Estas son las alteraciones de la visión no
diagnosticadas que pueden llevar al fracaso escolar.
«Se acercan mucho al papel, tuercen la cabeza
cuando leen o escriben, confunden letras y palabras con frecuencia, tienen
problemas para copiar de la pizarra, presentan cansancio y falta de
concentración, se tropiezan con frecuencia, se frotan los ojos… Otros
entrecierran los ojos al fijarse en algún objeto, tuercen o desvían un ojo, lo
guiñan habitualmente o se quejan de dolor de cabeza cuando leen o estudian… Normalmente
los niños muy pequeños no reconocen si su visión es correcta o no ya que no
tienen referencias propias de lo que supone una buena visión, pero si no se
detecta a tiempo, puede ser una fuente de problemas escolares importantísima», señala
Eduardo Morán Abad, del Consejo General de Colegios de
Ópticos-Optometristas (CGCOO)..
Tanto es así que, según este organismo, en España
se calcula que el 30% de los casos de fracaso escolar está relacionado con
alteraciones de la visión no diagnosticadas. Según sus datos, durante los
primeros 12 años de vida, cerca del 80% del desarrollo socio-educativo tiene
lugar a través de los ojos. Aproximadamente entre el 5 y 10% de los
preescolares y el 25% de los escolares tienen problemas visuales y utilizan
gafas o lentes de contacto para corregir sus problemas de visión, pero otros
muchos no son conscientes de que necesitan un elemento compensador para una
óptima asimilación de los conocimientos que se aprenden en la escuela.
Revisiones
Y como padres, continua alertando Morán Abad,
«igual que llevamos al niño al pediatra o al dentista, debemos ser conscientes
de la necesidad de realizar revisiones optométricas de un modo más
habitual». Hay dos momentos claves para revisar que la función visual de
los niños es correcta, indica este experto: «Uno a los 3 años, cuando el niño
empieza a escolarizarse en Infantil, y otro a los 5 o 6, cuando empieza
Primaria. La norma es que ya tengan cierta destreza en la lectura. Esto no
quiere decir que los niños vayan a leer o a escribir todos a la vez, pero si
existe algún retraso, hay que ver si la función visual es la adecuada», matiza
este experto del CGCOO.
En cualquier caso, prosigue, «y debido al continuo
crecimiento de los niños y adolescentes durante su etapa escolar, se hace
necesario realizar revisiones optométricas de un modo más habitual de las que
habitualmente se realizan. Cuando el niño es más pequeño es fundamentalmente
hipermétrope, y conforme el ojo va creciendo, va tendiendo hacia la miopía que
es, en la actualidad, la verdadera pandemia de la sociedad».
De hecho, según el CGCOO, la miopía es el defecto
refractivo más habitual entre los estudiantes. Su prevalencia en la población
escolar es muy variable en función de la zona geográfica que se estudie, de la
raza e incluso de los factores socioeconómicos, pero tiende a incrementarse con
la edad. Así, se estima que un 20% de los niños entre 5 y 7 años
son miopes, un dato que se dispara a más del 50% cuando se
refiere a universitarios. «Hay una predisposición hereditaria, no cabe duda,
pero nuestra recomendación a las familias es que el niño, de forma
genérica, esté un mínimo de tres horas al aire libre diarias
para que la miopía aparezca de forma más tardía o no
aparezca».
Otros trastornos
Junto a la miopía, la hipermetropía es otro de los
defectos más habituales y que obliga a los ojos a hacer un esfuerzo extra para
mantener la visión. Una situación que puede provocar bajo rendimiento
lector y falta de concentración. Además, en grado suficiente es también el factor
más importante que puede desencadenar una ambliopía (ojo vago). El astigmatismo
también puede ser el origen de un mal rendimiento en la lectura, ya que genera
una imagen distorsionada que el sistema visual intenta compensar con esfuerzo y
que termina por ocasionar cefaleas, falta de concentración y visión borrosa,
«pudiendo llegar a confundirse con otros trastornos», advierte Morán Abad.
Fuente
Por:
Carlota Fominaya
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