¿Por qué no posponer la educación del hogar?,
Podríamos hoy decir que la educación del hogar constituye una experiencia
humana, que se traslada de generación en generación como una práctica
inalienable e insustituible en la formación espiritual, moral, cultural y de
vida en los primeros años de vida de los niños y niñas, y de su eficacia
dependerá en lo sucesivo, la trascendencia del hombre y ciudadano del futuro.
Así, este hacer constituye una responsabilidad indelegable de la familia;
padres, representantes, hermanos, tíos, abuelos, primos, otros familiares y
amigos cercanos contribuyen a través de la socialización y las relaciones
interpersonales a fomentar una cosmovisión y significados sobre las conductas
apropiadas e inapropiadas, hábitos, estilos de vida, tradiciones, cultura,
creencias y la asunción de la responsabilidad y otros valores que van cobrando
sentido en el mundo de vida del individuo en proceso de formación.
En la mirada del niño, el padre es el maestro por
excelencia y en el cual construyen sus propias experiencias y significados de
lo que desde el hogar se asume como bueno o malo, en los padres los niños miran
el ejemplo, contemplan valores como: responsabilidad, respeto, paz, iniciativa,
participación, trabajo, y el más importante y difícil de explicar, definir y
demostrar, el amor.
Hasta las amas de llave, domésticas o señoras de
los quehaceres o del cuido, son pieza clave en la educación del hogar que
reciben nuestros niños, ellas a través de su interacción y socialización
constituyen un referente y representan imagen en la configuración de marcos de
referencia del ser educado desde el hogar, llegan a constituir un miembro
añadido al hogar por elección, y en derivación, por aproximación y vínculos
afectivos.
Hoy, las instituciones educativas están llamadas a
mirar más de cerca los procesos de intercambio y de educación de hogar en que
se motorizan las relaciones sociales – personales de niñas y niños en edad
escolar. Es fundamental que los maestros contemplen los procesos de formación
que se gestan desde la experiencia de la familia, representada esencialmente en
la actuación de padres y representantes en relación a la crianza de los hijos,
toda vez que tales manifestaciones y representaciones son el origen de lo que
proyectan los niños en los vínculos que establecen con sus congéneres
La educación del hogar es responsable de la
construcción de ideales, referentes, primeras nociones y percepciones de vida,
acercamientos a las relaciones sociales – personales sanas, educación en
valores trascendentales para el ser, vivencias en el compartir triunfos y
derrotas, desarrollo de la dimensión espiritual del ser y conservación de la
esencia de las manifestaciones culturales y folklóricas que incluso en el
interior de la familia se van heredando de generación en generación.
Manuel Barroso nos comenta que el hogar es una
“especie de laboratorio de vida”, en ese espacio los niños aprenden a
establecer relaciones sociales sanas, adquieren habilidades para la
comunicación, significan los valores, incluso logran distinguir importantes
conceptos como poder, participación, libertad y democracia, derivado de los
procesos de conversación que se establecen en códigos de intercambio que son
“cotidianos”, no por lo que se acostumbra a vivenciar o repetir, sino por el
conocimiento que lleva implícito las experiencias en que ocurre, la
dialogicidad y los vínculos intersubjetivos desde lo que se vive al interior de
la realidad familiar.
En medio de los avatares de la realidad social que
nos acompaña, la educación del hogar, debe privilegiar ante cualquier intento
de ser sustituida por otros espacios de formación donde lo íntimo y el interés
supremo de esa relación y sentido de protección que sólo ocurre en la familia
pueda deteriorarse en el descuido de sus responsables.
Hacer espacios e insistir en la cuota de
responsabilidad que corresponde a sus actores es un clamor que no puede ser
ignorado, al tiempo que queremos evolucionar como individuos anhelando el
triunfo individual por encima de la tragedia de perder la herencia que podría
dejar nuestro esfuerzo por ser maestros en el hogar.
Por: Roberth Francisco Morea
Fuente: El autor escribe para el Portal Otras Voces
en Educación
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