Estos menores contarán con las
estrategias necesarias para hacer frente a los retos y dificultades que se
interpongan en su camino
“Mamá, y ahora ¿cómo vamos a salir de esta
situación?” “No dejando que nos pueda el desánimo”.
“¿Aunque parezca que nada vaya a ser como antes?”
“Habrá que inventar una nueva fórmula de hacer las cosas”.
Al igual que los adultos, nuestros hijos
llevan meses esforzándose por adaptarse a una situación
excepcional. De la noche a la mañana quedaron atrapados entre cuatro paredes,
mucho de ellos sin entender muy bien quién era ese “nuevo virus” que les había
robado la libertad.
La pandemia llegó sin previo aviso, sin pedir
permiso a nadie, y les robó las rutinas, los días en la escuela, el juego en el
parque o los partidos de los sábados. Pero sobre todo les privó de estar con
sus amigos, de recibir el cariño de sus profesores, de poder ser mimados por
los abuelos.
Muchos de ellos han estado confinados en familias que han
sufrido pérdidas de seres queridos, han vivido situaciones traumáticas o han
perdido su trabajo. Niños y jóvenes sometidos a grandes niveles de estrés e
inseguridad observando como sus padres hacían malabarismos para salir airosos
de las interminables jornadas de teletrabajo mientras que les ayudaban a hacer
sus deberes. Algunos de ellos pasando mucho tiempo solos y con miedo porque
papá y mamá tenían que ir a trabajar aunque el coronavirus estuviese matando a
mucha gente.
Después de aprender a vivir sin pisar la calle o a ir al
colegio a través de una pantalla, ahora les toca de nuevo adaptarse al
escenario de la desescalada. Una nueva fase que cambia por semanas, que les
está privando por el momento de jugar en los parques, de disfrutar de sus actividades
deportivas, de sus escuelas de verano o de estar con los abuelos por miedo a
infectarles.
En una nueva normalidad llena de tanta
incertidumbre, la resilencia va a ser sin duda la capacidad que más vamos a
necesitar educar. Educar en la resilencia es enseñar a nuestros niños y
adolescentes a buscar respuesta a sus problemas y desarrollar las habilidades
necesarias para poder enfrentarse a una nueva realidad repleta de cambios y
dificultades desde una actitud realista pero muy optimista.
La resilencia es una de las
competencias más difíciles de enseñar. Las personas resilientes
tienen la capacidad de hacer frente a las adversidades que les presenta la vida,
superarlas e incluso, salir reforzadas de ellas. Una habilidad transversal que
afecta a muchas áreas de la personalidad y que nos permite sobreponernos a los
contratiempos.
Aprender a vivir sin controlar qué
pasará mañana, a saber exprimir el aquí y el ahora, a innovar
en todas las facetas de nuestra vida. A saber bailar con lo inesperado
conectando con las emociones, aceptando que quien arriesga puede perder pero es
inmensamente más feliz del que no se atreva a hacerlo.
10 claves para educar la
resilencia proactiva
1. Es esencial que nuestros pequeños y jóvenes
entiendan el cambio una parte indiscutible de la vida, que nada es eterno, que
como hemos visto con la covid-19, todo puede variar de la noche a la mañana.
2. Enseñémosles a convertir cada contratiempo en
una gran oportunidad para aprender, para mejorar, para intentar buscar la mejor
versión de uno mismo. A ver el error como parte imprescindible del aprendizaje,
a convertir el esfuerzo y el trabajo en los mejores aliados para seguir
caminando.
3. Asegurémonos que saben que creemos en ellos sin
condición, que reconocemos cada uno de sus logros, que les encorajamos en cada
uno de sus pasos. Ofreciéndoles nuestra seguridad y protección incondicional.
4. Dialoguemos con nuestros hijos a diario,
mostrándonos empáticos con todos aquello que sienten o les sucede.
Preguntémosles cómo se sienten, qué les preocupa, abramos nuevos canales de
comunicación sin juicios ni reproches. Validemos todo aquello que les recorra
por dentro, seamos el mejor modelo que puedan tener a la hora de gestionar
nuestras emociones.
5. Potenciemos su autoestima, pilar básico para el
aprendizaje. Ayudémosles a ser conscientes de sus fortalezas y también de sus
limitaciones, a confiar en sus capacidades, a descubrir sus propios talentos.
Consigamos que se atrevan a mirarse en el espejo sonriendo y seguros de sí
mismos confiando, fomentemos el autoconocimiento y autoconcepto positivo.
6. Dejemos que tomen sus propias decisiones
conscientes que en ocasiones no van a ser las acertadas. Potenciemos la
autonomía, la creatividad y flexibilidad ante las adversidades como la mejor
arma para buscar nuevas respuestas, donde el humor y la tenacidad se conviertan
en los mejores aliados.
7. Enseñémosles a pedir ayuda cuando lo necesiten,
a trabajar en equipo cooperando, a ser empáticos y bondadosos con los que les
rodean. A ser agradecidos sabiendo valorar lo mucho que posen.
8. Diseñemos juntos nuevos desafíos por los que
soñar y trabajar, teniendo muy presente que el esfuerzo y la constancia serán
la clave para el éxito, sin victimismos que entorpezcan el camino.
9. No los sobreprotejamos ni justifiquemos los
errores o evitemos las adversidades. Exijámosles que se comprometan con cada
una de sus decisiones sin excusas, asumiendo las consecuencias de sus acciones
y celebrando sus éxitos. Animémosles a intentarlo siempre una vez más.
10. Animémosles a enamorarse de la vida, a
aferrarse a los sueños, a querer mejorar día a día. A reflexionar sobre el
porqué de las cosas, a verbalizar los miedos, a ser simplemente felices.
Autora: Sonia López Iglesia/elpais.com
Fuente:
https://elpais.com/elpais/2020/06/26/mamas_papas/1593178518_666959.html
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