Acompañar, cuidar y educar a nuestros hijos es una tarea ardua, llena de obstáculos y contratiempos, pero a la vez emocionante y extraordinaria. Se aprende a ser mamá o papá a la vez que nuestros hijos aprenden a ser hijos. Así que seamos pacientes, ajustemos nuestras expectativas y seamos capaces de disfrutar del mejor oficio del mundo.
– ¿Quién te ha enseñado a ser mamá?
– Aprendo el oficio a la vez que tú te haces mayor.
– ¿Y cómo sabes lo que tienes que hacer?
– Me dejo guiar por mi intuición y aceptando que cada error es mi mejor
maestro.
Sin duda se aprende haciendo,
recorriendo el camino, admitiendo los baches y disfrutando de cada
buen momento. Ser papá o mamá es una carrera de fondo, un camino lleno de
lecciones de vida, donde los objetivos se logran a largo plazo con grandes
dosis de serenidad y confianza. Un trayecto en el que no existen atajos,
fórmulas mágicas o métodos que nos aseguren el éxito.
Un oficio maravilloso que te cambia de forma radical la vida desde que
empiezas a ejercerlo, que te hace desaprender a diario. Que te regala a diario
primeras veces, cariño a raudales, amor sin condición.
Una ruta compartida para siempre que, en ocasiones, te hace sentir
frágil y agotada pero que a la vez es capaz de conseguir tu mejor versión.
Donde las críticas u opiniones de los demás te hacen sentir vulnerable y las
dificultades que aparecen a lo largo de las diferentes etapas te colman de
inseguridades, complejos o culpas en búsqueda de una perfección errónea.
Un
itinerario que te brinda la ocasión de aprender a confiar
en la intuición, a aceptar que se aprende mucho más del error que de los
aciertos, a entender que tienes derecho a la duda, a expresar cómo te sientes.
Más de 15 años ejerciendo la maternidad me han enseñado la necesidad de
encontrar un equilibrio entre mi vida y las de mis hijos, a saber cuidarme para
poder acompañar con calma, a gozar de cada pequeño momento aunque no tenga
siempre la solución a una duda o dificultad.
Ojalá que a todas las mamás y papás antes de ejercer el oficio nos
explicasen algunos de los errores que no deberíamos cometer.
1. Creer que educar consiste en enseñar o adoctrinar. La educación
debería centrarse en despertar, en contagiar las ganas de aprender, de
descubrir, investigar o crear.
2. Amar al hijo que queremos y no al que tenemos. En ocasiones nuestras
expectativas no se ajustan a la realidad y ahogan a nuestros pequeños,
aceptémosles tal y como son. No proyectemos nuestras frustraciones en ellos.
3. Creer que en la educación existen atajos. El arte de educar no
contiene métodos mágicos que nos digan lo que debemos o no hacer. Así que
tocará ser pacientes, estar presentes, establecer objetivos a largo tiempo,
aprender de la experiencia y del ensayo y error.
4. Allanar el camino para evitar que sufran o se equivoquen. Evitemos la
sobreprotección y asumamos que la adversidad forma parte de sus vidas. Evitemos
hacerles dependientes, inseguros y sin una buena tolerancia a la frustración.
Dejémosles caer, probar, errar y volver a empezar.
5. Olvidar lo maravilloso que es ser un niño privándoles del tiempo para
realizar la actividad más importante para su desarrollo que es la de jugar. No
abarrotemos sus agendas y permitámosles el aburrimiento, el mejor aliado de la
creatividad.
6. Ignorar o minimizar los sentimientos de nuestros pequeños. La
educación emocional debe ser la columna vertebral de nuestra educación.
Enseñemos a ponerle nombre a aquello que les pasa, a expresar las dudas o
miedos, a compartir lo que les hace vibrar, a conectar con las emociones sin
temor a sentir.
7. Oír sin escuchar, utilizando un código distinto. El diálogo debe ser
un pilar en la educación con nuestros hijos. Aprendamos a conversar con ganas
de entendernos, a darle valor a nuestras palabras, a escuchar de forma
empática, a respetar su forma de pensar o hacer.
8. Actuar en función de nuestro estado de ánimo. Las normas deben ser
siempre las mismas independientemente del día que hayamos tenido. Actuemos
siempre de igual forma controlando el humor provocado por el cansancio o el
estrés. Evitemos la disparidad entre papá y mamá, trabajemos en equipo.
9. Educar sin límites y responsabilidades. Si nuestros hijos crecen sin
normas claras serán niños con dificultades para vivir en sociedad. Enseñémosles
que deben o no hacer, hagámosles responsables de sus decisiones, motivémosles a
asumir riesgos y a asumir las consecuencias de sus actos.
10. Comparar constantemente a nuestros hijos con el resto de hermanos u
otros niños solo puede provocar celos, envidias y baja autoestima. Cada niño
merece ser educado de forma personalizada porque es único e irrepetible, dando
respuesta a sus necesidades, haciéndole sentir único, creyendo en él.
11. Hablar y actuar con poca coherencia. El ejemplo es el lenguaje más
persuasivo y por eso debemos ser consecuentes entre lo que hacemos y decimos.
Un mal ejemplo llenará nuestra educación de incongruencia y decepción.
12. No pedir ayuda cuando lo necesitemos. Compartamos nuestras dudas o
miedos con las personas que más queremos y confiamos, busquemos momentos para
cultivar nuestras aficiones, cuidémonos para poder acompañar con mucha
tranquilidad, sentido común y del humor.
No existe la madre perfecta, pero hay un millón de
maneras de ser una buena madre. Jill Churchill.
Por: Sonia López Iglesias
Fuente:
https://elpais.com/elpais/2020/08/03/mamas_papas/1596435439_878472.html
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