domingo, 22 de noviembre de 2020

Estimulación o sobreestimulación temprana: el efecto de las pantallas en la infancia


El uso de móviles o tablets de manera generalizada por menores de tres años tiene consecuencias en el desarrollo de algunas capacidades como la comunicativa.

Hoy día, no nos sorprende ver a un bebé que observa con mucha atención un móvil mientras le dan de comer o a un pequeño de 2 años que está pasando las fotos del teléfono de sus familiares. Cada vez es más frecuente encontrar niños que, desde muy temprana edad, manejan teléfonos móviles, tabletas, consolas y videojuegos. Ya no sorprenden estas actitudes que, hasta hace pocos años, hubieran sido impensables, debido fundamentalmente al elevado coste de estos dispositivos.


La masificación del uso de dispositivos de cualquier índole, el fácil acceso a las pantallas del que disponemos hoy día, ha restado importancia a su coste y nadie duda en permitir que los utilicen hasta los más pequeños de la familia, si a cambio se obtiene un poco de paz.

En la Asociación Junta de Portavoces de Educación Infantil 0-6 hemos reflexionado sobre nuestra percepción de las condiciones actuales de crianza de los niños y niñas, manifestando nuestra preocupación por lo que podemos observar en las aulas.

Algunas de nosotras hemos apreciado cambios en nuestra relación directa con los niños: mayor sobreprotección, retrasos en la retirada de biberón y chupete, escasa autonomía personal, falta de iniciativa, alto nerviosismo e impulsividad, gran dominio de la tecnología, dificultades con el lenguaje, etc.Al mismo tiempo, observamos con asombro cómo crecen las cifras en cuanto a la aparición y diagnóstico de distintos déficits como el de atención, hiperactividad, del lenguaje, etc.

Todo ello nos hace pensar que pueden existir factores que están incidiendo en el desarrollo infantil y que no están resultando beneficiosos. Uno de ellos podría ser este exceso de exposición a las pantallas desde edades tan tempranas.

En los primeros 3 años de vida existe un solo código cerebral fundamental: el emocional. Es en este contexto donde se desarrolla el lenguaje emocional que lleva a la comunicación a través de gestos, sonidos… construyendo poco a poco el leguaje.

El segundo código cerebral es la imitación, la manera más perfecta de aprender. Es el vehículo que ancla la emoción, puesto que lo primero que se imita son los seres queridos.

El tercer código cerebral es el juego, el disfraz donde se oculta el aprendizaje y la memoria. Jugar no es perder el tiempo.

Nacemos con pocas neuronas y pocas conexiones neuronales. Gracias a la estimulación ambiental, sensorial, cognitiva y de movimiento, se producen la multiplicación de las neuronas y sus conexiones, imprescindibles en educación infantil. En 3 años se triplican y se forman árboles sinápticos gracias a la estimulación; a los 4 poseemos 1.000 billones de conexiones neuronales. El movimiento es fundamental en estas edades, el desarrollo infantil debe tener un sustrato motor y, si es al aire libre, mejor.

Nuestros cerebros están diseñados para desarrollarse en los primeros años mediante la exploración del entorno físico y la interacción social.

De aquí se desprende la importancia del correcto desarrollo sensorial y perceptivo, y la importancia de jugar. Si queremos que nuestros niños y niñas tengan ideas, pensamientos a partir de los 6 o 7 años, es necesario que tengan aprendizajes adquiridos previamente por la percepción y las emociones positivas. La información sensorial llega al cerebro y luego al sistema límbico, donde se impregna de significado. A partir de esa información con significado nuestro cerebro construirá nuestras ideas y pensamientos. Este proceso sólo puede llevarse a cabo a través de sus vivencias, de la propia experiencia vital, que desde que nacemos conforma nuestro bagaje personal.

Según Francisco Mora Teruel, doctor en Medicina por la Universidad de Granada y doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford, el sistema sensorial de los niños (que se produce hasta los 11 o 12 años), se desarrolla estando en contacto con la realidad para construirlo. De ahí la importancia de no exponerlos a las pantallas demasiado pronto, y nunca antes de los 3 años.

A partir de esta edad, la exposición a pantallas, de más de 2 horas de navegación, deteriora la atención ejecutiva, que es la que necesitamos para el aprendizaje y el estudio. Los niños y niñas que exceden este tiempo maduran más lentamente y son mucho más inquietos, debido a que esta exposición activa el sistema de neurotransmisores de recompensa y placer, por eso roba toda la atención incluso sólo con su presencia, apagados. Al producirse esta activación se generan serotoninas, motivo fundamental de la “adicción” al dispositivo. Se alteran las redes atencionales por sobreestimulación.

La psicóloga Sheri Madigan, investigadora de la Universidad de Calgary, ha hecho público su último estudio, en el que se empezó a trabajar hace una década, en el que muestra que el exceso de tiempo frente a las pantallas puede tener consecuencias para el desarrollo de los niños.

Este estudio mostró que, cuanto mayor era el tiempo pasado delante de pantallas a los dos y tres años, peor era el desempeño de estos niños a los tres y cinco años, cuando se les realizaba un test de desarrollo. Analiza su progreso en cinco dominios clave: comunicación, habilidades motoras (gruesas y finas), resolución de problemas y habilidades sociales.

El estudio expone que el desarrollo infantil se despliega rápidamente en los primeros cinco años de vida, por lo que es un período crítico de crecimiento y maduración. Y el mecanismo por el que estos aparatos lastran ese despliegue es sencillo: «Cuando los niños pequeños están observando pantallas, pueden perder oportunidades importantes para practicar y dominar las habilidades interpersonales, motoras y de comunicación», explica el estudio.

Recientemente, desde la Asociación Junta de Portavoces de Educación Infantil 0-6 hemos celebrado una jornada sobre este tema, en la que hemos contado con la presencia de algunos miembros del Equipo de Atención Temprana de Leganés (Madrid), que nos han presentado las conclusiones de un estudio que han realizado en centros de educación infantil públicos, de dicho municipio, durante los dos últimos años.

Han partido de los estudios realizados por las Asociaciones de Pediatría Canadiense, Americana y Española, las cuales recomiendan que los niños menores de 2 años NO usen pantallas (teléfono móvil, tablet, televisión…).

En este estudio han llegado a conclusiones que pueden encontrarse en su página web y en la publicación que han realizado de tipo divulgativo, para sensibilizar sobre la importancia de este tema.
Entre otras cosas, encontramos la siguiente descripción de los problemas que puede ocasionar el uso de pantallas en estas edades tan tempranas:
·         Problemas de atención.
·         Retraso en el desarrollo del lenguaje.
·         Reducción de las formas naturales de aprendizaje.
·         Alteraciones del hábito del sueño.
·         Salud ocular.
·         Sobrepeso.
·         Bajo rendimiento escolar
·         Inadecuado desarrollo socioemocional.
Teniendo en cuenta las conclusiones obtenidas por el Equipo de Atención Temprana de Leganés y lo anteriormente expuesto, sugerimos las siguientes recomendaciones para las familias:
1.      No utilizar pantallas antes de los 2 años.
2.      Jugar y relacionarse con otros niños y niñas, desarrollando los distintos patrones de juego que corresponden a cada edad.
3.      Fomentar el contacto con la naturaleza: salir de entornos cerrados siempre que sea posible, para construir experiencias ricas y saludables que formarán parte de su bagaje personal.
4.      Realizar actividades lúdicas y diversas como jugar con juguetes de verdad, pintar, salir al parque, ver y escuchar cuentos…
5.      Buscar alternativas diferentes al uso de las pantallas para dar respuesta a los momentos o situaciones en las que los adultos necesitamos calma.
6.      Aprovechar las comidas como momento comunicativo y de educación alimentaria.
7.      Reducir nuestro uso de las pantallas para ofrecer un modelo correcto y, siempre que sea posible, evitarlas en su presencia.
8.      Favorecer momentos de interacción con los niños.
De igual manera, proponemos algunas recomendaciones de hábitos que NO deben realizar las familias, si nos preocupa la repercusión que tiene el uso de las pantallas por los niños pequeños:
·         Que los niños tengan dispositivos propios como tabletas, teléfonos y ordenadores, y tampoco utilizar los de familiares y otros adultos.
·         Poner la televisión, el ordenador… en la habitación del niño.
·         Utilizar el tiempo de ocio que las familias tienen con los niños para jugar con consolas o cualquier otro dispositivo.
·         Utilizar pantallas para tranquilizarlos, para que coman mejor,…
·         Usar pantallas como premio.
·         Tener la televisión puesta cuando nadie la está mirando.
Como concluye Sheri Madigan en su estudio: «Cuando los niños pequeños están observando pantallas, pueden perder oportunidades importantes para practicar y dominar las habilidades interpersonales, motoras y de comunicación».

Ver la televisión, el juego con consolas, tabletas o móviles inhibe la curiosidad y la atención hacia el entorno porque se acostumbran a centrarla en el dispositivo, no permite el movimiento ni transferir aprendizajes, no produce vivencias ni experiencias personales que motiven el desarrollo del lenguaje y del pensamiento. Entretienen, “invisibilizan” a los niños pero ¿estamos dispuestos a aceptar el coste que esto puede producir en sus pequeños cerebros?


ASOCIACIÓN JUNTA DE PORTAVOCES DE EDUCACIÓN INFANTIL 0-6 AÑOS

Fuente

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