Las familias no cuentan con un manual de instrucciones para saber cómo educar a sus hijos. Por esta razón Francisco Castaño, docente y autor del libro ‘La mejor versión de tu hijo’, cree que lo mejor es formarse para aprender a educar.
La mejor versión de
los hijos no tiene nada que ver con conseguir que sean mejores que el resto. Ni
tampoco hay que confundir ‘autoridad’ con ‘autoritarismo’
cuando se habla de educar. Francisco Castaño, docente, asesor familiar y autor
del libro ‘La mejor versión de tu hijo’, tiene claro que educar no es fácil y que, por ello, hay que aprender a
hacerlo. Pero, ¿cómo? Ahí va una primera pista: “Tener herramientas y
habilidades educativas”. O lo que es lo mismo: “Dar recursos a los padres para
educar”, algo que, por cierto, es el objetivo principal de su última
obra.
Pregunta: Según su experiencia, ¿cuáles
son las preocupaciones más comunes de los padres de hoy en día? ¿Y de los
adolescentes respecto a sus familias?
Respuesta: Normalmente me llegan familias
que tienen problemas de conducta con sus hijos. Su mayor preocupación es que
cumplan con sus responsabilidades; y las reacciones de sus hijos cuando los
padres intentan hacerlas cumplir suelen ser desmesuradas. Los adolescentes se
acostumbran a quejarse de incomprensión y de no ser escuchados. Por ello, es
importante recordarles a los padres cómo actuaban y se comportaban cuando
tenían su edad porque, a veces, pierden un poco la memoria.
P: ¿Además de la memoria, se ha perdido
también el sentido común?
R: El objetivo de las familias es que
sus hijos sean felices. Sin embargo, lo que entienden por felicidad y lo que
realmente hace a los adolescentes felices es, muchas veces, muy diferente. Los
adultos pueden llegar a actuar con poco sentido común para conseguir una falsa
felicidad.
P: ¿Esa falsa felicidad tiene que ver
con la sobreprotección?
R: Educamos a los hijos en Walt Disney y
la vida es ‘The Walking Dead’. La sobreprotección hace que los niños no maduren
como deben, no asuman responsabilidades, no aprendan a resolver sus problemas y
tengan la autoestima baja. Cuando llegan a la adolescencia se van despegando de
sus progenitores, entonces ya no quieren que se les ayude, pero no son capaces
de resolver muchas cosas y culpan a los padres, aunque estos no tengan nada que
ver.
P: Educar no es fácil…
R: En la actualidad, educar es
mucho más difícil que en la época de nuestros padres. La sociedad ha cambiado,
se ha hecho más compleja, todo evoluciona más rápido… Normalmente, para educar
intentamos hacer lo que hicieron con nosotros o, a veces, todo lo contrario,
porque no nos gustó nuestra propia experiencia. Pero, ninguno de estos dos
comportamientos suele funcionar, porque nada tiene que ver el presente con la
sociedad de cuando éramos pequeños. Por ello, es importante tener herramientas
y habilidades educativas que nos faciliten esta labor. De hecho, este es el
objetivo de mi libro: dar a los padres recursos para la educación.
P: ¿Cómo podemos las familias aprender a
educar?
R: Lo primero es tener claro que
hemos de aprender a educar. Nos formamos para temas laborales, hacemos cursos
sobre aficiones y, en muchas familias, se olvida invertir tiempo en formarse
para la mayor responsabilidad que se tiene en la vida, que es educar a un hijo.
Por suerte cada vez hay más madres y padres que se intentan formar: hay libros,
cursos, talleres… Todo es cuestión de ponerse manos a la obra.
P: ¿Cómo ha afectado el
confinamiento a los adolescentes?
R: Aunque para algunos ha sido
complicado, en general, diría que los adolescentes son los que mejor lo han
llevado. Se han adaptado bien y con la afinidad y el hábito de comunicarse a
través de las nuevas tecnologías, lo han superado con nota. Sin embargo, la
vuelta a la nueva normalidad les va a resultar un poco más difícil. El guardar
las distancias o cumplir las normas de seguridad les cuesta por la propia
idiosincrasia de la adolescencia: la rebeldía, el posicionamiento, la falta de
conciencia de riesgo y las hormonas en ebullición.
«Para educar hacen
falta dos ingredientes: la firmeza y el cariño»
P: ¿Por qué ha titulado su libro
‘La mejor versión de tu hijo’?
R: Porque el objetivo de educar a un
hijo ha de ser conseguir la mejor versión de sí mismo, no que sea mejor que los
demás. Los padres y las madres, muchas veces, queremos que hagan lo que
nosotros no pudimos hacer y tenemos una serie de expectativas: que estudien la
carrera que creemos que es la mejor para ellos o, simplemente, que sean el alma
de la fiesta cuando el niño es introvertido. Nuestra labor al educarle es
aceptarle tal como es y conseguir sacarle el máximo partido apoyándole,
comprendiéndole, queriéndole, dejando que se equivoque y, sobre todo,
enseñándole a dar todo su potencial para alcanzar los objetivos que se proponga
en la vida.
P: En su libro explica la
diferencia entre autoridad y autoritarismo.
R: Las madres y padres hemos de
tener autoridad sobre los hijos, aunque, a veces, esta palabra provoca una
especie de sarpullido en algunos progenitores. Una cosa es el autoritarismo: el
menor ha de hacer lo que digan sus padres simplemente porque lo han dicho
ellos. Y otra la autoridad: se han de cumplir con una serie de normas y
respetar unos límites y los encargados de supervisar que esto se cumplan somos
los padres. Pero hay algo que aún es más importante, que es la autoridad moral.
Si quiero que mi hijo no use el móvil en la mesa, yo no lo he de usar. Si
quiero que sea puntual, primero he de serlo yo. No nos podemos olvidar de que
educamos más con el ejemplo que con lo que decimos.
«No nos podemos
olvidar de que educamos más con el ejemplo que con lo que decimos»
P: ¿Es posible mantenerse firme dando
cariño?
R: Esa es la clave de mi libro.
Para educar hacen falta dos ingredientes: la firmeza y el cariño. Los niños
necesitan el afecto incluso más que la comida. Pero darles amor no está reñido
con mantenerse firme en ciertos aspectos. Por ejemplo, con mis hijos nos damos
‘abrazos de oso’ cada noche y estos no están reñidos con que tengan que
acostarse a la hora pactada. Los abrazos son el cariño y la hora la firmeza.
P: ¿Cómo se puede propiciar la
comunicación con los hijos?
R: Lo más importante para
incentivar la comunicación con los hijos es escucharlos. A veces, cuando nos
vienen a hablar de algo que no consideramos importante, no les atendemos como
es debido. Eso sí, cuando vienen a contarnos algo del colegio o del instituto enseguida
prestamos atención. Por otro lado, se abusa del interrogatorio y esto es algo
que provoca el efecto contrario al deseado. Como ven que los padres queremos
saber, en vez de interesarse, dejan de contarnos cosas. La clave está en la
comprensión y en entender lo que es importante para ellos.
P: ¿Cómo se debe hablar de sexo con
ellos?
R: Hablar de sexo es algo que en algunas
casas es aun tabú y en otras da un poco de aprehensión, aunque, por suerte,
cada vez menos. Hay que hablar de sexo con los hijos con toda la naturalidad
del mundo, sin dar rodeos y con un lenguaje adecuado a su edad y madurez.
También hay que estar preparados para escuchar cosas que no nos gustan y poder
responder a sus dudas con tranquilidad. Como todo, el concepto del sexo que tienen
ellos no tiene nada que ver con el que tenemos los adultos y una comunicación
asertiva hará que se les pueda educar en esta faceta tan importante para la
vida.
P: ¿Cuál es la principal misión
como padres?
R: Conseguir la mejor versión de
nuestros hijos, además de enseñarles que lo más importante en la vida es ser
feliz.
https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/educamos-hijos-walt-disney-vida-es-the-walking-dead/
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