y resulta que el chico tiene otra
cuenta. En su momento, los chicos te decían: “Me fui a Instagram porque mi
familia me pedía la contraseña de Facebook”. Hace unos cinco años, un chico en
una escuela contó que usaba Instagram. Cuando le preguntamos por qué, dijo:
“Porque mis papás no saben que existe”. Tarde o temprano nos vamos a quedar
cortos si nuestro único recurso es la supervisión.
Hace unas semanas hice un vivo con unos chicos de
un centro de estudiantes de Bahía Blanca. Una chica decía que la primera charla
que había recibido sobre grooming fue en cuarto año de la secundaria. Pero los
datos de las fiscalías muestran que la mayoría de las víctimas tienen entre 9 y
12 años. Otra idea central del libro es que la mayor parte del trabajo
que tenemos que hacer es entre los 0 y los 12 años. De los 13 a los 17, se
trata de acompañar y dar autonomía. Este es un problema del que debemos
ocuparnos en la infancia y en la preadolescencia. Pero muchas familias y escuelas
siguen creyendo que debe abordarse recién en la adolescencia (tal como sucede
con la educación sexual).
La mayor parte del trabajo que
debemos hacer es entre los 0 y los 12 años. De los 13 a los 17, se trata de
acompañar y dar autonomía. Debemos ocuparnos de esto en la infancia y en la
preadolescencia
Sebastián Bortnik
–Uno de los capítulos se titula “Tu
hijo va mirar pornografía desde muy pequeño”. ¿Hasta qué punto se pueden evitar
estas cuestiones, o es preferible reconocerlas y actuar a partir de ellas?
–Creo que hay cosas que no se pueden evitar.
A la vez, esto no es nuevo. Yo tengo 36 años. En la generación de mis viejos,
seguramente todos fumaban en la adolescencia, pero muchas familias debían creer
que su hijo no lo hacía. En mi generación, muchos tomaban alcohol y conducían:
un pésimo hábito. Ahora, si vos les preguntabas a nuestros padres, seguro te
respondían: “No, eso mi hijo no lo hace”.
Creo que es importante entender que hay cosas que
van a ocurrir y que, cuanto antes lo asumamos y más trabajemos con los chicos
en cómo evitarlo o cómo reaccionar, mejor. No es asumir que va a pasar y no
hacer nada: es asumirlo, y actuar. En el libro digo que un chico no solo va a
buscar pornografía antes de lo que los adultos suelen creer, sino que además puede
pasar que se la encuentre antes de querer buscarla. Eso es aún peor. Nos
encontramos con muchísimos casos de chicos a los que les mandan pornografía
cuando no la pidieron. Hay muchos pasos previos –elegir a quiénes seguir y a
quiénes no, o configurar la privacidad de tus redes– que van a hacer que estas
cosas se eviten a tiempo, o que los chicos sepan actuar cuando les pase.
A principios de este año, una mamá súper angustiada
me llamó para decirme que su hijo de 12 años había empezado a recibir fotos
pornográficas de un contacto de Instagram. El hijo lo primero que hizo fue
decirle. Yo le contesté: “Si tu hijo lo primero que hizo fue decirte a vos,
significa que ya hiciste bien el 80% del trabajo”. Esa mamá ya está
mejor posicionada que la mayoría de las familias, porque su hijo fue a pedirle
ayuda a ella.
Es importante entender que hay cosas
que van a ocurrir. Un chico no solo va a buscar pornografía antes de lo que los
adultos suelen creer, sino que además puede que la encuentre antes de querer
buscarla
Sebastián Bortnik
–Ahora sí, la pregunta del millón:
¿cuándo darles el celular a los chicos?
–Lo primero que diría es que no hay una respuesta
concreta, sí podríamos hablar de un rango. Pero esa pregunta es menos
importante que otras. Imaginemos un niño que recibe un celular a los 10 años,
en una casa en la que se habla constantemente de cómo hacer un uso seguro de la
tecnología, en un contexto en el que se le explicó que el celular es una
herramienta poderosa, donde se hicieron acuerdos, donde no fue la consecuencia
de “todos mis amigos lo tienen y yo no”. En ese contexto de
acompañamiento y de diálogo, ese niño de 10 va a hacer un uso más
responsable del celular que otro nene que quizás lo reciba a los 12 porque se
lo regalan sus abuelos, lo prendió, a los 5 minutos empezó a usarlo y en la
casa nunca se habló del tema. La edad es importante, sí. Es sano intentar
arrimar el celular a la adolescencia en la medida de lo posible. Pero no hay
que obsesionarse con la edad, porque el cómo es mucho
más importante que el cuándo.
Por Alfredo Dillon
Fuente
https://agendaeducativa.org/sebastian-bortnik/
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